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La “normalidad” mediática/ By @gaeelico

Por Toño Aguilera

Dentro de la maquinaria criminal nazi, quizás el mejor y más importante ministro de Hitler fue Joseph Goebbels. El manejo propagandístico del régimen se impuso a lo largo del país y del resto de territorios conquistados, plasmando el imaginario de Hitler por toda Europa y en la mente y corazón de miles de europeos.

La propaganda para los nazis (como lo fue para los soviéticos y para los gringos, estos a través de Hollywood) les permitió provocar una guerra, mandar a la tumba a seis millones de judíos, justificar la invasión a Rusia (la tumba del nazismo), conseguir millones de adeptos (hasta la fecha) y el apoyo de los ciudadanos. Cualquier promoción hecha por Goebbels sobre el régimen resultaba en un espejo que abarcaba no sólo a la personalidad de Hitler, sino la suya también.

A Goebbels se le deben los ya míticos “11 principios de propaganda” que sirvieron  para consolidar el ideario nazi en Alemania:

1. Principio de simplificación y del enemigo único. Concentrar la ideología en un ícono particular, y de igual forma reducir a todos los posibles contrincantes en una sola imagen enemiga.

2. Principio del método de contagio. Encasillar bajo una categoría única las posibles vertientes adversas.

3. Principio de la transposición. Adjudicar los errores propios al enemigo, negando toda responsabilidad ante la población y distraerla del origen del hecho.

4. Principio de la exageración y desfiguración. Desvirtuar hechos y declaraciones a favor del régimen. Mientras más grandilocuente y persuasivo, mejor.

5. Principio de la vulgarización. Llevar tu discurso a las masas implica reducirlo en apariencia a su nivel de entendimiento, con el fin de captar la mayor parte de la población. Aprovechar las limitaciones analíticas de la masa.

6. Principio de orquestación. Establecer un discurso reiterativo y sin fisuras ideológicas, aunque no sea honesto. Según Goebbels, “si una mentira se repite suficientemente, acaba por convertirse en verdad”.

7. Principio de renovación. La emisión constante de información no sólo distrae al público de los temas que más aquejan a la nación, sino que sobrecoge al rival que no puede abarcar todo el contenido que enfrenta.

8. Principio de la verosimilitud. Legitimar tu discurso a partir de piezas o fragmentos de información verídica.

9. Principio de la silenciación. Desechar y eliminar los temas sobre los cuales el régimen no tenga respuesta, y minimizar los aspectos favorecedores del enemigo imponiendo una presencia silenciadora en todos los medios posibles.

10. Principio de la transfusión. Explotar y promover actitudes y sentimientos viscerales, como el odio o los prejuicios, que se transformen en conductas establecidad que favorezcan al régimen.

11. Principio de la unanimidad. Convencer a las masas de que hay una simpatía unánime por el gobierno y sus líderes.

En la lamentable situación que por estos días sufre Michoacán, en donde la ley del plomo está por encima de todo esfuerzo de civilidad y concordia, en donde hay regiones intransitables y donde los intereses de unos pocos lograron expulsar a la paz y a la tranquilidad de muchos en varios municipios. En pocas palabras, en un estado ha borde del colapso institucional, de la ingobernabilidad como condición fáctica, y donde nadie sabe cómo gobernar, queda claro que alguien en el gobierno del estado leyó a conciencia a Joseph Goebbels, y ha tratado de poner en práctica varios de sus principios de propaganda.

Ese viejo esquema, ese viejo estilo de dejar que las cosas pasen, de minimizar los problemas, de señalar que todo está bajo control y en calma, ese intento de “normalizar” a fuerza de declaraciones y controles mediáticos una realidad indómita.

Los principios de Goebbels fenecieron en 1945, no sólo con la desaparición física del gerifalte nazi, sino por la exhibición pública de sus falacias, sin embargo el ideario del ministro de propaganda nazi se mantiene vigente, ya que muchos piensan que todavía puede ser útil. Michoacán tal vez sea un ejemplo de ello.

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