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Liliputienses michoacanos // By Rodrigo Santillán Cárdenas

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Por Rodrigo Santillán Cárdenas

En estos primeros meses de una nueva administración en Michoacán ha servido no sólo para identificar los problemas torales de la actualidad estatal, sino para dar cuenta -por un lado- del peso real del gabinete estatal y por otro, de la calidad de la oposición.

En Michoacán, como en México, tenemos problemas muy grandes y políticos muy pequeños. Esa parece ser la tragedia de estos tiempos, dice un clásico de la teoría política.

Por un lado, podemos respirar tranquilos de que no existan autoridades abiertamente vinculadas con el crimen organizado o que hayan sido impuestas de la mano de los capos de la delincuencia. El pasado gobierno de la triada maligna (Fausto-Reyna y Jara) se cansaron de demoler las instituciones a golpe de corrupción, ineficiencia, inoperatividad, inexperiencia e improvisación.

Editorial-ColumnasAtrás quedó ya el paso lamentable de funcionarios para el olvido: Roberto Monroy, Yarabí Ávila, Samantha Flores, Jaime Esparza, Armando Sepulveda, Carlos Hugo Castellanos Becerra, Armando Ballinas Mayes, Marcela Figueroa Aguilar, Zabel Pineda Antúnez, y un quilométrico etcétera.

Pero, en la actual administración, hay muchos funcionarios que aún no le sigue el ritmo al actual gobernador, Silvano Aureoles y dan muestra de esclerosis burocrática, entre los que destacan por su tortuguismo: Silvia Figueroa, Liliana López Buenrostro, Carlos Aranza, José Luis Gutiérrez, Ángel Alonso Molina, entre otros.

Sin embargo, también en el contexto político actual de Michoacán, la oposición demuestra un alto nivel de liliputismo mental, como es el caso del PRI, que, como toda buena cena de negros, se siguen devorando las entrañas.

Y qué decir de políticos de miras cortas como Daniel Moncada, quien no se haya así mismo en si curul, y siempre sube a la tribuna del Congreso con la primera puntada que se le ocurre. Asimismo, ha optado por las guerritas baja estofa en redes sociales, pagando páginas como Chayotin o Monitor Expreso, de quienes no se sabe quiénes las mueven.

Uno más, que se desespera por no poder despuntar en las arenas políticas nacionales, es el panista Marko Cortés Mendoza, quien usa a la dirigencia estatal del PAN a su antojo y para sus trabajos sucios más disparatados.

Ni que decir de Morena, partido que ya se transformó en el apéndice del magisterio democrático, y a donde ya llevaron las disputas eternas y estériles entre Artemio Ortiz Hurtado y Juan Pérez Medina.

Así los escenarios actuales de la política michoacana, que son un reflejo de las batallas que retrató Jonathan Swift, de las ciudades de Liliput y Blefuscu, principalmente por una disputa acerca de cómo cascar los huevos hervidos.


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