La reinstauración de la Dictadura Perfecta
Por más que uno intentara minimizar la captura de Joaquín Guzmán Loera, uno de los delincuentes más buscados del mundo, es difícil regatearle al gobierno federal y a su titular Peña Nieto, el mérito y los dividendos políticos que pueda cosechar de esta acción.
Pero la rentabilidad política de este hecho, vendría siendo, el menor de los beneficios buscados por el actual grupo de poder en Los Pinos, es evidente que el mensaje es más complejo y profundo de lo que se ve a simple vista, o se alinean y se subordinan o desaparecen.
Esto, despojado de sus simbologías crípticas, no es otra cosa que la búsqueda del control y el poder absoluto de antaño, en los años dorados del sistema priísta, presidencialista y vertical, eliminando las prácticas políticas relativamente recientes en las que había que pedirle el parecer y el apoyo a los poderes fácticos en cada región para empujar alguna candidatura, consolidar un proyecto de inversión, obra, licitación, explotación, etc.
Y es que, con los contrapesos naturales de la política nacional, los mismos que cuestionan, pero que también legitiman, ya es bastante trabajo de cabildeo, convencimiento y en su caso mayoriteo; como para todavía tener que “operar fino” región por región con los poderes fácticos.
En esa lógica, esta reaprehensión tiene un significado más allá del golpe mediático, de los “encargos” de Obama o de un sistema jurídico que se recompone e intenta ganar credibilidad, es, en la vía de los hechos, el claro mensaje de que a partir de ahora no hay intocables ni poderes por encima del presidencial, mostrando la vulnerabilidad del status quo que el crimen organizado crea a su alrededor, y que el objetivo, no es la administración de justicia ni la pacificación de país, es el simple hecho de dejar en claro quien detenta realmente el poder, quien tiene la última palabra y que de ahora en adelante, quienes deben buscar, pactar y someterse, son otros.
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