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Iluminados, judas y otras yerbas

La supuesta democracia que tenemos en nuestro “México florido y espinudo” está en plena metamorfosis, sí, una metamorfosis superficial, una mera cuestión cosmética. La serpiente del poder, vieja y colmilluda, está mudando de piel: los priistas que antaño eran de hueso colorado hora son apóstoles del Mesías, los panistas más reaccionarios y guadalupanos ahora son apóstatas sanguinarios que visten de amarillo y negro, los otrora guerrilleros de izquierda son más papistas que el Papa, y los demás actores políticos actúan por el estilo. En pocas palabras hay una plaga de judas que han renegado y renunciado a sus “principios” e “ideología” por la posibilidad de un puesto plurinominal, un “güeso” en la nueva administración u otras prebendas políticas y económicas.

Surgen, a diestra y siniestra nuevos partidos políticos, que son cotos o cacicazgos de una familia o una sola persona. A la par, aparecen alianzas y pactos entre los distintos personajes políticos y sus respectivos partidos. Por último, las candidaturas independientes y la reelección de ediles son la moda, pero los gobernantes independientes no son la panacea, pues en la práctica han resultado igual o peor de rapaces que aquellos que están respaldados por los partidos de siempre.

Ya empezaron a saltar los “chapulines” en todos los niveles de gobierno, la guerra sucia comenzó hace un par de años o para ser precisos nunca se acabó sólo bajó de intensidad por un tiempo. El bombardeo de spots políticos es obsceno y grotesco. Toda esa parafernalia: los nuevos partidos políticos, los iluminados, el Mesías, los judas, las alianzas, los “chapulines”, los independientes y demás yerbas cumplen un solo fin: seguir ilusionando y confundiendo al ciudadano promedio, para que al final y “en lo oscurito” nuestra clase política se reparta el botín y sigan impunes con el saqueo de las pocas riquezas que aún le quedan a esta nación tan lacerada.

No hay nada nuevo bajo el sol. Lo que escribí arriba es una verdad de Perogrullo, una serie de lugares comunes que aparecen todos los días en la prensa nacional. No soy un analista político ni mucho menos pero quería un pretexto para contarles una pequeña anécdota sobre uno de mis pocos acercamientos con los poderosos:

La mazorca

Hace más de diez o doce años un amigo me invitó a una comida cerca del Estadio Venustiano Carranza, en Morelia. Cuando estábamos a un par de cuadras del domicilio donde sería el ágape me confesó que el motivo de la reunión era de carácter político, una comida que organizaba el PRI. Seguramente vio mi gesto de disgusto porque inmediatamente me dijo que los discursos serían breves y que habría buena comida y cervezas. Como me conocía me pegó en mis dos patas de palo: la comida y la bebida. A pesar de estar un poco molesto por la encerrona pensé: “qué más da si ya casi llegamos al lugar”, además lo vi como una experiencia más sobre la que podría escribir en el futuro.

En fin, llegamos a una casa ubicada a un par de cuadras del Venustiano, una casa con un patio mediano, techado con lonas y un gran jardín cubierto de un césped espeso y muy verde. La casa, propiamente dicho, comenzaba como a unos cuarenta o cincuenta metros del portón de la entrada, hasta donde recuerdo no era muy estética pero sí enorme.

Al llegar, un achichincle nos pidió que nos registráramos en una lista y nos preguntó si éramos simpatizantes o militantes. Después de anotar nuestros nombres nos pidió que nos acomodáramos en alguna de las sillas que estaban bajo el toldo de la izquierda. La reunión estaba programada para las 11:00 de la mañana pero se retrasó más de una hora por la impuntualidad de los priistas.

Cuando por fin inició el mitin, me enteré que el motivo del mismo era reunificar y fortalecer al PRI estatal porque, por esas fechas, se encontraba fracturado y atravesaba un cisma, además de diseñar la estrategia política que emplearían en las cercanas elecciones estatales. A la reunión asistieron senadores, ex senadores, diputados, ex diputados, ediles, ex ediles, coordinadores de los municipios y priistas destacados. Se esperaban ex gobernadores que cancelaron a última hora, en su lugar hubo uno que otro colado como yo. Los discursos que serían breves duraron más de tres horas, más de tres horas de una retórica vacía, de una demagogia desgastada y chirle. Fueron algunas de las horas más largas que he vivido. Cada cierto tiempo un changuito anunciaba que ya no tardaban en llegar las carnitas.

Después de chutarme toda esa perorata le tocó el turno a una coordinadora municipal de Zitácuaro o Ciudad  Hidalgo, no recuerdo bien. Dicha mujer tenía unos 55 años de edad, era flaca y pellejuda e iba vestida con un traje rosa muy pasado de moda, entre sus manos llevaba unos papeles arrugados. Al hacer uso del micrófono nos dijo, o advirtió, con voz chillona, que nos leería unos pensamientos de su inspiración. En ese punto yo estaba a nada de hacer una matanza de próceres priistas, cuando la Providencia me salvó: apenas la coordinadora comenzaba con la lectura de sus “pensamientos” cuando alguien gritó “!Ya llegaron las carnitas! Efectivamente, llegaron unos mozos con dos enormes hieleras azules, una con carnitas y otra con tortillas, además de unas tinas con cervezas y refrescos cubiertos con hielo. Ni siquiera habían colocado las hieleras en el piso cuando la marabunta priista se abalanzó sobre las viandas. Entre gritos y empujones vi cómo aquellos que clamaban unidad se transformaba en una piara  de marranos rabiosos, como cuando la diosa Circe convierte a los compañeros de Odiseo en cerdos o como la escena de “Calzonzin inspector” donde el presidente municipal y sus paniaguados se transforman en animales. La visión era realmente grotesca, por aquí  y por allá  un diputado o un senador con dos o tres envoltorios de carnitas y uno o dos kilos de tortillas. Toda esa violencia y avorazamiento fue inútil, pues cuando por fin se calmaron los ánimos y se disipó la astrosa grey las hieleras con la comida tenían más de la mitad de su contenido original.

Las reflexiones sobre este episodio se las dejo a ustedes. Sólo me resta decir que cuando comenzó el agandalle la doñita de los “pensamientos” se olvidó de sus buenas intenciones, botó sus notas y se tiró a matar sobre las carnitas.

 

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