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Las reformas de Peña y la inmortalidad del cangrejo

Por Toño Aguilera

“El hambre, la opresión y el desengaño son ley inalterable de la vida”

George Orwell, Rebelión en la Granja

Espacio mordelón del quehacer y deshacer de nuestros míticos políticos michoacanos
Espacio mordelón del quehacer y deshacer de nuestros míticos políticos michoacanos.

¿En qué momento fue que se jodió este país? ¿Cuándo México dejó de ser una nación que velara por el desarrollo de su población y defendiera sus más intrínsecos valores, costumbres y patrimonio? ¿A quién o quienes se les debe de culpar de la situación actual, de inseguridad rampante, crisis económica boyante, exclusión social, indiferencia ciudadana y anarquía política? ¿Dónde quedó el proyecto original de esta nación, ese que cobró la vida de insignes como Hidalgo, Morelos, Juárez, Cárdenas, Zapata, Villa y muchos otros?

La situación de México es, como sórdidamente lo han expuesto varios investigadores como Alfonso Reyes, Leopoldo Zea, Samuel Ramos, Emilio Uranga y Octavio Paz, una tragicomedia absurda, en donde los mexicanos nos reímos desesperadamente de nuestra crítica situación, pero en donde nadie hace nada por cambiarla.

Resulta hilarante ver la actitud de los ciudadanos de Morelia que se sienten indignados porque un grupo de consuetudinarios manifestantes protesta y toma calles, pero que acepta de mala gana un incremento más en la tarifa del agua potable, la quinta en menos de nueve años. Lo mismo se puede decir de los gasolinazos que cada primer sábado de mes nos receta el gobierno federal en turno y en cambio sin conocimiento de causa condenamos a los infiernos al “dictador” de Hugo Chávez, cuando en su país el litro de gasolina cuesta 50 centavos mexicanos.

Tal vez más risible resulta que nos preocupemos más por la derrota de la Selección Mexicana, del inefable Monarcas Morelia, de la telenovela en turno, del trasero de Rihanna o del embarazo de no sé cual fulana, mientras tanto la inseguridad crece como hiedra, la corrupción se desborda por todos nuestros ámbitos públicos y privados, los precios de los productos básicos se disparan al máximo, se pierde calidad en nuestro sistema educativo, se fugan capitales al por mayor, proliferan los problemas sociales, las ejecuciones, la violencia intrafamiliar, el desempleo, los embarazos en adolecentes, los crímenes de odio, y un  infame etcétera.

El mexicano es aquel que no ve o no quiere ver que el Rey va desnudo, como lo narra el cuento. Prefiere hacerse de la vista gorda ante su desesperante realidad, y opta por confiar en designios divinos un cambio en su situación. Vive a la buena de dios, como también se suele decir.

Y no es de extrañar que en este… como le podemos decir: indiferencia, o ensimismamiento, o tozudez por negarse a cambiar, o de plano apendejamiento, lo cierto es que el mayor mal que se ha enseñoreado en México, más allá de la delincuencia,  es la corrupción.

Negada y condenada sin miramientos, pero practicada por todos, la corrupción es la mayor enfermedad de esta nación. Modalidades de la corrupción son: el tráfico de influencias, el contrabando, el soborno, el peculado, el uso privado de bienes públicos, el castigo al inocente, la tolerancia al crimen, la indiferencia ante la pobreza. Se trata de prácticas por todos conocidas, de formas de conducta familiares, y en las que de una u otra manera incurre la inmensa mayoría de la población.

Sin embargo, lo que la gente resiente pero no comprende es que la corrupción significa, gradualmente, la destrucción de la vida institucional, el desprecio por la legalidad, y el triunfo de la ilegitimidad e inmoralidad. Una sociedad corrupta es una sociedad en estado de descomposición, y por ende una sociedad injusta.

Y la corrupción política es aún más inmoral, porque es alevosa y ventajosa. La corrupción tiene muchos apellidos: llámese Calderón Hinojosa, llámese Godoy Rangel, llámese Salinas de Gortari, llámese Fox, y llámese Vallejo Figueroa (militantes y empleados del PRI abstenerse de rasgarse las vestiduras, ya que allí está el caso de la tolerancia del ex alcalde al fraude financiero en el Ooapas y otros casos).

Sin embargo, dada nuestra cultura actual, suele verse al corrupto, al delincuente, al matón con aureola de Héroe y más allá de evitar repetir su historia, se suele idolatrar su biografía e imitar su semblanza.

En los primeros 100 días del actual gobierno del “nuevo” PRI que se instaló en Los Pinos, la clase política nacional nos está vendiendo –y bombardeándonos para ello con millones de spots y anuncios- sobre las bondades de un supuesto Pacto “por” México, en el cual se contemplan una serie de reformas a nuestro marco constitucional y legal para presuntamente impulsar la “competitividad” en México, o lo que eso signifique.

Para ello, con gran caudal de recursos a su disposición, se ha puesto en la agenda nacional cuatro grandes reformas, que dicen que nos sacarán del pozo: reforma educativa, reforma fiscal, reforma en telecomunicaciones y la joya de la corona, reforma energética.

Es justamente en estas cuatro áreas donde más se ha acendrado la corrupción en México. La educación estuvo o sigue estando secuestrada por el antes poderoso y ahora subordinado Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, que le fue arrebatado de las manos a Elba Esther Gordillo para ser entregado al PRI.

Las telecomunicaciones son la muestra de la imposición del mayor poder fáctico del país, el llamado duopolio televisivo y el monopolio telefónico, la guerra Slim contra Televisa y Tv Azteca es de mayor envergadura que la muy calderonista guerra contra el crimen organizado; es en este sector en donde perviven las mayores mafias de México.

En la cuestión fiscal, el objetivo de gobierno es que la mayor parte de la población pague lo que no se atreven a cobrarles a las grandes empresas en México, al capital especulativo y a las firmas extranjeras. Para ellos existe la amnistía y el perdón fiscal, y para todos los mexicanos se nos viene el IVA a alimentos y medicinas.

Y el sector energético, sobre las torres de Pemex zopilotean todos: desde la Shell, la Texaco, la British Petroleum y muchas otras, hasta el clan de los Mouriño y los hijitos de Martha Sahagún.

La venta o remate por parte del país está a la orden del día, y tal parece que la mayor parte de los partidos políticos la aprobará como lo mandan las grandes trasnacionales, previó bombardeo de cañonazos de chequesillos, depósitos y apoyos para futuras elecciones.

Lo cierto es que en México a casi nadie le interesa, le importa o incluso hasta dicen que les afecta.

En resumen, recuerdo la tonada de una canción que estaba en boga cuando era niño y que versaba: “sacaremos es buey de la barranca”. Allí estamos, contemplando al buey, pero lo que no sabemos es que somos nosotros los que estamos en la barranca.

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