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Es la educación, estúpido / By @indiehalda

Por Oscar Hernández

 

El secreto de la libertad radica en educar a las personas, mientras que el secreto de la tiranía está en mantenerlos ignorantes.

-Maximilien Robespierre

Oscar vive con su esposa, su biblioteca musical, su perro y su gato en el sur de la ciudad más guapachosa del hemisferio occidental.  Una extraña mezcla de hipster, Godinez, otaku y cargador de central de abastos, Oscar opina de casi todo, regularmente sólo para quejarse. A Oscar le gusta el post-rock, Haruki Murakami, los atardeceres, el Boing de tamarindo y -para su desgracia- todo lo que engorda, alcoholiza o es socialmente reprobable. Pero hey, se la pasa bastante bien. Su columna habla del acontecer económico, político, social y cultural del DF visto por un moreliano de corazón.
Oscar vive con su esposa, su biblioteca musical, su perro y su gato en el sur de la ciudad más guapachosa del hemisferio occidental. Una extraña mezcla de hipster, Godinez, otaku y cargador de central de abastos, Oscar opina de casi todo, regularmente sólo para quejarse.
A Oscar le gusta el post-rock, Haruki Murakami, los atardeceres, el Boing de tamarindo y -para su desgracia- todo lo que engorda, alcoholiza o es socialmente reprobable. Pero hey, se la pasa bastante bien. Su columna habla del acontecer económico, político, social y cultural del DF visto por un moreliano de corazón.

La piedra angular de esta maravillosa catástrofe de país es la educación.

Usted podrá estar o no de acuerdo conmigo estimado lector, pero es un hecho inequívoco de que muchas de nuestras mayores desgracias –individuales o colectivas- han surgido de las enormes grietas educativas en nuestra sociedad.

Y con  educación no me refiero solamente a la impartida en las aulas. Por todos lados somos testigos día con día que la educación de casa se encuentra en una crisis igual o mayor.

Muchos acontecimientos recientes rinden cuenta de mi hipótesis. Veamos el gigantesco desfalco a la SEP urdido por las huestes de la CNTE y SNTE (aún no entiendo la razón de tener 2 sindicatos magisteriales) donde igual cobra el muerto que el desaparecido, el que da clases en todos lados y el familiar. Todos cobran, nadie gana.

Ni el farandulero ejecutivo ni el anquilosado legislativo hacen algo para detener este robo. No es que me impresione: hablamos de un presidente que parece nunca haber leído por gusto en la vida, y de diputados y senadores cuyas formas y modos nos hacen adivinar una muy pobre preparación.

Luego están todos los funcionarios sorprendidos en la mentira ostentando títulos falsos  por cumplir el requisito y, por qué no, disfrutar las mieles de escuchar su nombre después del pomposo título de “Licenciado” “Ingeniero” “Doctor” o “Maestro”, como si de facto eso les diera superioridad sobre el resto de los mortales. Sus muy ridículas altezas serenísimas.

Y así vemos como la escasa educación combinada con una ambición desmedida convierte al hombre  humilde en el amo de su pequeño universo. De obrero petrolero a jeque mexicano, de pepenador a dirigente de partido político, de oficinista a diputado o senador. Todo se trata de conocer al contacto, tener un familiar acomodado o simplemente ser un cínico desvergonzado. Tu experiencia y preparación no importan cuando conoces a la gente adecuada.

Los criticables maestros y gobernantes emanaron de la misma sociedad a la que pertenecemos, así que es imposible lavarnos las manos. Somos un pueblo que no lee, que ve demasiada TV, que le deja a Dios y al “ingenio mexicano” el destino de las cosas, sin disciplina, victimizado y con ese terrible síndrome de cangrejo en cubeta. Vivimos esperando el milagro, el gol en tiempos de compensación, ganar el melate, el marido o la viuda rica. El azar es nuestra moneda de cambio.

Y mientras la mayoría del país navega en esa balsa, aquí y afuera hay muchos triunfando: a pesar de todo o quizá gracias a ello. Pocos saben que contamos con una tercia de los mejores matemáticos del planeta, bailarines contemporáneos de clase mundial, raquetbolistas invencibles, genios de la robótica, las lenguas y la bioingeniería, indígenas con mejores notas que los juniors de la élite. Las extraordinarias excepciones en un país que parece renunció a una población culta y preparada, por una entretenida y miope.

Leyendo sobre los modelos educativos de los países nórdicos, así como de las estrategias china o hindú, resulta difícil no desanimarse ante las abismales diferencias. No se trata de infraestructura, no se trata de escuelas más bonitas y equipadas (chiquillos en la sierra nos lo recuerdan todo el tiempo). Se trata de una profunda convicción de convertirnos en una nación de vanguardia, acompañada de acciones firmes de erradicación de esos cánceres de la educación: el sindicalismo vandálico, el dispendio obsceno, la mediocridad consentida.

Estos días con el tsunami de spots presidenciales se menciona que somos el principal fabricante de pantallas del mundo y uno de los principales exportadores automovilísticos. Todo se hace, pero nada de ello se crea o se diseña aquí.

Caminamos a convertirnos en una nación maquiladora. Un triste futuro que difiere mucho de las promesas de un presidente que, como su país, no sabe decir los 3 libros que más lo han marcado en su vida.

Como en el Maratón, avanza la ignorancia.

 

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