México platónico/ By @Oswaldisimo
Por: Oswaldo Calderón
Muchas son las realidades alternas que percibimos a través de las sombras y cada una de ellas conforma una realidad que se respira al viento, que ahoga los sentidos y paraliza las sensaciones. La confusión es sinónimo de los medios de comunicación, la otredad es la bandera de nuestros gobernantes y la ambición rebosa la cubeta de cangrejos a los que insistimos en llamar ciudadanos.
Las sombras proyectadas por el fuego son los fantasmas que vienen por nosotros desde esta caverna platónica llamada México. Escrutamos los tiempos y respondemos con parquedad, el esfuerzo mínimo es la costumbre para no despersonalizarnos por completo. Yo recordaba cuando mi hermano reprobó el quinto de primaria, ¿alguien le dio una segunda oportunidad? No, ¿por qué debería de haberla? Y ¿Sí pensamos en una tercera? ¡Jamás! Tuvo que recursar el grado hasta que estuvo calificado y cualificado para proseguir con sus estudios. Pues bien, con la Reforma Educativa, los profesores tienen hasta tres oportunidades para demostrar sus conocimientos y en caso de reprobar, dejar la plaza; es decir, ser suspendidos por ignorantes.
¿Cuántos de los profesores con derecho a la libre expresión, tienen cédula profesional? ¿Cuántos están titulados? ¿Cuántos son maestros? ¿Cuántos son aviadores? ¿Cuántos tienen más de una plaza? ¿Cuántos son docentes en activo y cuántos viven de la administración? ¿Cuántos heredaron la plaza? ¿Cuántos compraron una plaza? ¿Cuánto cuesta una plaza? ¿Cuánto perciben los sindicatos para ser cómplices del engaño? ¿Cuánto gana un profesor? Curiosamente todas las preguntas, que no son retóricas, tienen respuesta en la corrupción, el engaño, la mentira, la delincuencia organizada, el abuso de confianza, el cinismo, la falsedad, el tráfico de influencias y un larguísimo etcétera.
¿Por qué habría de confiar la educación de mis hijos, de por sí parca, tendenciosa, manipulada y conductista, a aquellos que carecen de educación? ¿Cuándo cambiaron las materias de química por elaboración de bombas molotov? No hablo de todos los maestros, sólo de aquellos que no lo son, que son vándalos y actúan como delincuentes, que desdeñan el diálogo y prefieren la violencia, de aquellos que pelean como perros por una plaza que pagaron, pero no merecen por falta de preparación, de aquellos que están dispuestos a detener la manoseada idea del progreso.
¿Quiénes pagan a los profesores? Nosotros. ¿Quiénes pagan sus paros? Nosotros. ¿De dónde vienen los recursos para mantener sus plantones? De nuestros impuestos. Mientras los estudiantes de cientos de escuelas de todo el país no tienen clases, porque sus profesores andan buscando el sentido de la vida; nosotros los que pagamos sus sueldos, tenemos que esperar por horas en alguna avenida cerrada, perder un vuelo, evitar sus marchas, evitar la simple mirada de reproche por temor a ser ajusticiados con algún contrato social, los más educados o con violencia.
¿Qué se perdió el respeto a los profesores? ¡Qué se lo ganen! Ya no estamos en tiempos de la Revolución. Así como hay buenos maestros, también los hay que merecen un par de huevos y una sonora mentada de madre. Yo tenía en la secundaria una maestra de Naturales que hacía honor a su pensamiento primitivo y su animalidad, su salvajismo sólo eran comparables con la complicidad del director del plantel; también había un profesor de Ciencias que era sólo bueno para ofrecer sus espermas para ser examinados al microscopio; y había otro galán de balneario que era buen semental, pero un pendejo; la de Matemáticas era buena con la regla; la de inglés era experta en discriminación e intolerancia y el de Educación Física sólo estaba bueno; pero también tuve buenos profesores que suplieron una vida carcelaria con conocimientos que ahora desconozco.
¿Quiénes son los profesores que no marchan? Aquellos que son profesionales, educadores con cédula, docentes con ética y responsables, aquellos comprometidos con una educación trasversal e integral y no vertical. Meses han pasado en las correrías de los maestros y sus paros, y otros más habrán de pasar para que regresen a sus salones, porque en muchas ciudades, pueblos y ranchos, ya no hay escuelas debido a las catástrofes naturales. El oráculo ha hablado y con la ira de los dioses los más beneficiados son aquellos lisonjeros que viven al margen de la ley y los más afectados, todos aquellos que hemos tenido la fortuna de cruzarnos en su camino. Repruebo la violencia que viene del gobierno, la violencia que viene de la víctima que es victimario, la violencia en las aulas, la violencia como forma de protesta. Sí los maestros no privilegian el diálogo para buscar salidas con base en el pensamiento crítico, entonces los maestros, no son maestros.
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