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Ojos Grandes

Por La Eriz

Nací con la maldición de tener ojos grandes. Desde pequeña lo que más me chulearon fueron mis ojos enormes, que se abrían aún más con cada fotografía que me tomaban. Negros y redondos como los de mi abuela. Unos ojos preciosos, que no sirven para ver de cerca, por eso siempre buscan algo a lo lejos.

Como no sirven del todo bien, han aprendido a intuir, a sentir. No son ojos que vean al mundo como ajenos, porque lo perciben.  Caminando se dieron cuenta que los llaman, que existen otros ojos y una realidad que generalmente es borrosa. Las historias de estos ojos grandes reclaman ser contadas, en ocasiones gritadas.

No siempre es bueno tener ojos grandes, a veces duele. Cuando ven cosas invisibles a otras miradas, se enojan, no entienden, se frustran, lloran, lloran mucho. Deciden entonces mostrarlas, contarlas a quien se deje. Si se encuentran unos oídos grandes de la gente de mirada pequeña ayudan mucho. Mis ojos gritan a veces, otras veces escriben, como en este caso.

Como yo, nacieron otr@s, que suelen ver más allá de sus paredes. Que al igual, están pensando qué existe del otro lado de la ventana. Saben que no son los únicos seres en el mundo, se cuestionan, participan, se preocupan  y no pueden estar quietos en un solo lugar porque su mirada siempre está lejos. Entonces nos unimos para actuar.

Pero no solamente existimos personas de ojos grandes, como dije, las de oídos grandes ponen atención, los de manos grandes hacen, los de piernas largas se mueven. En el momento en que se junta toda esa gente sucede algo, mejora el panorama.

Los movimientos sociales, las asociaciones, el trabajo colectivo, todo empezó desde algún punto. ¿Conciencia social? ¿Activismo? No, únicamente ojos grandes que se encontraron con l@s otr@s.

Foto: Adid Jiménez.

Twitter: @LaEriz

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