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PUTA

Por La Eriz

Esta será la primera de dos partes, ya hace casi un año de la Marcha de las Putas:

De alguna manera necesitaba escribir esto, antes de ahogarme ante tantas líneas…

La invitación me llegó por Facebook y Twitter. ¿¿Nos animaríamos a armar La Marcha de las Putas en Morelia?? Debo confesar que mi primera reacción fue morirme de la risa: no sabía ni de lo que se trataba. Aunque ya había escuchado de ella, no me quedaba claro, no entendía. Me tardé en contestar,  incluso mandé a Cris Mendoza con cierta asociación porque «yo no soy de las que se meten en esas cosas» «no es para mí… Es para alguien importante». En fin, la respuesta me cayó de las redes sociales, de los links que me llevaron a 2, 3, 4, 5 y más artículos, uno tras de otro. Los devoraba, no podía creerlo, ME HABÍAN INVITADO A MI A SERA A PARTE DE ESTO, un movimiento que seguía con o sin mi presencia… decidí no esperar más y sumarme. Sentí un hueco en el estómago… ¿¿Qué demonios hago?? Lo mejor que puedo aportar: mi trabajo.

Y me llegó mucho. Debo admitir que hace años no me afecta ser vista de tal o cual manera, que nunca me he sentido acosada ni mucho menos abusada, violentada o peor aún, violada (¡gracias Vida! Sé que he tenido mucha suerte). Quienes me conocen saben que mi carácter es ligero, no tomo en cuenta comentarios absurdos y aunque en ocasiones me enojo o me he sentido ofendida por varias razones, trato de seguir adelante. Sin embargo, no significa que soy ajena a esta realidad. Al contrario.

Tuve episodios incómodos en mi vida, como cuando un tipo me llamó a la cabina de radio donde trabajaba solo para confesarme que se masturbaba mientras oía la estación. Aquella ocasión me reí mucho, como me río de las cosas que considero idioteces. O cuando un día en cierto tianguis sentí una mano acariciarme lentamente los glúteos (LOS) y no pude más que quedarme helada. Lloré a los 9 años cuando un chavo de 15 quiso besarme… Y yo no quería, no entendía por qué, ¿qué había hecho para provocarlo? Obvio salí corriendo a contarle a la mujer más sabia que conocía. Aquella ocasión mi mamá también me dijo: nunca hagas algo que no quieras y me abrazó mucho mucho mucho.

Llevo algunos años trabajando con adolescentes y las historias se repiten: muchachas que forcejean con casi niños porque no quieren ser besadas; niñas que consideran «normal» que su tío, primos o compañeros de clase les den nalgadas de vez en cuando; chicas que piensan que ponerse una blusa pegadita es de putas, porque solo las putas están orgullosas de sus cuerpos; maestras, trabajadoras sociales, directivos que las culpan por provocar a los alumnos «¡uf! este año las mujercitas vienen desatadas» y una que cada vez que quiere hablarles de libertad, de sexo, de coquetería, de amores entre hombres y mujeres (hagan las parejas que quieran) no puede evitar que alguna voz diga: «EEEEEEEEEERIKA» (con E mayúscula como se escribe mi nombre).

¿Cómo creer que las mujeres no somos violentadas ahora? Cuando he escuchado confesiones de las niñas estilo «ni modo de decirle que no…»; «ni me di cuenta, estaba borracha»; «pues ya estábamos ahí». ¿Cómo imaginar que el abuso no pasa?.  Cuando todas hemos recibido los piropos más guarros, nefastos, corrientes, que nos dan ganas de mandar al susodicho de una patada al otro extremo de la calle. ¿De verdad eso solo sucede en nuestras mentes? ¿Nos lo inventamos? ¿Cómo hacerles entender que yo hago el amor o cojo con quien se me da la gana y cuando quiero? Y la pregunta que me ha atormentado estas semanas… ¿Qué hago con mis alumnitos, que piensan que son chistosos o todos unos galanes cuando insultan a una mujer?

Y bueno, a esto súmenle que muchas mujeres estamos en primera fila cuando criticamos a otras: vieja huila, zorra, puta. Sin darme baños de pureza, yo soy de esas, de las criticonas, sarcásticas, que cuando me cae mal alguien l@ deshago con palabras. Bien, de esto se trata mi trabajo: no soy luchadora social, ni feminista ni machista, ni fresa, ni moralina, ni tengo intenciones políticas, ni me interesa ser famosa (con trascender para mi gente me quedo), es más, hasta hace unos días yo solamente era la loca que maneja y baila al mismo tiempo, la que maldice al volante, la que se pelea todos los días con sus chamac@s, la prefecta, la maestra, la amiga, la hija, la novia, la mesera, y todas mis personalidades. Un ser humano (con los defectos que eso implica).

Estoy aquí porque yo también estoy harta, porque simpatizo con las que marcharon en otros lugares, porque no pienso pasar de largo una realidad y porque quiero hacer algo.

Desde niña repetí la frase scout: habrá que dejar al mundo mejor de como lo encontramos. Y eso es lo que hago en esta marcha….

Precisamente por eso decidí unirme.

Twitter: @LaEriz

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