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En Loco Tidiano… Transporte público.

By: Rosío Morelos.

En la ciudad de Morelia y para aquellos que no pueden o no quieren costear o usar  automóvil, existen dos alternativas básicas para transportarse: los camiones y las combis. No son, ciertamente, las únicas: también hay taxis, uber, motos, bicis, patinetas, patines, diablitos, triciclos, andaderas, etc; pero éstas últimas no son aptas para todo tipo de personas, ya que no siempre se tienen los suficientes recursos, la destreza para manejar dichos transportes (sobre todo en subidas pronunciadas), la condición física, o incluso la talla.

Subirse al transporte público tiene su encanto, y también sus ventajas a diferencia de manejar un automóvil propio: no hay que preocuparse por dónde estacionarse y además se puede aprovechar el tiempo del trayecto para: hacer la tarea, llenar algún reporte de trabajo, jugar algún videojuego, peinarse, depilarse la ceja, maquillarse, irse besuqueando con la pareja y hasta comer (sin ningún respeto por otros pasajeros hambrientos, a los que les bastará el maravilloso olor de un elote preparado para sentir con mayor intensidad el profundo hueco en el estómago).

Quizás la mayor disyuntiva de un moreliano que necesite movilizarse consista en decidir: ¿tomaré la combi o el camión?.

Las combis presentan algunas ventajas frente a los camiones: normalmente pasan más rápido y resulta mucho más fácil subir o bajar, debido al tamaño de los vehículos. Si somos, además, personas que gustan de disfrutar de entretenimiento morboso, sin duda la combi será la mejor opción para presenciar de primera mano: chismes de la ciudad, conversaciones telefónicas, peleas y dramas de enamorados, regaños de madre a hijo (que nos remiten a las reprimendas que nos brindaba nuestra propia madre), o incluso conversaciones entre extraños (a diferencia de los camiones en donde el ruido del motor y la distancia entre los pasajeros vuelven difícil observar el entorno y participar de las diferentes situaciones).

Lo malo de viajar en combi es que la proximidad con los demás puede resultar nefasta y hasta peligrosa. Si uno de los pasajeros que ingresa, por ejemplo, ha olvidado ponerse desodorante, o simplemente no simpatiza con la idea de bañarse con frecuencia, podemos enfrentar un episodio bastante desagradable para nuestras vías olfatorias, debido a que el olor envolverá inevitablemente todo el espacio. También podemos convertirnos en el blanco de algún temerario carterista, que aproveche la cercanía para pasarse de listo, o incluso ser víctima de algún acosador que en un momento de descuido proceda a palpar ciertas partes de cuerpos ajenos, o guste de repegar partes propias en las de otros.

Los camiones también poseen algunas ventajas. Son mucho más amplios (lo que resulta cómodo para las personas altas o con sobrepeso, que en una combi tienen que ir terriblemente encorvadas en el primer caso, y en el segundo a veces no queda más que subir media nalga en la pierna del pobre vecino, debido a que no hay  espacio suficiente y no siempre se calcula aadecuadamente la propia proporción del trasero a la hora de sentarse). Otra ventaja es que si el “boletito” que nos dan al subir  nos da en la suma total de sus dígitos el resultado del número 21, podremos canjearlo por un beso (o al menos eso cuenta la leyenda). Por último, podemos mencionar en general que los camiones poseen una mejor iluminación, ya que aunque el transporte esté lleno, las altas y enormes ventanas hacen que sea mucho más fácil ubicar el sitio donde debemos descender (a diferencia de las combis, en las que, cuando están abarrotadas y nos toca ir de pie, se vuelve difícil la visión al exterior).

Lo malo de los camiones es que precisamente debido a su mayor amplitud, son los preferidos de personas que deban llevar consigo utencilios para su trabajo, por ejemplo: las cubetas de los tamales, cajas de ropa, tubos de puestos, etc., y eso nos expone a sufrir con mayor frecuencia un cubetazo, fierrazo, y en general casi cualquier cosa a la que se le dé la terminación “azo”. Otra desventaja es que cuando el camión no va tan lleno, en él pueden ingresar diferentes tipos de personas solicitándonos dinero: ya sea algún cantante entusiasta (que en menudas ocasiones ha errado su profesión), algún vendedor ofreciendo sus productos, o bien en el peor de los casos un grupo armado de rateros, que pueden operar a sus anchas en un camión, gracias al espacio disponible. Además, también en los camiones encontramos enfermos sexuales, que aprovechan los amotinamientos para perpetuar sus más bajos instintos.

Siempre que enfrentemos la disyuntiva de subirnos a una combi o un camión, tendríamos que hacernos la pregunta ¿qué tipo de persona me considero?.

Si somos personas que gustan de evadir confrontaciones y manejar un bajo perfil, (razón por la cual se prefiere huir a la brevedad de cualquier sitio, descender con rapidez si el entorno se pone difícil, y mantener una iluminación que permita pasar desapercibidos) la mejor opción para nosotros será siempre la combi.

Si en cambio nos consideramos personas rudas, que disfrutan de estar a sus anchas y abrirse camino sin miedo  a sortear obstáculos, quizás lo que más nos convenga sea subirnos a un camión.

Sería genial que pudieramos tener un transporte público mucho más inmediato, cómodo y seguro, por ejemplo: uno basado en la teletransportación; pero sospecho que ni aún así podríamos librarnos de los delincuentes y los degenerados.

Luz Rosío Morelos. Egresada de letras, distraída de oficio, afecta a no dar explicaciones.

Contacto: chio.moregu@hotmail.com

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