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3 de 17/ By @indiehalda

Por Oscar Hernández

Oscar vive con su esposa, su biblioteca musical, su perro y su gato en el sur de la ciudad más guapachosa del hemisferio occidental.  Una extraña mezcla de hipster, Godinez, otaku y cargador de central de abastos, Oscar opina de casi todo, regularmente sólo para quejarse. A Oscar le gusta el post-rock, Haruki Murakami, los atardeceres, el Boing de tamarindo y -para su desgracia- todo lo que engorda, alcoholiza o es socialmente reprobable. Pero hey, se la pasa bastante bien. Su columna habla del acontecer económico, político, social y cultural del DF visto por un moreliano de corazón.
Oscar vive con su esposa, su biblioteca musical, su perro y su gato en el sur de la ciudad más guapachosa del hemisferio occidental. Una extraña mezcla de hipster, Godinez, otaku y cargador de central de abastos, Oscar opina de casi todo, regularmente sólo para quejarse.
A Oscar le gusta el post-rock, Haruki Murakami, los atardeceres, el Boing de tamarindo y -para su desgracia- todo lo que engorda, alcoholiza o es socialmente reprobable. Pero hey, se la pasa bastante bien. Su columna habla del acontecer económico, político, social y cultural del DF visto por un moreliano de corazón.

-¿Como qué de todo quieres que te cuente? ¿Cómo es un infierno que después de que te has matado por tratar de que un paciente salga adelante te digan que al final no hiciste nada? ¿Que les vale madre que te desveles y te desvivas por que todo salga bien si alguna cosita salga mal (sic) eres la peor del mundo?- Fueron las preguntas que iniciaron mi conversación con Mónica (he cambiado los nombres para proteger la identidad de los participantes), una simpática oncóloga celayense actualmente en el DF con quien comparto gustos musicales.

Sus preguntas nacieron de la convocatoria que lancé hace unos días, en la cual pregunté a mis amigos doctores su opinión sobre #YoSoy17, el movimiento surgido de la protesta por el veredicto sobre el caso de Roberto Gallardo, joven fallecido en 2009 por supuesta negligencia médica, y que involucra el procesamiento de 16 médicos del hospital de pediatría del IMSS en Jalisco.

A primera instancia, este movimiento y su forma de representación en redes sociales, que recuerda al #YoSoy132 de hace un par de años, sonaba a uno más de esos movimientos activistas en nuestro país, donde la indignación resulta más bien efímera y los resultados escasos o nulos. El fondo de #YoSoy17 y las personas que lo conforman me dicen que este podría cambiar (ya lo está haciendo) la forma en que se llevan a cabo las protestas en nuestro país.

En las palabras de Mónica siento frustración y enojo. En una parte de la conversación me confiesa su interés en dejar la práctica para dedicarse a la investigación “no quiero tener pedos legales”, afirma. Al mismo tiempo encuentro en ella el profundo amor que cualquier persona con vocación médica siente por su profesión. Una valentía que difícilmente se observa en el ejercicio de otras profesiones.

Miguel, residente en Guanajuato y amigo desde hace más de 10 años, profundiza sobre lo injusto que resulta el veredicto del caso Gallardo “La infraestructura de salud pública tiene décadas rebasada. Los médicos dan lo mejor de sí con recursos muy limitados” me comenta. Y, para aquellos que han utilizado los servicios del IMSS, ISSSTE o SSA alguna vez, saben que esa es una verdad lacerante en este país, donde muchas veces la inversión se queda en manos de funcionarios corruptos, dejando en total indefensión a los miles de trabajadores de la salud.

“Esto no es nuevo. Los medios llevan algunos meses pegándole con todo a los doctores, a raíz de los casos de partos espontáneos que ha habido, y donde la culpa siempre recae en el médico” continúa Miguel. Los procedimientos de atención indican que cualquier mujer en labores de parto debe cumplir ciertos criterios para poder ser hospitalizada. Muchas de las mujeres en estos casos presentan similitudes en su perfil: nivel socioeconómico bajo, provenientes de ambientes rurales (muchas veces indígenas), las cuales no siguen las recomendaciones de seguimiento al parto y que acuden por única vez a consulta cuando están por dar a luz.

Las campañas de educación sobre ese y otros temas de salud son tan extensas como el presupuesto lo permite, y siempre está latente el desinterés hacia el tema de la campaña. De ahí el explosivo crecimiento en situaciones totalmente prevenibles en este país: diabetes, enfermedades cardiovasculares, embarazos juveniles y un amplio etcétera.

Azalia regresó hace un par de semanas a Morelia, debido a un proceso legal de negligencia médica que la obligó a dejar Estados Unidos, dando al traste su proceso de solicitud de residencia. “Es totalmente injusto. El paciente decidió salir por su propio pie del hospital sin avisar a nadie y ahora demanda por negligencia dado que no lo hospitalizaron por un cuadro que no ponía su vida en peligro”. Resulta difícil cuando uno es el paciente mantener la calma ante el dolor, más si el mismo está en un familiar: un padre, un hijo. Pero buscar beneficio económico de ello en lo personal demuestra una muy pobre calidad humana.

“Lo que busca es recuperar el dinero que gastó por tratarse en un sitio privado. Y sacar ventaja económica de ello. No comprenden que esa decisión le dio en la madre a la vida que estaba construyendo” continúa Azalia, quien asegura que el proceso en su contra no presenta fundamento alguno. Ahora, con 2 hijos, espera la resolución de su caso, mientras reinicia su vida en el lugar que hace apenas unos meses había abandonado para comenzar una mejor. Esperanzada, su tono de voz denota tristeza y resignación.

“#YoSoy17 nace de la indignación. Desde el movimiento de 1964 no había una convocatoria tan grande del sector médico en México” me explica Miguel. “La revolución de las batas blancas”, documental de Alejandro Albert, explica el nacimiento de una movilización que, como hoy, vio cómo se estigmatizaba la labor profesional del médico, y exigía una mejora en la infraestructura y las condiciones laborales, así como un “alto al fuego” mediático que ponía en entredicho el profesionalismo del ejercicio médico.

A 50 años del movimiento, desconocido por muchos el día de hoy, #YoSoy17 persigue los mismos fines, y ahora gracias a la movilidad que permiten las redes sociales, engloba a decenas de miles de médicos, enfermeras, nutriólogos y profesionales de la salud que buscan recuperar la dignidad y el alto nivel de servicio que involucra el cuidado de la salud de un país que hoy, lamentablemente, está enfermo.

Y es que este país está muy enfermo: es diabético, hipertenso, obeso. Y lo peor de todo, tiene Alzheimer. Olvida muy pronto lo relevante, y de esa forma está destinado a cometer los mismos errores una y otra vez. Uno de ellos es acusar al sector de la salud de sus males. Levantar el dedo señalando a aquellos que pasan jornadas interminables buscando el bienestar del paciente, aquellos que pueden equivocarse, igual que usted, yo o cualquier otra persona. Aquellos con la enorme responsabilidad de cuidar de su vida y la mía, querido lector. Y a quienes pocas veces agradecemos como debiéramos.

Al inicio de la columna hablaba del potencial de #YoSoy17 como movimiento social trascendente en México. Y es que en él veo no sólo enojo y frustración, veo una plataforma de demandas justa y asequible, una movilización pacífica (los invito a leer la convocatoria a marcha del 22 de junio y verán que no piensan desquiciar a las ciudades donde se llevará a cabo) y que, al final del día, sólo busca respeto y entendimiento al ejercicio de la profesión médica.

Muchos movimientos sociales podrían aprender una o dos cosas de #YoSoy17. Yo he aprendido algo ya. Y prometo comer mejor, hacer ejercicio y darle un fuerte apretón de mano (abrazo al que se deje) a todo aquel médico que en mi vierta su conocimiento para aliviar cualquier malestar.

Mónica, Miguel y Azalia son 3 de las miles de historias de médicos en este país. 3 de los 17. Gracias a ellos por su tiempo, su esfuerzo y por poner su grano de arena en un país que hoy los castiga, poniéndose su bata blanca y dedicándose a lo que mejor saben hacer: cuidar a los demás.

Más mexicanos de estos, por favor.

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