COLUMNEROSRelatos de noche sin luna

Relatos de noches sin luna: Sofía

Escribe: Héctor Medina

La guerra había terminado después de varios años. Aquel conflicto bélico entre naciones vecinas dejó miles de fallecimientos y una pérdida económica gigante. Ésta por fin había concluido con el tratado Lula-Bor, firmado por los altos mandos en el que intervino una recién creada Sociedad Mundial de Paz.  Dicho tratado garantizaba la amistad y el respeto mutuo entre las dos naciones por al menos 100 años, en los cuales se distribuirían los minerales y riquezas naturales que colindaban en los límites de las naciones equitativamente, de tal forma que nadie podía tomar más que aquello que le correspondía.

Aquella guerra mermó los recursos humanos y económicos de ambos países, campesinos, gente de la clase media e incluso algunos personajes aristocráticos fueron castigados enviándolos a la guerra como carne de cañón por supuestas traiciones a la patria, terminado así con el linaje de algunos apellidos que por centurias habían resonando en los registros del abolengo internacional.

De entre los afectados fue la familia Évora quienes por los motivos antes mencionados sufrieron la pérdida de los varones, al ser utilizados como soldados rasos, muriendo inevitablemente víctimas de las balas enemigas, ya que su poca experiencia los hizo blancos fáciles de los contrarios. Otros tantos murieron a causa de las enfermedades y bacterias que abundaban en las trincheras.

Es así que el ultimo varón de la familia Évora, quien por azares del destino pudo salvarse de aquel castigo. Fue entonces que una vez terminada la guerra se dio a la tarea de buscar una esposa para poder restablecer el importante legado que corría en sus venas.

Paseaba incansablemente por los poblados más cercanos a su residencia, hasta que un día por fin la encontró. Aquella hermosa campesina de ojos marrón, pequeños y vivaces, labios perfectos y un cabello castaño que caía armoniosamente sobre sus senos en señal de libertad.

Sin dudarlo ni un segundo descendió de su corcel y se dirigió para charlar con el padre de aquella doncella quien se mostraba sorprendida al observar a aquel desconocido que sin educación alguna había invadido su hogar.

-Vengo a pedirle la mano de su hija para desposarla-

-Lo siento caballero, pero desconozco quien sea usted y no puedo darle la mano de mi hija solo porque usted lo exige.

– Soy Uriel Évora, de la familia más importante de Duques de las cuales esta nación ha sido honrada con nuestra existencia. Al concederme la mano de su hija ella indudablemente se convertirá en la primera duquesa campesina que haya existido en estas tierras. He notado la fisiología de su hija y creo que es perfecta para darme por lo menos cuatro varones con los cuales mi apellido volverá a fortalecerse y brindar nuevamente a nuestros herederos la satisfacción de pertenecer a tan venerable familia.

Mis riquezas serán pues, también suyas y podrán vivir en mi mansión atendidos día y noche por la servidumbre la cual estará a su disposición para lo que ustedes requieran.

El padre asombrado al escuchar estas palabras dijo:

– ¿En verdad promete cumplir todo esto que usted está ofreciendo?

-En efecto, la palabra brindada por un descendiente de los Évora se paga con sangre cuando ésta no se cumple. Lo único que pido es tener por lo menos 4 varones, las mujeres me dan igual, pueden ser la cantidad que sean.

Aquel viejo asombrado por la naturalidad expresada en esas palabras sintió que eran sinceras y de pronto comenzó a imaginarse viviendo con todas las comodidades que siempre soñó y que por fin podría descansar y dejarle las tierras a alguien más para que las trabajara, ya que él y su esposa no tendrían necesidad de sembrar ni cosechar nunca más.

Llegada la noche el padre habló con su hija explicándole que su futuro estaba más que arreglado y que por fin podrían salir de la misera que por generaciones había sufrido su familia, ahora ella formaría parte de la alta sociedad convirtiéndose en duquesa y pudiendo tener todo aquello que jamás imaginó.

Al escuchar la noticia Sofia lloró inconsolablemente ya que ella no tenía ganas de casarse, mucho menos de tener hijos. Ella amaba la libertad del campo, el sonido del viento paseándose entre las cosechas, el canto del gallo por las mañanas y cómo aquellos gatos grises ofrecían sagradamente su canto cada vez que llegaba el plenilunio.

Así fue que la mañana siguiente un carruaje llego por la familia entera para trasladarlos a su nuevo hogar. Sofia de muy mala gana, subió a la carroza pues a pesar de que no estaba convencida con aquel trato que su padre hizo sin su consentimiento respetaba mucho a sus progenitores y solo por eso, en contra de su voluntad, trepó al vehículo.

Al llegar a la mansión quedaron asombrados. Qué grandes eran aquellos jardines cubiertos de flores exquisitas y plantas exóticas, cisnes y pavorreales andaban libres por aquellos verdes pastos, acompañados por el canto de los jilgueros y canarios, mientras los colibríes y las mariposas revoloteaban incansablemente tomando lo que de las flores podían.

El asombro fue aún mayor cuando al recorrer la mansión se dieron cuenta de lo grande que eran las habitaciones, ventanales e impresionantes cuadros adornaban cada uno de los espacios tanto comunes como privados. Ahora todo aquello le pertenecía también a la familia Matamoros.

De entre todas esas cosas lo que llamó la atención de Sofia fue aquella enorme biblioteca que tenía la residencia, la cual fue creada para brindar un mayor conocimiento de las cosas y el planeta a sus habitantes. Libros de todo el mundo, enciclopedias, atlas, libros sagrados y profanos; una cuantía sensacional entre paredes y estantes en los cuales podrías perderte la primera vez que estuvieras dentro de ella.

Uriel ofreció enseñarle a leer para poder ser mas agradable ante los ojos de Sofía, ella aceptó encantada pues todo aquello había desviado su atención del malestar que sus vísceras le provocaban a causa de sentirse un objeto del cual solo se esperaba tuviera hijos sin pensar siquiera en sus sentimientos. Sin embargo, Uriel solo cumplió su palabra un par de días y después enfadado de tan aburrida tarea se dedicó a las actividades propias de su aristocracia, aquella labor era para cualquier mozo, no para un Duque como él.

Fue así que Sofía conoció a Hugo quien era el encargado de acomodar y limpiar tan importante colección. Ya tenía dos días que la amable señorita lo observaba y escuchaba mientras éste improvisaba canciones mientras acomodaba los libros e imaginaba cientos de aventuras para no aburrirse mientras realizaba sus tareas.

Cierto día Sofía no pudo contener la risa cuando Hugo chuscamente entonaba lo siguiente:

  • Avena y maíz, lo que enriquece a este País, ¡la la la la!

Al escuchar la carcajada Hugo se sintió tan apenado y enrojecido que fue a pedirle disculpas a su ama.

-Disculpe por favor mi tontería, mas no me di cuenta que usted se encontraba estudiando en silencio, si me lo permite me retiro no sin antes reiterar mi disculpa ante tal atrevimiento.

Sofía se sintió en confianza y le pidió que no se retirara, al contrario, lo invitó a sentarse para que conversara con ella. Hacía mucho tiempo que no platicaba con nadie, pues sus padres extasiados con los nuevos lujos no le prestaban atención, siendo su única distracción el caminar por los corredores y jardines de la mansión hasta llegada la noche.

Fue allí cuando ella le confesó que no sabía leer, que su futuro esposo le había ofrecido una promesa falsa y que ahora no sabía qué hacer para poder saber el contenido de aquellos maravillosos libros que le ofrecían un mundo mágico y diferente del que ella solo podía ver a través de aquellos ventanales y pinturas. Sabía que existía algo más allá de lo que sus ojos podían ver y que sería por medio de los libros que podría al menos imaginarlo.

Hugo se ofreció a prisa a enseñarle todo lo que la sabía, llevaba años trabajando para la familia, ya que aún sin conocer a sus padres, éstos ya formaban parte de la servidumbre antes de que él naciera, y que prácticamente llevaba dos décadas limpiando y acomodando los textos guardados en esa habitación.

Sofía encantada al escuchar esto aplaudió jubilosa y dando pequeños saltos sin dejar la silla en la que se encontraba cómodamente sentada. Las lecciones comenzarían la siguiente semana ya que los días posteriores Hugo debía acompañar al Duque a la caza de zorros.

Los días pasaron lentamente, pero la muchacha decidió recorrer todo el lugar con la finalidad de escoger cinco libros que le llamaran la atención, estos no deberían ser muy grandes, escogería primero los mas pequeños para poder termínalos con facilidad. Se sentía entusiasmada y feliz como nunca en su vida.

La fecha aclamada por fin llegó y Hugo comenzó a explicarle las vocales y los sonidos que estas hacían al combinarse con las consonantes. Lo decía de una manera tan chusca que Sofia no podía impedirse estallar en risotadas; pero que importaba aquella biblioteca era solo para ellos dos, era su lugar seguro.

Poco a poco Sofía fue aprendiendo a leer, lo hizo bastante bien pues en un mes había dominado gran parte de las habilidades requeridas para la meta a lograr. Después de la comida siempre buscaba a Hugo, quien atareado en la alimentación de la fauna que poseía el duque, dejaba por un momento de ser el guardia de aquella invaluable colección de la que eran poseedores los dueños del lugar.

Era ahí cuando Hugo le contaba maravillosas historias, algunas reales y otras inventadas por él. alguna vez le contó de cómo fueron prisioneros de guerra y de la hazaña increíble y sangrienta que hizo para poder escapar y evitar la muerte.

-Señorita usted no me creería si le confesara que fui un asesino, pero mis pecados fueron perdonados por que los hice en nombre de la libertad, de alguna manera fue para liberarme a mí y al mundo del mal-

-Imposible que me digas eso- dijo Sofia mientras cubría su boca con la mano izquierda entre risas e incredulidad.

Después de eso soltó una nueva carcajada al ver que uno de los cisnes empezó a corretear a Hugo por no haberle dado de comer.

El otoño llegó y según dictaban las tradiciones ésta era la mejor época del año para engendrar hijos. Así que Uriel tomó a la fuerza a Sofía y la condujo a la habitación principal. Sofía forcejeaba y se resistía con todas sus fuerzas, ella no lo amaba, por ende, no quería intimar con él. Lo consideraba un tipo ególatra, irresponsable y manipulador.

Al ver la resistencia de Sofia, Uriel le propinó un par de cachetadas que hicieron sangrar a la chica, acto seguido la regreso a su habitación encerrándola con llave y amenazándola con no probar alimento alguno hasta que fuera sumisa y obediente con él.

A la mañana siguiente Hugo se sorprendió de no encontrar a su compañera de lectura por lo que decidió investigar un poco más. Les preguntó a muchos criados, pero ninguno daba razón alguna (tenían prohibido hablar de la ofensa que había sufrido el amo a manos de la doncella, aquel que lo hiciera moriría irremediablemente)

Estaba a punto de rendirse hasta que la cocinera, que era muy buena amiga de él, terminó por confesarle todo.

  • “Te lo diré, mas no lo supiste por mí, Sofia se encuentra encerrada en su habitación hasta que le permita al amo plantar la semilla de la descendencia en su vientre”.

Enfurecido Hugo apretó los dientes con rabia mientras cerraba con fuerza sus puños. Esos puños que alguna vez mataron a golpes a sus captores a fin de conseguir su libertad.

Afortunadamente la cocinera logró apaciguarlo y hacerlo entrar en razón. Le sirvió un gran plato de potaje a fin de reconfortarlo y fue entonces cuando Hugo ideó un plan para poder salvar a Sofía.

Le pidió al herrero del lugar le elaborara una llave maestra a toda prisa, sin darle detalle alguno, solo le dejó sobre su mesa un par de botellas del mejor vino guardado en los barriles de aquel lugar. Nadie se daría cuenta ya que en el último inventario Hugo había omitido un barril sin que sospechara el amo de aquella falta. Él sabía que en algún momento esta acción le brindaría algún beneficio ya fuera personal o grupal; era hora de aplicar pues aquello que había planeado.

Llegada la media noche, cuando todos dormían y la luna se colaba enérgica por la ventana de Sofía – quien aún lloraba desconsolada ante tal incidente-, tuvo que interrumpir su llanto al escuchar unos breves toquidos sobre la puerta de su habitación. A juzgar por el ritmo y la cadencia con la que fueron realizados no cabía duda de que se trataba de Hugo.

Se acercó sigilosamente a la puerta y en voz baja preguntó:

– ¿Hugo?

-Si, por favor no te asustes, entraré a tu habitación, no preguntes cómo, solo retrocede un poco y no hagas ruido alguno que pudiera delatarnos.

Así fue que con la ayuda de la llave maestra las puertas se abrieron lentamente de par en par para poder brindar acceso al visitante nocturno.

Una vez dentro le ofreció un plato de aquel potaje que le había servido la cocinera. Sofía lo comió de inmediato. Satisfecho el apetito de la dama Hugo procedió a darle instrucciones a la joven prisionera.

-Mañana antes de que despunte el Alba dirígete en silencio hacia la reja que separa la residencia del mundo exterior. Guarda muy bien esta llave ya que te brindara la oportunidad de salir tanto de la habitación como de la casa. Afuera detrás del tercer roble he dejado un caballo listo para que huyas en él, toma el rumbo del sur, es lo más cercano al otro país. Ahí no podrán hacerte nada gracias al acuerdo que recientemente se ha firmado. Debo irme pues no tardan en realizar el recorrido nocturno por los pasillos. ¡Ve con Dios y buena suerte!

Sofía, con lágrimas en los ojos, tomó la mano de Hugo poniéndola en su pecho para que sintiera el agradecimiento que con su latir le brindaba su corazón.

Horas después Sofía salía de la habitación a tientas y con un miedo enorme en la garganta tragó saliva y puso manos a la obra. Como pudo llegó a los jardines de la residencia, pero no contaba con que los perros la delatarían. Con sus fuertes ladridos despertaron a la servidumbre quienes al verla sola a esas horas de la madrugada informaron inmediatamente al amo quien poniéndose su bata y tomando su Colt y se dirigió en busca de Sofía diciendo para sí:

-“Si no eres mía, no serás de nadie maldita malagradecida.”

Y fue así que encañonando el arma apuntó hacia la nuca de la joven a fin de darle muerte. El dedo índice realizo su movimiento, pero justo antes de que la bala hiciera impacto Hugo quien siempre estuvo atento se interpuso en la trayectoria del proyectil cayendo extinto al lado de Sofía.

Ésta dio un grito espantoso mientras veía como Hugo se mostraba inmóvil a su lado, la sangre de éste le había manchado las zapatillas y en acto reflejo cayó de rodillas lamentándose por aquel hecho.

Uriel aún cegado por la cólera recargó el arma y frente a la muchacha le disparó en el pecho. El cuerpo de Sofía estaba justo al lado del de Hugo y en un acto de Dios sus manos terminaron juntas.

Vagarían ahora más allá de lo visible y lo tangible, por el cosmos, descubriendo juntos todas aquellas cosas de las cuales Hugo le había contado e incluso explorando nuevos mundos y constelaciones.

Así fue el final de la familia Évora, de los Matamoros… de Hugo y de Sofia.

*Héctor Manuel Medina es músico, escritor, cantautor y un enamorado empedernido de la luna. *(Bau)

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