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El que esté libre de pecado…// By @indiehalda

Oscar vive con su esposa, su biblioteca musical, su perro y su gato en el sur de la ciudad más guapachosa del hemisferio occidental.  Una extraña mezcla de hipster, Godinez, otaku y cargador de central de abastos, Oscar opina de casi todo, regularmente sólo para quejarse. A Oscar le gusta el post-rock, Haruki Murakami, los atardeceres, el Boing de tamarindo y -para su desgracia- todo lo que engorda, alcoholiza o es socialmente reprobable. Pero hey, se la pasa bastante bien. Su columna habla del acontecer económico, político, social y cultural del DF visto por un moreliano de corazón.
Oscar vive con su esposa, su biblioteca musical, su perro y su gato en el sur de la ciudad más guapachosa del hemisferio occidental. Una extraña mezcla de hipster, Godinez, otaku y cargador de central de abastos, Oscar opina de casi todo, regularmente sólo para quejarse.
A Oscar le gusta el post-rock, Haruki Murakami, los atardeceres, el Boing de tamarindo y -para su desgracia- todo lo que engorda, alcoholiza o es socialmente reprobable. Pero hey, se la pasa bastante bien. Su columna habla del acontecer económico, político, social y cultural del DF visto por un moreliano de corazón.

Por Oscar Hernández

Semana santa: ese momento del año en el que unos cuantos realizan un sentido recogimiento espiritual al recordar la muerte del hijo del Dios católico, mientras que el resto de los mortales aprovechamos para salir sin tráfico, visitar a la familia, tumbarse al sol o simplemente celebrar el haber terminado con vida el primer trimestre del año. Total, que todos tenemos un poco de tiempo para pensar en cosas que por lo regular dejamos pasar.

Si bien abandoné por convicción el ejercicio católico, encuentro una perenne sabiduría en las a veces inconsistentes sagradas escrituras. La que hoy recuerdo como una lección pendiente de aprender para muchos de nosotros es aquel pasaje del evangelio de Juan donde Jesús salva a una mujer de ligeros cascos de una muchedumbre hambrienta de linchamiento con una frase sencilla y demoledora “Aquel de ustedes que esté libre de pecado, que tire la primera piedra…”

Palabras definitivas que nos invitan a reflexionar sobre quién carajos somos para juzgar a otro ser humano, y que después de casi 2000 años de cristianismo nos resistimos a entender. Basta con mirar a un par de ejemplos de los últimos días para darnos cuenta que seguimos siendo una turba enardecida, de esas que ya debieron haberse extinguido hace unos siglos.

El primero: el video del Cumbres. No llevaba ni un par de días en la red cuando por todas partes salieron entes iracundos dispuestos a terminar con ese engendro audiovisual que representa en poco más de minuto y medio todos los males de nuestra sociedad: es misógino, petulante y ensalza a la mujer como un objeto.

Y  siendo analíticos, claro que lo hace. Al igual que los comerciales de Ruffles y Axe, los videos de banda, reggaetón y hip-hop, las películas de la época de oro del cine mexicano o de Mauricio Garcés… ah, pero eso nos gusta, y además fue hecho por y para nosotros los simples mortales ¿Cómo se atreven esos del 1% más rico del país a perpetuar el modelo machista nacional que los demás tanto nos hemos esforzado en cubrir de marketing y aceptación social?

Relájense: el video no es más que chavos con lana haciendo cosas de chavos con lana. Si existe un discurso subliminal, dudo mucho que ellos lo hayan planeado de esa forma. Ellos sólo querían dar el golpe en la mesa, diciendo “Hey, miren lo que el trabajo de papi me permite hacer”. Al final son los mismos post-adolescentes inseguros, ñoños y con ínfulas aspiracionales. De esos están llenas las prepas, sean de baja o alta esfera social.

El segundo: la libertad de expresión. Ese tema que se resiste a morir a raíz del despido del que todo mundo habla. Hordas de inconformes con el gobierno salieron dispuestos a defender la capacidad de una periodista de decir lo que piensa y encuentra. ¿Y cómo lo hicieron? Con insultos. Y ay de aquel que no comulgue a pies juntillas con el discurso, que de inmediato es etiquetado con uno de los varios apodos creativamente diseñados para la ocasión. Total, que defienden la libertad de expresión atacando la libertad de expresión. Este es mi país y esta es mi gente.

Olvidamos por completo que el prójimo está en total y absoluto derecho de disentir. Que si alguien está contento con las cosas no se convierte ipso facto en un apátrida masoquista cachorro del sistema. Detrás de un comentario a favor del despido de Aristegui no (siempre) está un peñabot pagado, y aún si lo estuviese ps caray, es su chamba. Una triste, pero para eso les pagan ¿o nunca han tenido que hacer algo que no han querido sólo por obtener beneficio de ello?

Como hemos platicado querido lector, si alguien piensa que la mejor forma de acercar a otro a su forma de pensar es lanzándole piedras entonces lo está haciendo mal, muy mal.

¿Quién está libre de pecado? ¿Quién de nosotros no hizo tonterías cuando chavo? ¿Quién se ha sentido cómodo en una situación que a los demás afecta? ¿Quién no tuvo un momento en el que deseó lucir poderoso, inalcanzable? ¿Quién no se ha enojado con el prójimo cuya opinión simplemente le molesta?

Un judío de Nazareth nos enseñó una lección básica de convivencia humana: no establecer juicios apresurados. Quizá en el mirrey encontremos a un buen tipo, quizá en el peñabot está aquel que se convertirá en nuestro mejor amigo. Y todo por prejuiciosos, caray.

Nos estamos perdiendo las grandes cosas de la vida simplemente porque somos muy ciegos para ver más allá de lo evidente. Leon-O de los Thundercats necesitaba una espada para ello, a nosotros sólo nos falta un poquito de empatía y sentido común.

Piense en ello en estos días, mientras se tumba al sol, hace el quehacer en casa o como yo visita la ciudad de la cantera rosada para beber con los amigos y abrazar a los suyos.

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