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Fausto, ésta historia no la escribió Goethe/ By @gaaelico

Por Toño Aguilera

Espacio para la estulticia de un humilde obrero de la información #Antifascista #Socialismo Humano
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El grandioso escrito alemán Johann Wolfgang von Goethe, hizo decir a su personaje más mítico de su novela más importante, Fausto una frase lapidaria: ¡Cuánto tarda en disiparse la esperanza en la cabeza de quien se aferra a bagatelas y, escarbando curiosamente en busca de tesoros, se siente feliz si encuentra lombrices!

No existe mito cultural haya tenido en Europa la fuerza del de Fausto para introducirnos en las vicisitudes del hombre moderno. Fausto es, por excelencia, el mito que refleja la psicología del hombre empeñado en aventurarse en paisajes ignotos y en transformar las imágenes de su propia condición.

Goethe presenta a su Fausto como el hombre que busca con ansiedad aquello que, sabe de antemano, difícilmente encontrará. El escritor alemán resumía al hombre romántico de sus tiempos, que para alcanzar un bien terrenal ofreció su alma al diablo.

La tentación es la constante en el personaje mítico, y convierte a Mefistófeles en su consjero principal, en su alma dentro de su alma. El diablo es tan inseparable de Fausto que forma parte de este, siendo al tiempo, como tentador, su afirmación y su negación al mismo tiempo. Fausto necesita a Mefistófeles porque este se erige en el espejo de sus aspiraciones y limitaciones, que son, a su vez, las aspiraciones y limitaciones del hombre moderno.

Jamás sabremos si Fausto Vallejo leyó a consciencia el Fausto de Goethe, pero ahora nos queda claro que repitió sus mismos errores. Vallejo Figueroa asumió las características de un Fausto contemporáneo, pero más vacilante, ambiguo, notablemente preparado para actuar libremente, pero imbuido de un espíritu apático que lo hace desinteresarse por todo aquello que excede a lo inmediato.

El Fausto contemporáneo, que gobernó con displicencia a los michoacanos apenas poco más de dos años, asumió su papel fáustico con la falta de dogmatismo, sin un adoctrinamiento previo, ni ideológico, ni religioso, ni político, pero que por el contrario, pesaba un exceso de pragmatismo, una apatía difícil de superar, un agobiante utilitarismo de las sensaciones.

Así como el Mefistófeles de la novela goethiana, a nuestro Fausto le endulzaron el oído, le vendieron mundos y realidades inexistentes, le dijeron que fuera indiferente, lo engatusaron y lo engañaron. Lo transformaron en un ser inmerso en la contradicción.

¿Quién es, o qué es, Mefistófeles de nuestro Michoacán actual? ¿A cambio de qué le vendió nuestro Fausto la gubernatura al diablo? ¿Qué le prometieron para que dejara al estado en una situación compleja y enmarañada?

Fausto, ya no el de Goethe, sino el michoacano Vallejo, se va. Jamás sabremos qué le otorgó a Mefistófeles, o que le prometió éste a él. Lo cierto es que como en la novela del bardo alemán, esta historia termina con una sentencia: “ Siempre acabamos por depender de nuestras propias obras y cuando el juez no puede castigar, acaba por unirse al culpable”…. Ha terminado el mito fáustico en Michoacán.

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