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El asilo de ancianos ubicado en Broby, Suecia, rompe esquemas: los 56 abuelitos asilados en él, forman parte de un programa que vela por satisfacer sus necesidades… ¡todas! Incluso, por supuesto, sus necesidades sexuales.
El programa dio inicio hace un año. La iniciativa surgió a partir de la molestia de algunos empleados del residencial al ver masturbarse en público a alguno de los abuelitos residentes o cuando alguna pareja de ancianitos solicitaban ayuda para hacer una reservación en un hotel.
La directora del asilo, Liselott Klang, de 54 años, decidió entonces que quería dar a los abuelitos comodidad para vivir su sexualidad sin tabúes ni molestias. El tema desconcertó a los trabajadores, quienes aceptaron que tocar el tema era difícil. Sin embargo, se han dado cuenta que el asunto va más allá del sexo, es un asunto de cercanía:
“Al principio era un poco difícil, pero a medida que más se trabaja en eso, se comprende que no se trata únicamente de sexo. Es un asunto de cercanía, todo el mundo necesita una caricia. Así que ahora se vive de la manera más natural», añade.
El objetivo es que los ancianos sigan siendo ellos mismos a pesar de su llegada al asilo. El personal sanitario fue capacitado por la sexóloga Suzann Larsdotter, quien indica que
«Es un nuevo fenómeno, sobre todo en una sociedad como Suecia donde los séniors son dejados de lado, pero hay cada vez más conocimientos en torno a que la salud sexual es un derecho, y eso durante toda la vida», asegura la terapeuta.
Los empleados incluso les muestran cómo mantener fijos sus catéteres para que puedan tener relaciones sexuales satisfactorias.
Y como bono especial, el asilo les entrega “la canasta del placer”, que contiene juguetes sexuales, bombas y anillos para pene, consoladores, cremas y lubricantes, además de un aviso de “no molestar”.
