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JournalRebel… ¿Cómo es crecer en México?

Pocas cosas logran sorprenderme tanto como los cambios paulatinos. Son como gotitas de suero que, una por una, se van inyectando sin sentirlas... o más bien, en un momento nos acostumbramos y dejamos de sentirlas.

By: Itzia Ramos

 

Algo así pasa con las tantas muertes y desapariciones infantiles en este país. Una, dos al día no parecen mucho cuando lo comparas con los tantos millones que habitamos en este país. Pasan los años, los números siguen aumentando, y cuando menos te das cuenta, ya son miles. El otro día caminé por mi antigua primaria y pensé «fácilmente podrías llenarla de todos los niños y niñas que han muerto en este país en los últimos años». Si se desapareciera una primaria completa en un día, habría pánico, todos hablando de la tragedia nacional. Estaría en los libros de historia y se harían películas sobre ello. Pero no se sienten, y entonces no pasa nada.

Bueno, pasa algo. Las personas tienen pánico. Se quedan sin opciones excepto encerrar a sus hijos. Y, paulatinamente, las calles se vacían. ¿Suena familiar?

Según Save The Children, mueren más niños y niñas (refiriéndome a personas entre 0 y 19 años) asesinadas aquí que en Siria o Palestina. Es más peligroso crecer aquí que en una zona activa de guerra. Y es un conocimiento que las generaciones más recientes traemos bien grabado, aunque sea sólo la idea general, que aquí afuera no es seguro. A veces ni siquiera dentro, en nuestro hogar, lo es.

Recuerdo que de chiquita me sorprendía mucho ver series criminalísticas de Estados Unidos donde el caso (de homicidio, por ejemplo) sucedía en lugares donde «no había pasado en décadas». Fallaba a mi comprensión que pudieras salir sola, con 10 u 11 años, a una distancia considerable y no te pasara nada: nuestro límite era el campo visual del adulto a cargo. O que en Noruega, por otro lado, hay gente que pone a sus niños pequeños en el porche a tomar una siesta, ¡y luego se mete a la casa!

Estoy segura que la mía no es una experiencia aislada. Conozco a muy pocas personas que se encuentran en los relatos de sus abuelos y abuelas, narrando cómo pasaron su niñez en las calles hasta después del atardecer. Mi generación, tal vez la de mis padres, aprendió a sobrevivir y aprendió que ciertas cosas que podían parecer mundanas eran exponerse innecesariamente, como esas. Las experiencias varían, pero el sentimiento general es que todas cambiaron y se volvieron más estrictas. Me sorprende que haya quien crea que los niños no están concientes de esto o que no saben lo que pasa a su alrededor, como si no oyeran las noticias, no vieran los periódicos, no escucharan.

He crecido. Entiendo un poco mejor lo que está pasando. Mas la sensación de miedo, de alerta, esa nunca ha cambiado desde que puedo recordarlo. Y no creo que jamás lo haga.

La realidad es que ya no se necesitan historias de terror, monstruos inventados para asustarse. El terror de verdad ya existe en nosotros. Despertó cuando yo tenía 6 años y el cadáver de Paulette apareció debajo de su cama, y lo volví a sentir tan claro cuando los 5 chicos murieron baleados en el local de maquinitas en Uruapan. Porque ser mexicano es crecer con tradiciones hermosas, personas solidarias y una biodiversidad tremenda (por decir algunas cosas), pero también es esta foto.

Es el efecto que causará a su alrededor.

Ningún niño ahí cerca visitará esas maquinitas en mucho tiempo. Tal vez incluso dejen de salir a la calle a jugar. Y van a cargar con esa memoria toda su vida: «yo vivía por ahí» o «yo lo conocía», «yo oí los gritos». De pronto es personal, ya no es una nota roja en el periódico, ya no es un número. De pronto recuerdas que también puedes ser tú.

Todas las vidas valen lo mismo. Sin embargo, hay algunas, como estas, como Fátima, que pegan terrible. Pensar que hay tantas cosas que no harán, tantos días que no van a vivir, y que nosotrxs sí lo hayamos hecho es pura suerte, duele.

Y cuando eso pasa, pienso «Tengo tanto que agradecerle a este país. Pero haber crecido en medio de tanta violencia, hasta que la normalizamos y aceptamos… eso nunca lo voy a olvidar.”

¿O es que ustedes ya lo hicieron?

Itzia Ramos, estudiante de preparatoria. Ferviente defensora de la libertad y de los tacos al pastor con piña. Escribe poesía en su tiempo libre.

 

 

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