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México, un pueblo dividido

México, un pueblo dividido: La injusticia social (Parte 1)

Luego de venir a México, después de la Conquista, Hernán Cortés regresó a España y se presentó con el emperador Carlos V; le preguntó que quién era. Cortés le contestó un poco molesto: «Soy quien ha conquistado para su imperio, allende de los mares, más que las provincias y ciudades que habéis heredado de sus padres y abuelos».

Desde entonces, hasta la fecha, la constante ha sido la injusticia en México. La injusticia es una señora extranjera en nuestro país que desde que llegó no se ha querido ir.

Buen pretexto para dicha conquista era el Evangelio, pero la verdad salió cuando Cortés interpela a sus compatriotas españoles de su enemigo Pánfilo de Narváez. «Les ofrezco hacerlos ricos, darles cargos, buscar la vida, servir a Dios y conquistar almas para Cristo; pero sobre todo hacerlos ricos».

Aludían al único árbitro posible, el Papa de Roma, y así, Brasil pasó a Portugal y el resto de América a España con base en la esclavitud; a los «dominados» se les leían los decretos papales y del Rey en latín, obviamente ningún natural (o indígena) entendía para defender sus derechos. A base de Encomiendas, por ejemplo, Hernán Cortés tenía a su servicio 23 mil indígenas y un territorio que actualmente abarca 4 estados; era dueño de tierras y personas con perpetua jurisdicción civil, criminal y religiosa, esto a cambio de instrucción religiosa (¿pues qué más? no tenían de otra).

Los primeros religiosos, los primeros de ellos traídos a la fuerza fueron nefastos; Juan Díaz fue quien celebró la primera Misa, Bartolomé de Olmedo quién bautizó a la Malinche, el hermano lego Fray Pedro de Gante, de unos diez, fueron la excepción.

La Iglesia Católica, pese a quien le pese, fue la que cambió el panorama de nuestros naturales que en los primeros cien años de colonización se redujeron de 25 millones en la Nueva España (México y Guatemala) a sólo un millón y medio, parte por los trabajos como esclavos, parte por las enfermedades (sífilis, gonorrea, viruela, rabia, etc.) y parte por la espada.

A continuación, enlisto las órdenes religiosas que fueron llegando a México para evangelizar:

13 de Mayo de 1524- «Los 12» Franciscanos, los mejores ya que carecían de ambiciones y codicia.

2 de Julio de 1526- Dominicos, desde México hasta Guatemala; sobresale Bartolomé de las Casa.

7 de Junio de 1533- Llegan los primeros 7 Agustinos – con Fray Agustín de La Coruña- a Puebla, Morelos, Guerrero, Hidalgo y Michoacán.

En 1540- Llegaron las religiosas Franciscanas.

En 1572- Llega la orden de los Jesuitas e instalan universidades como S. Nicolás en Pátzcuaro.

En 1580- Llegada de los Dieguinos y más tarde en 1585 convertidos en Carmelitas.

En 1585- Arriban las religiosas Jerónimas, sus mayores aportes son, además de muchas oraciones pensadas para los indígenas, trabajos manuales.

En 1588- Llegaron las Dominicas.

En 1589- Llegaron los Mercedarios, quienes de todos no se les atribuyen tantos méritos pero hicieron sus aportes.

El cristianismo con su doctrina de humildad, de perdón y de amor es incompatible con el Estado con su altanería, su violencia, sus castigos, su corrupción, sus guerras. Contados fueron los Obispos que defendieron y promovieron a los Indígenas: Vasco de Quiroga en Michoacán y Bartolomé de las casas en el Sur. De todos modos, aunque ya con algunos defensores, la mano de hierro se sigue sintiendo.

(Fin de la primera parte)

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