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Historias sin taxis (Arjona: ¡Chúpate esta!)

Por Luis Fabián Fuentes Cortés

Una pareja camina por las calles del centro mientras se lanzan miradas románticas y con cierta intención. Se detienen y se abrazan, sus cuerpos se unen como si fueran uno solo, lo único que divide a aquellas dos entidades es la ropa. Si no fuera por las buenas costumbres y los rituales sociales propios de la hora y el lugar en que se encuentran, la barrera del vestuario dejaría de existir. Al menos eso denotan los besos y las caricias que intercambian y comparten.

Entonces la escena se rompe. Las palabras la acribillan. La pregunta es directa “¿Quieres ser mi novia?”. La toma de las manos y mira sus ojos con ansiedad. Los ojos de ella tiemblan, se desorientan. Si la pregunta fue directa, la respuesta le corresponde: “No”. Él no lo puede creer… la suelta, no hay nada más que decir… ella lo retiene, se aferra a su mano y dice con un tono distinto de voz: “Es que no sé lo que siento por ti… ¿Y si te dijera que sí?… ¿y si nos casamos?…  ¿dónde vamos a vivir?… y ¿cuántos hijos quieres tener?… Si te hubiera dicho que sí… ¿qué estaríamos haciendo ahora?…”. El ya no sabe que responder, trata de permanecer en silencio o de seguirle la corriente, no sabe si la loca es peligrosa… voltea de un lado a otro, sus ojos ya no ven hacía ella, buscan desesperadamente un taxi, sí, un milagroso taxi que se la lleve y lo libre de esta situación desafortunada, pero el universo conspira en su contra. “¡Pinches taxis!” piensa mientras camina con ella aferrada a su mano por alguna calle del centro… Está confundido, no entiende como lo pueden prospectar como esposo y padre y no como novio. Así que llegará a su casa y se meterá una bala en la cabeza para eliminar sus confusiones. Con nuestro protagonista muerto, la historia ya no importa, así que podemos pasar al problema de fondo: los condenados taxis.

Al igual que en cualquier parte del país, entre los operadores de taxis de Morelia hay de todo. Hay banda amable, eficiente, buenos conductores, muchos cafres, muchos transas que te quieren cobrar de más. De repente, parece que hay más taxis que personas y en ocasiones, como con nuestro amigo de la historia, parece que no existieran y hubieran sido tragados por un hoyo negro. Pero, si en algo puedo aventarle en flor a los taxis morelianos, es que son relativamente baratos comparados con los de Guanajuato, León, Querétaro, Guadalajara o incluso de Zamora.

Pedir un taxi sin saber la ubicación de la base puede ser igual a hacerte un harakiri. En mi inocencia, alguna vez cometí ese error en una borrachera y tardó una hora en llegar. Tuve que beber medio litro de mezcal mientras esperaba afanosamente por culpa de una operadora  mañosa que me dijo: “Llega en quince minutos”. Mejor me hubiera dicho que iba a tardar quinientos mililitros y así hubiera tomado mis precauciones.

Salir de un evento multitudinario e intentar conseguir un taxi es una tarea sumamente complicada. Es más sencillo caminar a tu casa. Si el evento fue por el rumbo del tec, casi seguro te toca caminar hasta el pípila para conseguir un taxi o de plano, esperar unas dos o tres horas hasta que la banda se disperse. No falta el cuate que por gandalla trepa un pasajero extra dándote la oportunidad de socializar y evitar la generación de gases contaminantes participando en el programa de autos compartidos.

Las conversaciones con taxistas son realmente interesantes, manejan casi cualquier tema. Los favoritos son el fut, la política, el estado de las calles, las chavas que se han ligado. Pero, también hay temas bizarros. Hace poco un chofer proclamaba a cielo abierto su heterosexualidad mientras me confesaba su fascinación, admiración y quizá algo más, por la banda travesti que chambea en el triangulito. Incluso hay compas que te platican sobre las peleas a puño y cruceta limpia que se han puesto en sus andares en el tráfico moreliano. En sus pláticas, se convierten en verdaderos héroes del volante, cual si fueran Mad Max en un mundo apocalíptico surgido de los embotellamientos en las horas pico de la capital michoacana.

Al final hay que reconocer a aquellos taxistas que  son chambeadores y chambeadoras, ya que cada vez es más común ver a mujeres al volante de los taxis, a aquellos que son respetuosos con las chavas que usan el servicio y a aquellos que a veces, especialmente a algunos estudiantes, nos hacen el paro con la tarifa considerando que tenemos que guardar dinero para cosas tan importantes como el alcohol, condones y a veces comida o útiles escolares. Además, en estos tiempos de inseguridad, trabajar trepando desconocidos al auto, lidiar con borrachos, prostitutas y sus clientes tiene un doble mérito. Ellos no tienen la culpa de los cochupos que se avientan los dirigentes del autotransporte. Y de pasada, considerar que los taxistas tampoco son adivinos, no pueden saber cuándo tienes urgencia de un servicio y teletransportarse en forma instantánea a donde se les requiera. Y yo lo dejo hasta aquí por que debo ir a llevarle flores a la tumba de un personaje que falleció por falta de un taxi.

About the author

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Nací en Zamora el primero de enero de 1982. Diría que soy el típico capricornio, pero no creo en tonterías. Mi vida académica me ha llevado a varias partes del país: Guadalajara, Querétaro, la Ciudad de México, Guanajuato, Salamanca y Morelia. Estudié Ingeniería en Industrias Alimentarias en el Tecnológico de Zamora, la maestría en Ingeniería Mecánica en la UMSNH, institución donde actualmente estudio el doctorado en Ingeniería Química. Profesionalmente, he sido consultor de algunas empresas y docente. Estoy casado con la ciencia y la tecnología, pero me gusta ser infiel y a veces me escapo y le pongo el cuerno con la música, la poesía y la Filosofía. En ocasiones he sido activista político, cuando la causa me convence, afortunadamente mi disciplina y ética no me da para pertenecer a ningún partido político.

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