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La lección del colegio americano // By Camila Cienfuegos

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Por Camila Cienfuegos (hace mucho simpática)

Conocí políticos que se jactaban de trabajar de 5 de la mañana hasta las 11 ó 12 de la noche, y lejos de pensar que era un gran político por trabajar mucho, solo pensaba ¿a qué hora atiende a su familia? ¿A qué hora juega con sus hijos? Para algunos de ellos, sus errores de padres fueron posteriormente sus fracasos como políticos. Los mexicanos y, concretamente los michoacanos hemos visto en no pocas ocasiones cómo los hijos han destruido las carreras políticas de los padres y hasta gobiernos. No es necesario dar nombres.

El terrible suceso del Colegio Americano del Noreste, de Monterrey, nos deja una gran lección a todos, a padres de familia, maestros, autoridades… cibersociedad, y especialmente a los medios de comunicación y sus representantes.

Sin pretender ser moralista, cada sector de la sociedad está obligado a hacer un alto y reflexionar: ¿Conocemos a nuestros hijos? ¿Conocemos a sus amigos? ¿Indagamos constantemente en su círculo de redes sociales? Los hijos pueden llenarnos de orgullo, pero también pueden meternos en verdaderos problemas que no solo se quedan en el círculo familiar.

 

¿Y LOS MEDIOS?

Son pocos los medios de comunicación y más pocos aún los periodistas que conocen el Código Europeo de Deontología del Periodismo. De hecho, solo sé que la revista Proceso y el periódico Reforma cuentan con un código interno (Proceso basa el suyo en el europeo), de los demás desconozco su organización interna. Aunado al Código, nuevas reformas a las leyes han acotado el quehacer del periodismo que ahora obliga a todos a hablar de “presuntos”, de evitar publicar nombres y fotos de menores, de no interferir en las investigaciones periciales; de obligarnos a ser pacientes pues la mayoría de las preguntas que ahora tenemos, requieren de tiempo para su debida y correcta respuesta.

Ya no es como antes, y aun así, a varios colegas y medios se les calentó la pluma, el morbo o las ganas de la primicia y publicaron lo que no debían publicar, sin siquiera recurrir a la necesaria edición que amortiguara el durísimo golpe que significa ver a un chico, casi niño, asesinar a sangre fría a sus indefensos compañeros de aula y luego dispararse a sí mismo. A veces pienso que hay imágenes que es mejor nunca mirar porque algunas de ellas solo envenenan nuestras almas ¿Estaremos conscientes de ello en los medios?

 

UN EJEMPLO PRÁCTICO Y QUIZÁ POCO ORTODOXO

Una vecina mía, oriunda de Coalcomán, me decía que ella tiene acceso a las redes sociales de sus dos hijos (uno de 14 y una de 16). Les había permitido contar con una cuenta con la condición de que ella tendría acceso a la clave cuyo secretismo sería del dominio de los chicos hasta que cumplieran la mayoría de edad. Debo reconocer que mi vecina es una verdadera loba en constante acecho cuando de proteger a sus hijos se trata, hasta el punto de la sobreprotección pero…luego de ver los sucesos de Monterrey ¿quién podría definir la sobreprotección?

Fue precisamente indagando en las redes de sus hijos cuando se enteró que su hija contaba con una cuenta alterna para evadir a su madre. Mi vecina creo una cuenta falsa y logró acceder al círculo de la cuenta paralela de su hija a la que espió durante una semana. No quiero ser muy explícita con los detalles de la información que subía la muchacha ni de la chinga que le acomodó su madre posteriormente pero… ¿realmente conocemos a nuestros hijos?

Más que enfurecida, mi vecina se sentía traicionada y decepcionada porque su hija llevaba una doble vida. Mientras que en un perfil se mostraba como la niña buena, en el otro subía fotos candentes y comentarios vulgares, algunos de ellos en franca burla y desprecio por su propia progenitora.

“Fíjate nomás –me decía-: 16 años después y apenas voy conociendo a esta cabrona”.

 

Excelente jueves para todos.

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