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En Loco Tidiano… Las “malas” palabras.

 

 

By: Rosío Morelos.

Hoy lo que dices me destroza como un tren,

Cada palabra pasa inmensa sobre mí.

Julio Rodríguez.

Una de las cosas que desde pequeños entendemos de la vida es que a las palabras se les discrimina y básicamente existen dos tipos: “las buenas” y “las malas”. Normalmente en nuestra temprana infancia se nos instruye sobre las “buenas” y se nos aisla lo más posible de las “malas” ya que se cree que éstas pueden corromper nuestros “castos oídos”.

Para un infante a veces se vuelve difícil aprender a distinguir las “malas palabras” de otras palabras que aunque no son necesariamente “malas” pueden resultar incómodas para otras personas en determinados contextos.

Esto no solo es una tarea complicada para un pequeño, también al padre puede resultarle a veces una pesadilla explicar la distinción: Si por ejemplo, estamos en una sala de espera y nuestra “inocente criaturita” rompe el denso silencio con la pregunta “´¿mami, por qué esa señora está tan gorda?” o “ ¿por qué ese señor tiene tantos pelos en la nariz?”, no quedará más remedio que tener que clarificar al niño lo más decorosamente posible y casi a susurros (para evitar ser escuchados por la fila de morbosos) que hay cosas que es mejor no decir delante de extraños, (como diría Juan Gabriel “lo que se ve no se pregunta”), y que además hay espacios para mostrar la emoción que les genera ser nuevos exploradores del mundo y que la calle o los interiores de lugares ajenos no siempre están en la lista de los permitidos.

Otra de las cosas que nos toca aprender cuando crecemos es que los sinónimos  no pueden usarse indistintamente, ya que algunos de ellos pueden resultar “malos” o de “dudoso” prestigio. Así por ejemplo existen muchas palabras para designar el par de protuberancias sobre las cuales podemos apoyarnos para descansar los piernas: “ gluteos” “pompis” “pompas” “posaderas” “petacas” “sentaderas”, etc. También se les puede llamar “nalgas” aunque para algunas personas éste termino está muy cerca del rango ofensivo. Existe otra palabra que para no agraviar a nadie en este artículo solo referiré como “c–o” y que en México podríamos clasificar como “mala” palabra. En España, sin embargo, esta palabra se usa con naturalidad. Lo que resulta curioso del ejemplo es que de tantas palabras que hay para designar una misma cosa, son pocos los términos que pueden parecer “malos” o “dudosos”, lo que nos lleva a preguntarnos ¿por qué la discriminación y desaire hacia esa pobre minoría?

Existen además términos especialmente creados para alimentar la censura que se tienen que aprender y que solo resultan útiles en la infancia, por ejemplo: “pipí” (también se usa “hacer de la chis”), “popó”, “hacer del 1” hacer del 2”, “pilín” “rabito”, etc. Curiosamente existen sinónimos de estos términos que no son “malas” palabras y que se podrían enseñar desde una corta edad, pero por alguna razón, tanto en las escuelas como en casa se prefieren los ejemplos antes mencionados. Lo malo de este aprendizaje es que se vuelve obsoleto en la edad adulta (si vemos a una persona madura utilizando la jerga en cuestión en contextos donde no haya niños seguramente nos burlaremos de él o lo tildaremos de ridículo a sus espaldas).

Hay otras expresiones que son usadas para sustituir “malas” palabras y que cuentan con la ventaja de ser aptas para niños y para otros contextos en donde se deba evitar el uso de lenguaje vulgar. Tenemos por ejemplo el caso de la expresión “ya la regué” o también “ya la cajetié”, que son variaciones de la frase “ya la ca—é”, que se refiere a la acción de esparcir cierto material orgánico y maloliente, producto de nuestros intestinos. La frase que suele considerarse dentro del rango de “malas palabras”, sin embargo, no es literal, y el sentido al que se refiere es “cometer una equivocación” o “hacer algo indebido”. También está la frase “no manches” para sustituir a la de “no mam -s” que puede tener muchos sentidos desde: “¿a poco?”, “¿en serio?”, “no lo puedo creer”, hasta “no molestes” ( frase que a su vez también se puede decir “no jorobes” que es una variación de “no jod-s” e incluso “no chin–es”).

No solamente se pueden sustituir “malas” palabras con otras de sonoridad parecida, también se puede optar por usar palabras que se asemejen a un extranjerismo, por ejemplo “vete a la verch” o “vete a la chet”. Y está también la opción de contraer las frases vulgares por ejemplo: “pta ma e” o “ ingue su”.

La lista podría continuar infinitamente, pues a pesar de que las “malas” palabras son discriminadas, restringidas y censuradas constantemente, siguen siendo muy utilizadas y además están en proceso constante de crecimiento. Por alguna razón (quizás de origen extraterrestre) las personas valoran más el uso de palabras “aceptadas” que la riqueza lingüística en sí misma y sus diferentes variaciones. Quizás habría que hacer más énfasis en que hay momentos y lugares para utilizar nuestro amplio léxico y bagaje cultural, en lugar de espantarnos a cada rato a la menor provocación.

Luz Rosío Morelos. Egresada de letras, distraída de oficio, afecta a no dar explicaciones.

Contacto: chio.moregu@hotmail.com

 

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