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“Las víctimas de la vergüenza” // By @indiehalda

Oscar-Hernández-Desde-La-Capital


Por Oscar Hernández

Hace un par de días dimos posada en casa a una buena amiga experta en derecho digital. Andaba de visita en el DF en ocasión de un foro auspiciado por el gobierno local, el cual trataría sobre el “buen uso” de las plataformas digitales, en específico sobre Periscope, la conocida herramienta de Twitter para hacer transmisiones en tiempo real.

El foro se agendó a raíz de las actividades de Arne Aus Den Ruthen, el famoso City Manager de la delegación Miguel Hidalgo, y su cruzada en aras de evidenciar todas las conductas que dañan el buen vivir en este monstruo citadino: tirar basura, estacionarse en lugares prohibidos, apropiarse de la vía pública… aquellas cosas que poco a poquito dañan más que la burocracia o el mal gobierno.

La idea del gobierno es clara: el evidenciar al vecino gandalla, cochino, corrupto o como quiera usted llamarle, y mostrar en redes sociales su franco desinterés por seguir las reglas cívicas elementales, atenta en contra de los derechos humanos, en específico el derecho a la privacidad.

Los que proponen argumentan su postura con una ley que, tras una leída en forma, no deja muy claro el papel que cumplen las herramientas electrónicas en lo que parece será la nueva forma de “hacer gobierno” en los próximos años, de tal forma que la misma ley se contradice en el artículo siguiente al que el gobierno hace mención.

Si me lo preguntan, yo soy un “Arnelieber”: durante años fuimos testigos de pequeños actos de impunidad ciudadana sin poder hacer más que el chinito: nomás milal. Y, si bien la gestión pública no puede vivir de streaming en streaming, la labor del “mánayer” de ir por ahí mostrando lo que años de abandono han provocado en nuestra forma de convivir se me hace un primer paso hacia recuperar los espacios públicos.

Seamos honestos: no sé si por genética o costumbre, pero el grueso de la población nacional sólo aprende por la mala. Somos fanáticos de no escarmentar en cabeza ajena, y es hasta que nos vemos en la “penosa necesidad” que finalmente hacemos las cosas que pudimos hacer bien y de buenas.

La vergüenza es un poderoso motor en nuestra sociedad, y Arne lo ha utilizado con humor y valentía, y digo valentía porque a la hora de los fregadazos la charola no sirve de mucho: como ejemplo ahí está el penoso levantón que le hicieran hace unas semanas y los conatos de bronca que ha tenido aquí y allá. Pelear contra la necedad no debe ser una tarea fácil.

Y ahora resulta que quieren legislar para que, tras cachar al sujeto en la movida, el funcionario le pida permiso para grabarlo. No, ps sí. Esa es la propuesta avalada por la CONAPRED, esa comisión que pareciera actúa como mamá cansada de ver a sus retoños pelear “Sutano, no le digas baboso a perengano, lo estás discriminando”. Ridículo por decir lo menos. Amonestaciones que se las lleva el viento.

La privacidad de cualquier individuo termina tan pronto pone un pie fuera de su casa. Y cualquier cosa -buena o mala- que hace en el espacio público tiene un impacto en la sociedad. Además de evidenciar, el gobierno debe pensar en un plan de re-educación amplio que deje un preámbulo sobre sus actividades correctivas, y trabajar sobre el típico “sobre advertencia no hay engaño”.

Años de una sociedad permisiva harán de esto una labor titánica, en la que habrá que luchar contra el típico virrey de la cuadra, que piensa que puede hacer lo que le venga en gana porque hasta hoy nadie se lo ha impedido.

O podemos irnos al extremo, como Singapur. El que ahora es uno de los países más avanzados económica y socialmente hablando, estableció bajo el mandato de Lee Kwan Yeu, el artífice de la transformación del país asiático, un régimen basado en la penalización de las más pequeñas faltas.

Si usted, querido lector, alguna vez visita aquel país, ni se le ocurra la tontería de dejar el chicle pegado en la calle, tirar basura o no cruzar por la cebra peatonal, o se verá obligado a pagar una multa o incluso a pasar un par de días en la cárcel.

Si para evitar dicho régimen tenemos que chutarnos a un cuate que nos cache in fraganti haciendo mal las cosas, y exponernos así al escarnio público, lo acepto con gusto.

Yo creo que no tendríamos que exponernos a ninguna de las 2 alternativas, y hacer simple y llanamente lo que nos toca. Pero hey, no me hagan caso.


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