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“Al pueblo, Chapo y circo” // By @indiehalda

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Oscar vive con su esposa, su biblioteca musical, su perro y su gato en el sur de la ciudad más guapachosa del hemisferio occidental. Una extraña mezcla de hipster, Godinez, otaku y cargador de central de abastos, Oscar opina de casi todo, regularmente sólo para quejarse.
A Oscar le gusta el post-rock, Haruki Murakami, los atardeceres, el Boing de tamarindo y -para su desgracia- todo lo que engorda, alcoholiza o es socialmente reprobable. Pero hey, se la pasa bastante bien. Su columna habla del acontecer económico, político, social y cultural del DF visto por un moreliano de corazón.

Por Oscar Hernández

Comenzó la época de premiaciones, en la que la crema y nata del cine y la televisión internacional se reúne una semana sí y la otra también a rendir honores a las producciones y personajes más relevantes del año que recién termina. Entre las películas contendientes de este año se encuentra “En primera plana”, filme dirigido por John McCarthy que cuenta la historia del equipo de periodistas del Boston Globe que sacó a la luz los casos de pederastia al interior de la iglesia católica local, que a la postre generaría una ola expansiva de consciencia a nivel mundial.

La película va más allá del histrionismo de Michael Keaton y Liev Schrieber -con memorables actuaciones- y se convierte de inmediato en una obra cumbre sobre la libertad de prensa y expresión, que además habla sobre la responsabilidad que los medios tienen sobre la información y la manera en la que ésta moldea el debate en la sociedad contemporánea.

Inicio mi columna hablando de “En primera plana” y el poder de los medios después del fin de semana de bombardeo inmisericorde de notas, análisis y memes relacionados con la captura del capo de capos, Joaquín “El Chapo” Guzmán, así como la publicación de la entrevista que Sean Penn le hiciera al capo hace un par de meses.

Comencemos por el halo de excesivo triunfalismo que rodeó a la captura: felicitaciones, palmadas en la espalda, vivas y hurras… todo por corregir un error –uno MUY grande-. Es responsabilidad de los medios evitar que este importante punto caiga en el olvido: la recaptura no es un acierto, sino un tropiezo enmendado. Una nación maniatada por la violencia no puede estancarse en las implicaciones de la captura de una de las muchas cabezas de ese monstruo informe llamado “delincuencia organizada” como si esa fuera la solución.

Luego está lo que pareciera una imperiosa necesidad de convertir la captura en una mezcla de alfombra roja y reality show: qué traía puesto, qué veía en la tele durante su huida, qué comía, agenda exacta de los pormenores más insulsos, terceros involucrados hasta en el más mínimo detalle. La investigación criminal hecha farándula, Kafkiano por decir lo menos.

Y como cereza del pastel, la entrevista del señor Penn: un amante de polemizar con el American way of thinking que planea en los límites del rigor periodístico. Leyendo la crónica del acercamiento del capo a través de Kate del Castillo, la “actriz que se la creyó”, observo más a un hombre creando la noticia que buscándola, con el culto a la personalidad hollywoodense flotando alrededor. Lejos de crear envidia en el periodismo nacional y extranjero, la puntada del ganador del Oscar luce como un caso más de “intervencionismo turístico”, que a estas alturas da una combinación de pena y molestia.

Esta mañana de lunes, el noticiero matutino del canal 2 desmenuzaba el operativo de la captura desde la visión de los marinos involucrados. Todo aquel romántico de los despliegues tácticos encontrará más de un área de oportunidad en su proceder. No disminuyo en lo más mínimo su labor de inteligencia, pero al convertir el acto en una simple crónica evidencia errores en aras del “periodismo de espectáculo” que tanto le gusta al público nacional. Lejos de darnos una imagen de profesionalismo, el estrés del momento hace quedar a los participantes como novatos, lo cual abona al fértil terreno conspiranoico, que dice que esto no fue más que un montaje. Yo no lo creo, pero el mal manejo lo hace lucir como tal.

El breve discurso del señor Guzmán en su declaratoria de derechos sobre la entrevista nos presentó de forma cruda –brutal suena mejor- el verdadero rostro de la delincuencia organizada nacional. Un hombre sagaz pero de muy cortos alcances, cuya presentación, lenguaje y formas evidencian que a lo que más tememos como país no es más que a nuestro propio reflejo: malicia ignorante, fortuna rápida, éxito a cualquier precio.

¿Es importante que se haya capturado al hombre más buscado del país? Sin duda ¿Debemos seguir hablando de ello? En lo absoluto. Tenemos agenda llena para este año: la debacle energética y las alternativas que nos harán salir del atolladero presupuestal, cambio climático, violencia que no para, el enorme reto educativo, atracción de inversión extranjera (el año dorado de las armadoras automotrices ya acabó), infraestructura, corrupción, corrupción, CORRUPCIÓN.

No estamos hablando de lo que deberíamos estar hablando, y mucha de la culpa la tienen los medios. Los temas pendientes no son sencillos, y es por ello que parece que nos seguimos refugiando en la sencillez de la captura, regodeándonos en el hecho de que nuestro mayor miedo ya está –de nuevo- en la cárcel. Podemos dormir tranquilos mientras Roma se incendia.

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