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La ruta de la crítica fácil // By Luis Fabián Fuentes Cortés

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Por Luis Fabián Fuentes Cortés

En la calle se oyen a diario frases como:

Los normalistas/ la CUL/ los maestros/ parecen guerrilleros. Esas escuelas/ casas/ sindicatos solo sirven para formar gente violenta.

El colgar el calificativo es fácil. Más cuando los medios recitan una y otra vez el mismo mensaje. Las personas que mencionan este tipo de oraciones en la calle ¿Habrán estado alguna vez cerca de los grupos guerrilleros? ¿Entenderán el fenómeno de la guerrilla, incluyendo sus causas y motivaciones? ¿Conocerán a algún guerrillero? ¿Tienen familiares o amigos en las casas de estudiante, la normal o el sindicato? ¿Se han sentado con ellos, en forma empática para entender las razones de estos grupos? ¿Entienden las aristas de la evaluación de organismos como el CENEVAL o ni siquiera saben que significan esas siglas? ¿Entienden el fenómeno de la violencia que va más allá de las movilizaciones y que se manifiesta en otras formas como la narco-cultura, la cual se muestra hasta en televisión por telenovelas, en la radio por medio de la música, y las ejecuciones, que ya se volvieron cotidianas, pero frente a las cuales solo guardamos silencio?

Fenómenos como la movilización social, la violencia, la guerrilla no son asuntos fáciles. Por eso no pueden ser abordados a la ligera ni como un asunto lineal o mecánico, tipo causa-efecto. Requieren un análisis histórico y de contexto. Lo peor es que la mayoría de las personas no están acostumbradas a este tipo de análisis y están acostumbradas a tomar decisiones basadas en la crítica ligera. Ahí tenemos a los muchachos de la UMSNH que llegan basados más en un asunto emocional que en un análisis del problema que enfrentan. Por eso terminan avanzando hacía la violencia como respuesta inmediata ¿Qué persona llega a un dialogo con un casco y una señal de transito como escudo?

No es posible un avance efectivo sin un análisis de la realidad concreta que rebase los discursos con los que se nos bombardea y que apelan efectivamente a las emociones y, por ende, la respuesta que logran estos discursos termina siendo emocional y aterriza en guerras de pedradas donde no se entiende lo que sucede, solo se actúa y ya. Los medios han entendido eso. Saben cómo se debe armar una nota, hacer una entrevista o tomar una foto para generar una emoción determinada. El discurso tiene que llevar un determinado lenguaje. Usar la palabra guerrillero, aunque la situación no tenga que ver con una guerrilla o reducir un fenómeno complejo a un juego de “el bando de los buenos” contra “el bando de los malos” son formas discursivas utilizadas frecuentemente en los medios. Levantar las cejas, fruncir el ceño, hacer cara de asco, también inyectan una emoción al escucha o televidente. Seleccionar los tiempos y formas para presentar informaciones. La misma dicotomía ejercida por Chabelo cuando su equipo competía contra el del señor Aguilera, sin que nos quede claro por qué razón unos son buenos y otros son malos.

No hay forma de que un medio sea objetivo. Todos los medios tienen una agenda, aunque las cabeceras digan lo contrario. Todos buscan dirigir a sus lectores en algún sentido, especialmente cuando se plantea un conflicto de intereses. A los lectores y escuchas parece no importarles este asunto y terminan aplaudiendo a quien dice lo que quieren oír, cuestión de emocionalidad disfrazada de racionalidad y de buscar a ultranza un referente al cual atarse y una idea con la cual comprometerse. Que alguien nos diga que pensar, a quien odiar, a quien amar y como donde y cuando hacerlo. Los medios nos ahorran la molestia.

“¿A dónde más iremos señor, si solo tú tienes dichos de vida eterna?”. Parafraseando una frase bíblica, nos hemos acostumbrado a eso, a seguir, a que alguien más nos diga que hacer y por qué hacerlo. Se vuelven fuentes incuestionables. Por eso los seguidores de Carmen Aristegui se molestaron con su salida de MVS “¿A dónde iremos si solo tú nos puedes dar el análisis correcto sin tener que hacerlo nosotros?” Somos el niño que copia la tarea, pero que su imposibilidad de pensar por sí mismo lo lleva solamente a actuar, sin pensar en lo que hace, en un simple repetidor y hacedor de cosas pensadas por una supuesta autoridad inmersa en un juego de buenos y malos.

No solo ocurre en los que califican y descalifican a la ligera a los movimientos sociales, este fenómeno también ocurre del otro lado. Ya se citó el ejemplo de Aristegui, Roger Waters es otro buen ejemplo donde se aplaudió emotivamente sin considerar contextos, es más, ni siquiera se hizo el análisis del discurso. Entre la euforia propia del evento y el sentimiento de los fans no hubo tiempo de ponerse a pensar en el asunto. La inmediatez de llamar a Donald Trump pendejo sin oculta los intereses y personajes beneficiados tras su programa político. No nos dice quien mueve los hilos ¿Acaso un pendejo puede llegar solo a la presidencia sin una estructura que lo vuelva popular? Eso nos lleva al caso Peña Nieto, donde los “críticos” desde su banqueta no se han cansado de repetirlo como loros y, sin embargo, el “pendejo” no da señas de renunciar. Habría que repensar si el asunto del insulto como crítica fácil no se revierte en contra de los que lo promulgan con emoción solo por qué el concierto está poca madre. “Presidente, escuche a su pueblo”. Peña lo hace todos los días. Sabe a qué intereses y personajes de ese concepto ambiguo, “pueblo”, obedecer. Su papel como burócrata es efectuado a la perfección. “Peña Renuncia”, la renuncia a secas de Peña ¿Sirve de algo sin que exista una propuesta revolucionaria que sea capaz de cambiar el asunto? El problema de Waters y sus fans no es solamente la reacción emocional, la cual no sirve ni para mantener sus gritos de consigna, los cuales se apagan cuando comienza la siguiente canción, la cual está muy chingona y suena mejor que ese conteo de cuarenta y tres estudiantes desaparecidos, es Comfortably Numb y es más chido corear “Hello…” que seguir con ese insípido conteo, por lo tanto, tampoco hay una sensibilización efectiva, muchos de los que aplauden no se movilizaran, no saldrán a la calle a pedir justicia, mucho menos la renuncia de Peña. Euforia, crítica ligera y después nada. ¿Golpe mediático? Ni para eso, a los dos días ya no es tema de conversación. Peña sigue siendo presidente. ¿Sirve para difusión internacional? No hay posicionamientos, apoyo, eco o siquiera un comunicado de organismos internacionales hasta la fecha. En efecto, es solo un show, no un evento político que espere algo más de los fans. Pero la gente se orgasmea y sobredimensiona. Crítica fácil, hecha con el estómago y mantenida con los riñones. Los patrocinadores de Trump y Peña no aparecen en las pantallas gigantes. Las compañías que se han beneficiado de la Ley de Medios (Televisa, AT&T, TV Azteca y OEM), la reforma laboral o la reforma energética tampoco aparecen en el discurso. Los asistentes se van al bar a eliminar con cerveza la seca de la marihuana.

El EZ anuncia su intención de participar en la campaña electoral. Los militantes de MORENA hacen gala de su crítica fácil y hablan de planes del PRI para quitarle votos a su indestructible y eterno candidato, el cual ni tardo ni perezoso sale a dictarles línea. Nadie dentro de MORENA lo contradice o cuestiona. El jefe ha hablado y no hay marcha atrás. Otra vez, crítica apasionada, sectaria y barata. ¿Entienden que el programa de su partido es progresista antes de pasar siquiera por la izquierda aunque el discurso suena bonito? Pensar no cuesta nada, pero aceptar las palabras del jefe, sin cuestionarlas, es menos que nada. Tan fácil como calentar la sartén y echar los huevos cuando está caliente.

En los tres casos, el error es fácil de detectar. El discurso ubica el problema en las personas, los personajes que aparecen en el escenario: Trump, Peña, Salinas antes que en un asunto de sistema, en el cual deben ser analizadas las partes que componen la totalidad. Los seguidores eufóricos quedan al mismo nivel que las personas que llaman guerrilleros (como si fuera algo peyorativo, solo habría que recordar que el zapatismo en la Revolución Mexicana era un movimiento basado en la guerra de guerrillas), vándalos y demás a los manifestantes. Por eso, basta con decirles pendejos, pedirles que renuncien (Jajaja… risas gratuitas, ahorita renuncian solo porque lo pide una multitud emocionada por un concierto en el Zócalo) y mentarles la madre. Algunos se toman la molestia adicional de buscar en el mundillo académico a alguien que les dé permiso de ejercer la crítica ligera, ignorando si el académico tiene sus propios intereses metidos en el asunto, se encuentra un discurso perrón y el resto es comprarse una camiseta que diga: “yo estuve ahí”, “soy parte de…”.

Giovani Sartori advertía al respecto al señalar que nos hemos convertido en una sociedad donde lo visible está por encima de lo inteligible. Es más fácil aceptar y asimilar que llevar a cabo un proceso de crítica que nos lleve a entender la realidad concreta y la totalidad del fenómeno, limpiar el ruido y saber quién y hacía donde dirige cada mensaje que escuchamos. Esa capacidad de pensamiento crítico es urgente en un mundo cuyos conflictos exigen algo más que soluciones inmediatas.

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