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La agresión: un síntoma colectivo // By @Siibariita

Liz-Gómez-Despojo-De-Censuras_Por Liz Gómez

La agresión en el ser humano es algo innato, es una expresión de la conducta que se manifiesta de manera frecuente en la ciudadanía y que a través del tiempo ha sido expuesta; es cierto que la agresión presenta una dualidad, se exterioriza de manera destructiva y en otros momentos es usada para el logro y la supervivencia, sin embargo esta última muchas veces es vista de forma negativa ya que puede ir en contra de los valores y reglas de convivencia en la sociedad.

Los niños, adolescentes y algunos adultos muchas veces aprenden mediante la imitación y basado en ello, hoy por hoy están percibiendo una sociedad violenta con poca disposición a la evolución en pro del bienestar social, teniendo como principal factor la pasividad y conformidad profesionista y nunca llegando al punto profesional porque requiere de responsabilidad y compromiso, dos palabras que en la actualidad pocas veces se observan.

La agresión desde su funcionalidad refiere que el niño al ser muy activo en su vida diaria implica que es agresivo a causa de que se está esforzando al actuar con tanta energía, ya que es una forma de mostrar lo que quiere lograr, es decir, sus objetivos. Lo anterior implica que el sujeto usa toda su energía, capacidades y fuerza sin dejarlas descansar con tal de conseguir lo deseado. Luego entonces, se puede decir que la agresión es una manera adaptativa ya que ayuda a lograr las metas planteadas tanto en niños, adolescentes y adultos. Cuando la curiosidad llega a la consciencia del individuo, esta es aceptada y por lo tanto, se acepta la agresión implícita, es decir, se necesita de dicha agresión (energía y movimiento) para alcanzar lo que se desea, eso conlleva a la supervivencia y trascender asertivamente en la sociedad.

La hostilidad se desplaza de las personas con quien se tiene conflicto y que representan una carga de autoridad o poder importantes, a una persona que parezca menos amenazante y peligrosa, donde ahora el sujeto pueda tener el control, dominar y mandar. Así mismo, cuando las personas no reciben ayuda para tener un equilibrio, uno de los riesgos que se corre es que su comportamiento se vuelva impredecible, de igual manera el no buscar ayuda para controlar los impulsos involucrará que se aprenda a renunciar a las satisfacciones y situaciones agradables, ya que será una persona que no acepte un NO como respuesta ni una sensación de frustración, lo cual es aún más grave ya que para poder potencializar las capacidades, habilidades, tener éxito, sentimientos y emociones congruentes se requiere de la frustración, ella es la llave para que el sujeto pueda aventarse un clavado hacia sí mismo, descubrirse y mostrar al mundo su valía, ¡exacto! hacer consciente su valor como ser humano, pero si el sujeto no permite la frustración, entonces estará renunciando a la satisfacción de ser amado, manifestándose en actitudes de autosabotaje, hostilidad, inseguridad, agresión y devaluación, ya sea de forma consciente e inconsciente, y entonces vemos relaciones interpersonales insanas y destructivas.

Otra situación grave a causa de las actitudes agresivas destructivas, es que en el sujeto que la presenta puede pasar a depender de él o ella misma únicamente, para lograr seguridad que en un inicio es buscado en el amor de los demás (de los padres por ejemplo), por lo tanto, se llega a convertir en su propio sujeto complaciente y por consiguiente se vuelve relativamente inaccesible y aislado cuando se le ofrece estabilidad, amor, atención, apoyo y seguridad; cuando existen chispazos de consciencia y el individuo logra darse cuenta de lo anterior, además se encuentra en un lugar desconocido, sin el apoyo de ningún sentimiento intenso propio o de algún otro, será propenso a generar temor, angustia y enojo, estas tres últimas en gran medida manifestadas en forma de agresión, es decir, no siempre la agresión es una manifestación de coraje, ira u hostilidad, sino que es muchas veces la única forma permitida socialmente para manifestar el dolor, la angustia y el temor, sin duda esto es inherente a la forma de educación que se recibe desde casa, desde la escuela, desde la sociedad.

La falta de autoridad y límites que está caracterizando a la sociedad actual nos habla de una ausencia de figuras significativas, seguras y constantes, ocupamos más figuras de autoridad que usen la flexibilidad, la congruencia, el diálogo y los límites para el desarrollo adecuado, sin caer en la condescendencia y posibilidad de corromperse ante los deseos injustificados del otro.

Dejemos de aplaudir y enseñar que el niño que golpea más fuerte es el que consigue el mejor juguete, los padres que pegan a sus hijos obtienen mejores resultados, el hombre que se muestra agresivo puede conseguir el elogio de cierto tipo de hombres, que las quejas sean la única forma de solución, que el mal humor y los comentarios hirientes pueden ser usados para librarnos de hacer algo que no nos guste deslindándonos de responsabilidad; quitémosle el moño y la envoltura atractiva a la agresión destructiva, no dejemos que ella muchas veces sea la única forma de contacto con el otro y caracterice a nuestra sociedad por ser un síntoma colectivo.

Nos vemos pronto con más palabras democráticas para el placer y la conciencia.


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