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Buscando a los genios // By Luis Fabián Fuentes Cortés

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Por Luis Fabián Fuentes Cortés

El peatón
Se dice, se rumora, afirman en los salones, en las fiestas, alguien o algunos enterados, que Jaime Sabines es un gran poeta. O cuando menos un buen poeta. O un poeta decente, valioso. O simplemente, pero realmente, un poeta.
Le llega la noticia a Jaime y éste se alegra: ¡qué maravilla! ¡Soy un poeta! ¡Soy un poeta importante! ¡Soy un gran poeta!
Convencido, sale a la calle, o llega a la casa, convencido. Pero en la calle nadie, y en la casa menos: nadie se da cuenta de que es un poeta. ¿Por qué los poetas no tienen una estrella en la frente, o un resplandor visible, o un rayo que les salga de las orejas?
¡Dios mío!, dice Jaime. Tengo que ser papá o marido, o trabajar en la fábrica como otro cualquiera, o andar, como cualquiera, de peatón.
¡Eso es!, dice Jaime. No soy un poeta: soy un peatón.
Y esta vez se queda echado en la cama con una alegría dulce y tranquila.

– Jaime Sabines –

La genialidad no es como la pintan. Para los ajenos al mundillo académico, ese de las torres de marfil, el científico y creador académico son seres que van del estereotipo, estilo “el Doc” de la saga “Volver al Futuro”, el cual inventa cosas y resuelve problemas cada dos minutos, además de que es un experto en todos los campos del conocimiento, al ser mitológico, al estilo de las fantasías húmedas que se hacen últimamente con Tesla, del cual solo falta que digan que murió y resucito al tercer día y volverá en su gloria a juzgar a vivos y muertos y utilizará el rayo de la muerte para ejecutar a los impíos. Sin embargo, las cosas en el mundo real no ocurren así.

La semana pasada comentaba sobre la mitología de las inteligencias múltiples. Ahora comentaremos sobre cuál es el asunto con la genialidad. Es muy difícil identificar a priori a una persona que tenga una inteligencia superior antes de que la demuestre. Los famosos test que miden la inteligencia (IQ y otros menos conocidos) han mostrado poca efectividad ante problemas como el sesgo cultural. Es decir, aplicando el mismo test ante personas con diferente contexto social, se obtienen resultados diferentes. Pero yendo más allá, el hecho de que se tenga una nota sobresaliente en estas pruebas no garantiza que la persona termine por desarrollarse en alguna área científica. Si acaso muestra que la persona es capaz de encontrar diferentes soluciones ante diferentes situaciones que pueden pertenecer o no al medio académico. Aprovecho para desmontar otro mito. Einstein nunca fue un estudiante de bajo rendimiento. Por el contrario, como buen genio que era, aprobó con excelencia sus materias con contenido matemático. Y lo hago porque más adelante volveremos a comentar sobre este rockstar de la ciencia.

Las personas con el IQ más alto de La Tierra no se dedican exclusivamente a las ciencias. Hay artistas, empresarios, conductores de televisión y otras profesiones. El campo en el cual se han desarrollado depende de las condiciones y preferencias. Y aquí es donde hay que considerar remarcar las condiciones y preferencias. Volviendo al ejemplo de Einstein, debido a las condiciones de la Alemania nazi y a su origen judío, Einstein terminó viviendo en Estados Unidos, huyendo de los nazis, por lo cual gran parte de su producción científica ocurrió lejos del lugar donde nació. Fueron las circunstancias políticas y sociales las que lo llevaron a otro lado del mundo. No se fue buscando ganarse unos fierros extra, que sin duda los ganó, se fue para evitar que lo pusieran a olfatear gas.

Pero las condiciones políticas y sociales no llevan solo a las personas a emigrar a otros países y desarrollar sus talentos en otra parte del mundo. Este desarrollo obedece al modelo educativo bajo el cual se desarrollan las personas. El modelo educativo actual no está ligado a que el individuo sacrifique sus intereses para que la colectividad se beneficie de ello. Si así fuera, tendríamos a los niños genio preparándose con el objetivo de resolver los grandes problemas de la humanidad y no les permitiríamos dedicarse a lo que ellos quieran, sino a lo que la sociedad necesite. La realidad no es aspiracionista, el modelo educativo nos prepara para atender nuestras necesidades particulares y si nos queda tiempo atenderemos a la sociedad y a sus broncas. Entonces las personas que tienen algún talento terminan trabajando en el espacio donde se les ofrecen mejores oportunidades de desarrollo personal. Aspiraríamos a que el sistema operara diferente. Pero no nos hemos tomado la molestia de transformarlo y, por lo pronto, no tenemos otra cosa en la cual movernos. Resulta que los llamados “genios” están trepados en el mismo tren que nosotros. Así que solo se suben al vagón y buscan asiento y, si es que lo encuentran, se acomodan lo mejor que pueden. Cuestiones económicas y a veces hasta el gusto personal lleva a que las personas escojan otros senderos. ¿Ya le preguntó a su genio de cabecera si le interesa arreglar el mundo, curar el cáncer o inventar un foco que dure más tiempo? ¿Y si el mentado genio prefiriera irse a vivir al monte y cazar conejos y recolectar moras para alimentarse? ¿Usted le reprocharía su actitud egoísta y le exigiría que se quede con nosotros y detenga el calentamiento global?

¿A poco no sería romántico imaginar a Einstein envolviéndose en la bandera quedándose en Alemania y enfrentando a Hitler en un duelo de sables láser justo cuando las tropas comunistas tenían sitiada la ciudad de Berlín? Pero no. Einstein también sabía que tenía que cuidar su pellejo y escapar y ya luego ver cómo enfrentaba el asunto político de su país. Y aquí hay que introducir otro factor importante: el tiempo que conlleva generar conocimiento científico y que se dé el reconocimiento de los logros realizados. Últimamente vemos en los medios cómo se promociona a jóvenes con cierto brillo académico. Y algunos en forma tímida se preguntarán ¿Dónde están? ¿Por qué no vienen a salvarnos de nuestros muchos problemas? ¿Dónde está nuestro nuevo premio Nobel?

En primer lugar, porque los resultados en el campo científico no son inmediatos. Llevan tiempo. El mismo Einstein publicó sus trabajos más sobresalientes hasta después de los veinticinco años y no fue reconocido hasta años después. En futuras entregas de los apuntes platicaremos sobre este asunto de cómo se produce el conocimiento en la academia actual. Supongamos que alguno de los niños brillantes que se promocionan tuviera la oportunidad y las ganas de desarrollar sus encantos en resolver ese problema que tanto nos preocupa. Por ejemplo, que la red de Infinitum no se caiga mientras descargan en forma ilegal el último capítulo de Game of Thrones. El niño deberá, primero, especializarse en el campo, estudiar las variables y, con base a ello, proponer soluciones al problema en cuestión. Estas propuestas pueden ser o no aplicables, pueden estar limitadas por las políticas actuales, condiciones ambientales, tecnológicas o sociales. Contrario a las caricaturas, estas soluciones NO se dejan venir en cascada y NO se publican y desarrollan al día siguiente y NO se entrega el Nobel la semana entrante. El proceso de aprendizaje, aunque pudiera ser más rápido, no es instantáneo, no son enchiladas. Mucho menos el proceso creativo. De la implementación de soluciones mejor ni hablamos. A eso hay que sumar el problema de la divulgación. Es muy difícil que la producción científica que se realiza todos los días a nivel global salga en los medios. Algunos de los hallazgos y desarrollos son importantes, pero no son tan espectaculares o rimbombantes como para aparecer en la prensa regular. La importancia de los hallazgos o desarrollos termina siendo valorada solo dentro de la comunidad científica o formando parte de un proyecto más amplio donde no aparecerá un único autor, cual rockstar de la ciencia, sino un conjunto de personas que aportaron al proyecto.

En conclusión, derivado del debraye anterior, podemos señalar que los genios se encuentran trabajando, tal como dice el poema de Jaime Sabines, algunos, los que tuvieron suerte de ser detectados y bendecidos con las posibilidades de una formación académica, preparándose para explotar sus talentos, no sabemos si lo harán en el campo de la ciencia o en otra cosa que les guste. Otros están trabajando en resolver un problema o una serie de problemas particulares dentro del basto campo de la ciencia. Los que no les dio por la academia o simplemente no llegaron ahí, porque nacieron en una comunidad aislada o marginada, también se desarrollan trabajando en otras áreas. La mayoría son peatones, que se mueven entre nosotros, sin un halo, sin resplandores y sin rayos saliéndoles de las orejas.

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