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Michoacán: Recuperar la dignidad/ By @gaaelico

Por Toño Aguilera

Las terribles semanas que sufrió recientemente Michoacán, en donde no sólo se desmoronó el proyecto de gobierno del partido en el poder, sino la actividad económica y el tejido social del estado, forman parte de un proceso de descomposición de años, y por ende hay que buscar su origen en un fracaso de un proyecto de país.

Lo que sucede en Michoacán es no sólo el Waterloo del federalismo en México, sino del proceso de integración como nación. La descomposición de los estratos sociales, la indiferencia que sienten los ciudadanos de otras latitudes de México a lo que padecen los habitantes de las zonas más flageladas por la acción del crimen organizado, la indolencia de los gobiernos federales desde hace varios sexenios, la falta de solidaridad de todos los partidos políticos nacionales en su ámbito central, el nulo interés de inversionistas mexicanos y extranjeros, la imparable migración y la falta de todo escrúpulo de los grupos delictivos, representan el gran lastre de Michoacán.

A esto hay que añadirle la ambición desbordada de grupos sociales y sindicales, que sacan el mayor jugo al erario a costa de la paralización de la inversión pública y de los intereses de los ciudadanos.

Todos estos problemas no se le pueden atribuir al actual gobierno en funciones, emanado del PRI, ni a los otros dos anteriores, que surgieron del PRD. No se trata de una política cacería de brujas o de poner en práctica los peores artilugios del Malleus Maleficarum en contra de partidos y actores políticos de oposición al régimen actual.

La culpa reside en que sexenio tras sexenio, década tras década, quienes ostentan el poder económico, político y social, ven en Michoacán un campo propicio para experimentar con políticas que van desde la breve dosis de apoyo social, estrategias coercitivas y de represión, la evasión de impuestos o el asentamiento de barones de la droga.

No es posible que sólo los grupos delictivos vean las ventajas estrategias en el territorio michoacano y no así los empresarios o el gobierno federal en turno.

Hace ya 40 años el talante visionario del General Lázaro Cárdenas lo llevó a proponer la desembocadura del Balsas como el sitio fundamental para la edificación de un puerto marítimo, que a la postre se está convirtiendo como el de mayor crecimiento en México, y desde hace cuatro décadas no se ha anunciado otro proyecto de esta envergadura.

Ahora bien, quienes han aprovechado y sacado ventaja del puerto de Lázaro Cárdenas son las empresas extranjeras, algunos inversionistas mexicanos y hasta los grupos delincuenciales, no así la población de Michoacán.

Michoacán es un productor nato de productos del campo, que carecen de proceso de transformación que generen plusvalía a los productores, y de servicios turísticos, y nada más. La economía está basada en el gasto burocrático, en las fluctuantes remesas, en la producción agroindustrial y en algunas pocas empresas. Ciudades como Celaya, Querétaro o Guadalajara tiene mayor producción per cápita que todo el estado.

Por ello, los michoacanos debemos recuperar la mucha o poca dignidad que nos queda, exigir cambios de fondo a nuestras autoridades estatales y federales; pedir a los partidos políticos que antepongan el interés social por encima del interés partidista; a los empresarios locales que paguen mejores salarios y otorguen prestaciones de ley; que los grupos sindicales frenen su ambición que medra las finanzas del estado; y como sociedad ponerle un dique impresionante a los grupos delincuenciales.

Quizás pidamos lo imposible o la utopía, pero así surgieron los cambios en muchas naciones y en muchos pueblos que se hartaron de probar la decadencia. Ojalá y los michoacanos pronto se harten de acostumbrarse a este crepúsculo.

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