STAFF / Enrique Pointelin /Karla Calva/ Elly Castillo
Al parecer, la madrugada de este lunes 15 de octubre no hubo habitante de la tenencia moreliana de Tiripetío que no pudiera dormir.
Era imposible que alguien de esta pequeña población de menos de 5 mil habitantes al sur de la capital michoacana pudiera pegar el ojo. “Una noche de pesadilla” diría don Darío, un viejito, campesino, de esos curtidos en rostro y manos, el único que se anima a hablar con changonga.com después del suceso que vino a quitarles el sueño.
“A las 2 de la mañana empezó todo” cuenta don Darío, y relata cómo se empezaron a escuchar “bombas y explosiones”. Tiripetío huele a pólvora quemada, huele a gasolina, y en el aíre brotan residuos del gas pimienta, que provoca un ligero ardor en los ojos, tres horas después de la batalla que tuvo lugar.
Este medio acudió al lugar de los hechos para ver los restos de la contienda entre normalistas y granaderos. Camiones y camionetas, o mas bien, las cenizas de camiones y camionetas eran cotejadas por los ajustadores de las aseguradoras.
En el camino de entrada, yacen cerca de centenar de patrullas. Tanto federales, estatales y municipales. Los policías lucen rostro de agotamiento. Algunos normalistas están a su lado. Nadie más ha sido detenido. Los normalistas recuperaron sus instalaciones una vez que la policía se salió tras apoderarse de la escuela.
El ambiente es hermético. La gente luce asustada .”Pues si hay que castigar a los estudiantes, pero sólo a los que se portaron mal. Pero es que el gobierno también debe apoyarlos. Les ha quitado los apoyos y dicen que a lo mejor ¡hasta les cierran la escuela! Dice don Darío a manera de remate de la plática.
Nadie más quiere dar entrevistas, aún cuando la cotidianidad busca ser aparente en Tiripetío. Las señoras se alejan al pedirles platicar lo que ellos vivieron, lo que ellos sintieron.
Alguien grita amenazante “¡esos weyes están tomando fotos!” Es hora de retíranos.
