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Primaria

Por Luis Fabián Fuentes Cortés

Nací en Zamora el primero de enero de 1982. Diría que soy el típico capricornio, pero no creo en tonterías. Mi vida académica me ha llevado a varias partes del país: Guadalajara, Querétaro, la Ciudad de México, Guanajuato, Salamanca y Morelia. Estudié Ingeniería en Industrias Alimentarias en el Tecnológico de Zamora, la maestría en Ingeniería Mecánica en la UMSNH, institución donde actualmente estudio el doctorado en Ingeniería Química. Profesionalmente, he sido consultor de algunas empresas y docente. Estoy casado con la ciencia y la tecnología, pero me gusta ser infiel y a veces me escapo y le pongo el cuerno con la música, la poesía y la Filosofía. En ocasiones he sido activista político, cuando la causa me convence, afortunadamente mi disciplina y ética no me da para pertenecer a ningún partido político.
Nací en Zamora el primero de enero de 1982. Diría que soy el típico capricornio, pero no creo en tonterías. Mi vida académica me ha llevado a varias partes del país: Guadalajara, Querétaro, la Ciudad de México, Guanajuato, Salamanca y Morelia. Estudié Ingeniería en Industrias Alimentarias en el Tecnológico de Zamora, la maestría en Ingeniería Mecánica en la UMSNH, institución donde actualmente estudio el doctorado en Ingeniería Química. Profesionalmente, he sido consultor de algunas empresas y docente. Estoy casado con la ciencia y la tecnología, pero me gusta ser infiel y a veces me escapo y le pongo el cuerno con la música, la poesía y la Filosofía. En ocasiones he sido activista político, cuando la causa me convence, afortunadamente mi disciplina y ética no me da para pertenecer a ningún partido político.

 Eran los años 80. Asistí a una escuela pública que hasta hace unos años había sido de palitos. La construcción seguía en proceso y había bardas a la mitad y salones sin vidrios cuyas ventanas estaban cubiertas con costales de plástico.

Teníamos una buena profesora, sabía de muchas cosas, no solo Matemáticas, Historia y esas cosas que se manda a los niños a que aprendan a la escuela. También sabía de política, nos hablaba de las tranzas de Salinas.

En aquellos años, apenas se veían las primeras actividades del movimiento magisterial democrático, curiosamente, los mejores profes que tuve en la primaria eran parte del movimiento. En aquella aula escuché por primera vez el nombre de una tal Elba Esther.

También escuché sobre la llamada reforma educativa que hoy ya no es solo el fantasma que ronda el sistema educativo, es la realidad con patas que camina sin tropiezo. Los profes hablaban de fraudes electorales y de las necesidades futuras de agentes revolucionarios o que al menos quisieran cambiar el mundo.

Para mí, en aquel momento, me resultaba un asunto ajeno. Lo importante era saber quiénes eran los cholos peligrosos del barrio. Saber qué barrio se había enfrentado con otro. Ir con mis amigos a explorar las zonas de parcelas y capturar peces, en los pocos canales aún vivos de la zona de Zamora. En las chiquidiscos tocaban generalmente a banda machos y la moda entre las niñas era Pablito Ruiz y peinarse bajo el estándar de la revista Eres.

En mi aula había de todo: cholos, morros futboleros, drogadictos, expertos en Street Fighter y demás videojuegos, aspirantes a fresas sin dinero y hasta uno que otro dealer dando sus primeros pasos, incluso un par de no tan niños que ya rondaban los dieciséis o dieciocho años, los cuales además eran los encargados de hacernos paro contra los abusones de otros grupos. Incluso, algún compañero cargaba navaja en la mochila, pero jamás lo vi utilizarla.

Con las dinámicas escolares y la violencia de estos días, varios padres se escandalizarían, pero eso era lo normal en esa época La violencia escolar estaba presente, los agarrones al final de clase eran cotidianos y más de una vez me tocó ser parte en alguno de ellos, sin embargo, para los contextos actuales, eran peleas honorables: uno contra uno, sin armas y sin paros.

Al terminar la escuela, yo no le veía tanta importancia a la graduación, incluso ahora, sigo sin verle lo trascendente. Era solo un papel más. Varios de mis compañeros aún tienen enmarcado el certificado. Para mí eran más importantes las experiencias acumuladas en esa etapa y mientras algunos lloraban en la ceremonia viendo hacía el pasado, en mi cabeza pesaban más las cosas por venir: la secundaria, la pubertad, la nueva escuela. A largo plazo, creo que era el menos ambicioso y con ideas más inmediatas.

No pasó un mes antes de que supiera de los matrimonios forzados por embarazos de algunas compañeras, otros se integraron a la planta laboral, otros entraron a la secundaria, pero el costo de libros y uniformes, los cuales no eran gratuitos en esa época, los hizo retroceder y terminar buscando trabajo y con quien casarse.

Es raro encontrarme a mis ex compañeros en estos días, no solo por la distancia geográfica, sino también por los contextos en que nos movemos. A decir verdad, creo que ya no los reconocería. A veces me toca tomar taxi en Zamora y termino con alguno de ellos de chofer. Me da gusto verlos y saber que sobreviven, como el resto de la gente.

No me imagino si llegamos a ser lo que nuestros padres y profesores esperaban. Seguimos sin cambiar el mundo, o quizá lo cambiamos, pero en sentido contrario a lo que ellos querían. El mundo es más violento, la gente vive en el ocaso de los héroes porque ya los héroes no son ejemplo, sino aquellos que ejercen la violencia a libertad y con afán de golpear a los mismos trabajadores. Se admira al que chinga y al que tiene, en lugar de al que ayuda y al que se entrega en su trabajo.

Quizá aún no llegue el relevo generacional, quizá nunca llegue y terminemos siendo una generación que solo aspiró a mucho pero que gastamos nuestra energía en sobrevivir al barrio y nos olvidamos de que debimos pelear contra el mundo de los rucos, de los Salinas, de las Elbas, de los explotadores y no ser solo sobrevivientes. Por lo pronto, hoy me paso el día, parafraseando a Fran Ilich, como uno más, sobreviviendo.

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