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Triángulo amoroso

Por P. Pistolas

Acostumbrados a los records mundiales a lo máximo entre los de más de 600 mandatos del Torah o Ley de los judíos le preguntan a Cristo cuál es el más importante a lo que Cristo contesta: “Es el amor al prójimo, porque sólo a través de él se puede llegar al amor a Dios, siendo dos mandamientos del Amor, pero sólo un Amor y la medida es el Amor propio, pero no el fin”. Todo comien

za pues por amarse como debe ser, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas.
El egoísta no acepta sus errores, es envidioso, acaparador, quiere opacar a los demás, quiere siempre robar cámara, se alegra con los errores de todo mundo, es criticón, piensa mal, es hipócrita, falso, ambicioso, ventajoso, desagradecido, y por lo tanto termina siendo infeliz, sin gozar de nada, dueño de todo, dueño de nada. El sacerdocio del Antiguo Testamento era temporal, un año era su duración, dedicado a sacrificar animalitos, en cambio el sacerdocio de Cristo es eterno, santo, fuerte, único, universal, compromete a toda la persona, guerrero en contra de la maldad, siempre nuevo, humano, como convenía, sin temor a la muerte, desprendido, practicante del amor al prójimo y de oración, mucho ojo hermano sacerdote, también todo fiel cristiano porque participa del sacerdocio común, aunque no sea consagrado.
El culto a los fieles difuntos tan arraigado en nuestros pueblos indígenas desde tiempos prehispánicos, tiene su cabida en el cristianismo por el culto a nuestros santos mártires y virtuosos de tiempos pasados que siempre oraron y siguen intercediendo por nosotros desde el cielo. La razón humana siempre busca su bienestar personal. Sin embargo el amor nos obliga a dejar un poco ese bienestar personal y volcarnos a ver primero la voluntad de Dios que quiere la felicidad de todos los que nos rodean sobre todo los pobres y débiles, socorriéndolos, curándolos, perdonándolos, y amándolos con un amor personal, como Cristo a quien le costó su propia vida. Que Dios los bendiga.
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