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A Más De Una Semana De La Tragedía De Peribán «Sólo Vinieron A Tomarse La Foto»: Damnificados

STAFF/ Envíado .- Alejandro Amado  

 

Ya pasó semana y media desde el desbordamiento del Río Cutio y entre los habitantes de Peribán que perdieron sus viviendas la desesperación empieza a hacer mella. Dormir en casa de amigos y vecinos resultó una alternativa por unos días, pero el tiempo pasa y necesitan certeza sobre la situación de su patrimonio.

“Si no nos resuelven nos vamos a tener que ir a vivir al Auditorio”, advierte José García Torrero “El Peregrino”, quien se dedica a la música y vive en privada de Xavier Mina, en la zona conocida como El Mirador. Ya es tarde, pero nos regala unos minutos antes de dirigirse al novenario de cuatro de los familiares que perdió al ser arrastrados por la corriente del río: sus nietos Luz Vanesa, Itzel Jacqueline y Ángel Daniel, de 3, 9 y 11, años, así como su hija Alma Azalea, de 29.

Todavía tiene dos familiares desaparecidos, pero aun así no le faltan los ánimos para decirle a José Trinidad Torrero, quien a sus 57 años perdió lo que le costó toda la vida construir, que se organizarán con los otros afectados para exigir que se haga efectiva la reubicación que les prometieron, además de que las despensas lleguen a las víctimas y a los brigadistas que aún están buscando a las tres personas que continúan desaparecidas.

El sentir tanto de El Peregrino como de su primo Trinidad, quien se dedica al corte de aguacate, es que las autoridades sólo vinieron a tomarse la foto con los damnificados, pues a semana y media de los sucesos siguen esperando la llamada por parte de funcionarios del Gobierno del estado para saber cómo se les ayudará, si serán reubicados o no.

Trinidad se dedica al corte de aguacate, pero ya lleva desde que ocurrió la tragedia sin poder presentarse a trabajar. Al preguntarle si cree que la intensa producción aguacatera tuvo que ver con lo que les sucedió dice no considerarlo así, lo atribuye más bien a la intensa precipitación de lluvia que se registró ese día.

Sobre la situación del predio que habitaba, construido en los márgenes del Río, refiere que el documento que le autorizaba para construir ahí fue firmado incluso en Palacio Municipal, pero de eso ya pasaron más de 30 años. Se resiste a ir a trabajar por el miedo de que le tumben la casa, las de sus familiares que vivían al lado quedaron destrozadas, pero afirma que la suya aún puede habitarse.

“Yo no quiero irme a trabajar porque me tumban la casa, me la tumban y no me van a dar nada. Le dije antier al Policía que puso la cinta roja que por qué nos cerraban el paso si aún no nos van a reubicar. Me avente casi tres años para juntar el dinero para fincar, los policías nada más vienen, hacen un desastre tumban y se van. Me habían dicho cuando pusieron esa cinta que ya no iban a entrar y los policías vienen a las 11:00 de la noche. Habíamos dejado unos cilindros el lunes por la noche, y el martes ya no estaban los cilindros”, refiere el afectado.

Peregrino coincide con Trinidad en la inoperancia de las autoridades y refiere que si acaso uno o dos de cada 10 realmente vienen a ayudar, otros prefieren no ensuciarse y nada más toman fotografías o video y se van.

“Nada más estuvieron como dos o tres días abriendo con máquinas, pero nada más fue para taparle el ojo al macho. Es Gobierno, yo sé, pero desgraciadamente los de la Sedena nada más están “haciendo de apaches”, con el pinche celular, bien cambiados, no se meten al agua. Son contados, de 20, uno o dos sí se avienta, pero como la mayoría son jefes, ya no. La maquinaria que se metió aquí fue de los huerteros, no del Gobierno, nos está ayudando más bien la gente de la Sierra y los alrededores, yo me siento más apoyado por la gente, por los vecinos”, señala.

Peregrino tuvo que interrumpir la entrevista porque ya eran casi las 6:00 de la tarde, hora del novenario de sus cuatro familiares que se llevaba a cabo en la casa marcada con el número 31 de la calle Juan Escutia, pues lo que quedó en pie de su vivienda no está en condiciones. Apenas concluye el novenario cuando llega un brigadista a contarle que le negaron una despensa, aun cuando se dijo que serían repartidas no sólo entre los damnificados sino entre quienes ayudaran en la búsqueda de los desaparecidos.

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