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LA TORRE DE PEMEX Y EL DELIRIO PATRIO I

Por Alberto Luquín

Hasta 2003, la Torre Ejecutiva PEMEX fue el edificio más alto del país. Con 214 metros y 54 pisos, fue proyectada por el arquitecto Pedro Moctezuma como un portentoso ejercicio de ingeniería capaz de sobrevivir al suelo defeño, tan propio, como dice Guillermo Sheridan, de nuestro carácter patrio: chicloso, elástico y berrinchudo.

El pasado jueves 31, a media tarde, me enteré de que una explosión ha provocado daños estructurales en la torre. Hay 37 muertos (hasta ahora), heridos y  desaparecidos (no sé cuántos). Poco después del estallido, policías del DF arribaron al lugar de los hechos (siempre quise escribir ese lugar común) equipados con dispositivos rastreadores de bombas que, espero, no hayan sido los fraudulentos GT-200.

Como buen escéptico, me resulta difícil hacer afirmaciones categóricas ante lo ocurrido. No puedo decir si se trató de un accidente o no: carezco de los elementos de prueba necesarios, de la formación requerida y la información disponible sigue siendo insuficiente. Abundan las teorías conspirativas, cargadas de poco seso, nula evidencia y mucho pasatiempo.

Por ahora, en ese extenso gallinero que los expertos denominamos “la chairiza”, encontramos  cuatro tendencias, cuyos partidarios coinciden en llenar los huecos dejados por la falta de evidencia con falacias lógicas, apelaciones emotivas y prolongados encadenamientos de casualidades:

1. La teoría chairopeñista. Propone, sin explicar, un atentado realizado por agrupaciones radicales de la oposición enfurecidas ante el brillante futuro de paz y progreso que nos ofrece el presidente Peña.

2. Teorías chepichairas. Borrosas como el futuro del panismo. Sus principales postulantes son los devotos de Josefina Vázquez Mota y los apólogos a toda prueba del expresidente Calderón.

Proponen, nuevamente sin explicar cómo y sin evidencias, que el atentado fue organizado por el gobierno mismo, por ese curioso colectivo denominado “crimen organizado” o por grupos radicales de izquierda enfurecidos por los deslumbrantes logros de la administración saliente. No falta el dejo fascistoide: es culpa de Peña por desmantelar el aparato de seguridad pública.

3. Teorías chairozurdas. Tan divertidas como preocupantes, si creemos en el mito de que el izquierdista, sólo por ser izquierdista, lee más libros, no ve televisión y, por tanto, es más crítico y está mejor informado que el común de los mortales. También suscriben el atentado, tampoco son capaces de identificar un autor único ni de aportar evidencias más allá de la anécdota.

El bastante desacreditado, por sí mismo, Ruy 5algado, tiene la jeta de decir que testigos presentes (¿quiénes?) en el edificio hablan de una bomba y que, a partir de una fotografía, un “experto en seguridad” confirmó el diagnóstico. Pinche Jaime Maussán, me cae que hiciste escuela.

No falta el ya célebre “es culpa de Televisa” o “es una cortina de humo creada por Televisa”, lo cual nos hace preguntarnos si el Super Bowl es una cortina de humo destinada a tapar la cortina de humo. Algún día pagarás por quienes aprendieron a hacer esta clase de “razonamientos”, Elba Esther.

La próxima semana pasaremos revista al corpus más interesante: las teorías planteadas por loquitos, actualizaremos datos y revisitaremos hipótesis.

Posdata. Gracias a la eventual derrota de San Francisco, por fin entiendo cómo se sienten los chairos cada 6 años el primer lunes de julio. Perdón, chavos. Neta, perdón.

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