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Ciudadanos Emergentes… ¿Centralismo o Federalismo?

By: Lic. Arturo Ibarra

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El federalismo es el sistema político donde los estados conservan su soberanía, por lo que tienen cierta autonomía en las decisiones políticas y administrativas.

El centralismo es el sistema político donde todo el poder y la toma de decisiones recaen sobre el gobierno central.

Estos dos sistemas políticos se diferencian por la manera en la que se administran los poderes en el territorio de un país.

En el federalismo el poder político está dividido por territorios, mientras que en el centralismo existe un único gobierno central, es decir, no hay división del poder político por territorios.

México siempre ha padecido una poderosa inercia centralista. En sus orígenes, la sobrevivencia del país llevó a la creación de una autoridad central y centralizadora; después, el caciquismo y los caudillismos regionales obligaron al régimen político a la creación de un Estado y gobierno centralistas. La política social en materia agraria y laboral y la defensa de la soberanía nacional propiciaron el presidencialismo, el que en su evolución se vería reafirmado con el modelo económico estatista. A finales del siglo pasado se agotó el autoritarismo, pero no el centralismo. La transición democrática ha sido contradictoria, por una parte, apoyo a estados y municipios, por la otra, burocracias partidistas y una clase política centralista y centralizadora.

El centralismo y el federalismo son dos modelos de organización política que buscan o bien concentrar todo el poder en una misma entidad única, central, o bien distribuirlo a lo largo de distintas entidades autónomas y asociadas, respectivamente.

El centralismo obtiene ese nombre porque propone un centro del poder para una nación determinada, mientras que el federalismo plantea una federación o asociación de estados en condición de igualdad.

Ambos modelos tienen sus ventajas y desventajas, sus seguidores y detractores y, a lo largo de la historia de los países (sobre todo de las jóvenes naciones latinoamericanas), se enfrentaron numerosas veces llegando incluso a devenir en conflictos armados. La elección de uno u otro modelo tuvo mucho que ver con los destinos económicos, sociales y nacionales de cada país.

El centralismo (del latín centra, “en un solo lugar”) se define como una doctrina política que cree en la concentración del poder en un órgano central del Estado, una autoridad suprema que rige sobre todo el territorio y que dicta las normas para el reparto de la riqueza, la aprobación de las leyes y todo lo referente al territorio de la nación.

El federalismo (del latín foedus, “pacto, acuerdo”), en cambio, se define como la doctrina política que prefiere distribuir el poder, en primera instancia, en una asociación de estados o provincias dotadas de relativa autonomía en materia política, económica y legal, que delegan parte de sus competencias en el Estado y mantienen mucha de su soberanía.

Las principales diferencias entre ambos modelos son:

  • Un ordenamiento jurídico único en el caso del centralismo. El federalismo, en cambio, dispone de un ordenamiento doble: el propio de cada provincia, y el federal o global de la nación. Esto permite que dos estados del mismo país tengan algunas leyes diferentes.
  • Una burocracia descentralizada en el caso del federalismo, permitiéndole a cada estado o provincia administrar sus asuntos de modo independiente. Mientras que en el orden central, todo reside en una jerarquía única que tiende hacia el centro.
  • Un manejo independiente del presupuesto provincial: en el caso del federalismo una parte es destinada al mantenimiento del gobierno central; en el centralismo es este último quien recibe todo el dinero y luego lo redistribuye nacionalmente.

La centralización del poder conviene a los países que temen por su disolución o que prefieren erigir un poder único y fuerte que regule la nación, sobre todo en casos en que existe mucha desigualdad entre las provincias y se teme que una provincia rica, por ejemplo, no comparta lo suficiente sus riquezas con las vecinas más pobres.

El problema de estos modelos centrales es que su implantación genera mucha fricción en los poderes provinciales y a menudo deriva en modelos de poder más autoritarios, menos justos, en los que se decide desde muchos kilómetros de distancia las medidas que deberían beneficiar a los ciudadanos de una provincia determinada, desconectando así al poder de la realidad inmediata de su pueblo.

El federalismo goza del prestigio de constituir sociedades más democráticas en su necesidad de conciliación, asamblea y acuerdo permanentes, además de que respeta las individualidades sociales, religiosas o culturales de las distintas provincias, algo vital en casos de países multiétnicos o Estados plurinacionales.

Su desventaja estriba en un ordenamiento más laxo, más proclive a la independencia de alguno de los territorios nacionales y a la existencia de baches legales entre un ordenamiento y el otro, a partir de las jurisdicciones de las provincias o municipios.

Arturo Ismael Ibarra Dávalos. Licenciado en Derecho por la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. Catedrático de la misma. Preside la asociación civil Bien Común Michoacán y la sociedad civil Por la Mejora en el Ámbito del Trabajo. Es Secretario General del Foro Política y Sociedad.

Correo electrónico de contacto arturoismaelibarradavalos@hotmail.com

 

 

 

 

 

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