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LA TORRE DE PEMEX Y EL DELIRIO PATRIO II

Por Alberto Luquín

La última vez que revisé, la cifra de muertos iba en 38 y, en una lamentable conferencia de prensa, Jesús Murillo Karam dio a conocer el resultado parcial del peritaje: se trató de una acumulación de gases, principalmente metano.

El metano, que muchos conocen sólo por sus propias flatulencias, carece de olor, no es tóxico y reacciona agresivamente con halógenos y elementos oxidantes (http://en.wikipedia.org/wiki/Methane). Su inestabilidad depende de condiciones de presión y temperatura y su estallido no siempre conlleva incendios dignos de una película: son flamazos.

Pero los loquitos, como siempre, buscan una explicación que sobrepase las probabilidades de lo natural, olvidando las navajas de Occam y Hitchens: «en igualdad de condiciones, la explicación más sencilla suele ser la correcta» y “aquello que puede afirmarse sin pruebas puede también desecharse sin pruebas”.

Muchos ya reciclan la conspiranoia del  11 de septiembre del 2001, sin ser capaces de ver la sutil diferencia entre un avión que se estrella en la fachada del rascacielos más emblemático del mundo occidental y la desangelada explosión de los godinezcos rincones nopaltecas.

No sólo nuestros seudoanonymous están a favor de estas tonterías. También gente seria, como Sanjuana Martínez, afirma cosas como “los testigos dicen que escucharon una detonación de bomba”, sin molestarse en preguntar a los susodichos testigos cómo saben a qué suena la explosión de una bomba.

No ha faltado quien se deja engañar por la cuenta apócrifa de Twitter de una mujer que afirma trabajar en PEMEX y ser, al mismo tiempo, chelista, bailarina, ingeniero y locutora, pero que se muestra incapaz de recordar cuántos números tiene su gafete. Y Gerardo Fernández Noroña, ahora desempleado, usa el accidente para jalar agua a su molino electorero.

Jenaro Villamil, columnista del diario preferido por los intelectuales libres (en realidad, un panfleto vocero de eso  que Mauricio José Shwartz llama “la izquierda feng-shui”), difunde el blog www.algodeaquiydealla.wordpress.com, donde, con bastante palabrería pseudocientífica, un tal Jorge Yorch intenta convencernos de que todo fue un oscuro complot.

Tras haberlo leído, el divulgador Martín Bonfil señala que el artículo simple y sencillamente está hueco, al grado de que, si seguimos sus supuestos, es imposible que alguna vez haya ocurrido una explosión por acumulación de gases en viviendas. Javier Garduño, de esceptica.net, le da una buena repasada.

La última hipótesis que leí es delirante. Sin recordar que el DF posee el dudoso honor de tener un aeropuerto internacional dentro de la ciudad, interpretan un probable contrail aparecido en una fotografía de Webcams México como el reflejo de un misil. Sí, leyó usted bien: un misil. A este paso, cualquier día alguien dirá que usar sombreritos de aluminio es deber patriótico.

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