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¡Fúmale o eres puto! // By Ruy Carreño

Soy Rodrigo Carreño, orgulloso “Terra-Calentano”, guerrerense de corazón, egresado de la Licenciatura en Derecho por la FES Acatlán de la UNAM; un tipo sencillo, apasionado por la vida; la curiosidad me hace vivir en una constante búsqueda, aprehensor de palabras y versos, amante de la poesía y de la mujer, como la obra más bella y perfecta de la creación. Mi perversidad es tan grande, que los haré diabéticos con tanta miel. En la patria de las letras, existe una revolución constante, limitar éste espacio sería atentar contra la libertad, aquí hablaremos de muchos temas poesía, arte, música, folclore, de lo cotidiano, política y de temas jurídicos de interés general; la imaginación encuentra sus límites en lo infinito.
Soy Rodrigo Carreño, orgulloso “Terra-Calentano”, guerrerense de corazón, egresado de la Licenciatura en Derecho por la FES Acatlán de la UNAM; un tipo sencillo, apasionado por la vida; la curiosidad me hace vivir en una constante búsqueda, aprehensor de palabras y versos, amante de la poesía y de la mujer, como la obra más bella y perfecta de la creación. Mi perversidad es tan grande, que los haré diabéticos con tanta miel. En la patria de las letras, existe una revolución constante, limitar éste espacio sería atentar contra la libertad, aquí hablaremos de muchos temas poesía, arte, música, folclore, de lo cotidiano, política y de temas jurídicos de interés general; la imaginación encuentra sus límites en lo infinito.

Por Ruy Carreño

La tarde del miércoles caminaba por la alameda central en Bellas Artes, cuando me encontré frente a un grupo de adolescentes y niños; el chispazo fue inevitable, al momento de ver a uno de ellos (el autor de la frase que origina el tÍtulo) darle un cigarro a quien era quizá el menor del grupo y al tiempo otro le decía: –“¡Fúmale o eres puto!”; mientras otro le respondía –“¡¿Wey, le vas a dar a tu hermano?!”.

Al hablar contra los vicios en la mayoría de los casos, es atentar al derecho a la libre determinación, y muchas veces al hacerlo puedes ser tildado de conservador, puritano o panista (que es casi lo mismo); a decir verdad, yo fui muy precoz al intentar fumar por primera vez, iba en la primaria, cuando seducido por el encanto de las fumarolas y esas ganas de sentirse grande te llevan a cometer cosas que hasta ese momento no sabes que son estúpidas.

Experimenté y junto con mi tío (que era un año mayor que yo) prendimos los cigarrillos, sin entender siquiera como aplicar ese mecanismo de inhalar el humo a los pulmones para exhalarlo después, con esa pasión desbordada que sienten los fumadores. Ésto duró hasta aquel día en que mi Abuela nos “agarró en la maldad” y nos quitó la cajetilla de cigarros “Fiesta” y nos dejó helados; gracias a mis ruegos no nos delató, sin embargo, mi Abue siempre me chantajeó con eso, hasta que por fin encontré la cajetilla de cigarros y borré de plano la evidencia; quizá lo más raro e inexplicable a la vez, es que en mi familia nadie fuma, no lo hice por imitar a nadie (la curiosidad otra vez).

Según la Organización Mundial de la Salud, “hay casi mil millones de hombres y 250 millones de mujeres que fuman en el planeta; se calcula que cada día empiezan a fumar entre 82 000 y 99 000 jóvenes; muchos de ellos son niños de menos de 10 años y la mayoría vive en países de ingresos bajos y medios” (Boletín de la Organización Mundial de la Salud 2010; 88:2-2. doi: 10.2471/BLT.09.069583)

Después de mi brevísima experiencia con la fumada, a la fecha sólo fumo la pipa de la paz y algún buen habano una vez al año; nunca aprendí a inhalar el humo de tabaco, soy fumador casi del todo pasivo.

No tengo nada en contra de los fumadores, pueden hacer con su vida lo que les dé en gana, lo cierto es que la niñez está cautiva en un problema de salud de proporciones inconmensurables, los círculos sociales, los círculos de amigos, son también círculos viciosos.

Quizá lo que jamás he tolerado de las personas que fuman, es por qué son tan sucios; luego de robarle el último aliento de vida al cigarrillo, sin meditación ni ventaja, ¡sin vergüenza!, como un instinto natural que obedeciera tal vez a las leyes de la gravitación universal: tiran la colilla al piso.

 

… Y tú ¿fumas o eres puto?

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