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¡¡Escuincle majadero!!

Por Isabel Felicidad

El otro día andaba de paseo  con mi hermana, me encontraba oliendo el jardín  buscando un lugar para hacer pis,  y de repente me topé con  un escuincle majadero.

Un chamaquito como de unos nueve años, el típico revoltoso abusivo que molesta a todos, a los adultos, a los niños, a los animales, en fin, en verdad a todos.

Ya en otras ocasiones lo vi robar cebollas de la tienda para arrojárselas en la cabeza a otros niños, gritar una sarta de leperadas que ni un camionero conoce y corretear con malicia a pequeños perritos ¿lo pueden creer? Mi comadre la Negrícola le tiene terror.

Pero lo que el otro día me dejó impactada, (o sea, hasta el ladrido se me atoró) fue  cómo le contestaba a su mamá y peor aún que la señora se encogió en hombros como asustada y no le dijo nada. Ay, me dio tanto coraje, y pensé “fuera uno de mis hijos le daría una mordida en los chamorros que en la vida me volvía a contestar así”

Es que figúrense que cuando la señora le llamaba la atención y le “pedía de favor” que fuera a casa a hacer la tarea, el escuincle sólo estiró la mano poniéndosela en la cara a su mamá y diciéndole “tú cállate ¿sí?”, ¡grrrrauuu! Me dieron ganas de agarrar las bolitas que acaba de hacer y aventárselas en la jetota…

He visto este tipo de comportamiento (desgraciadamente con frecuencia)  en muchos escuincles, y creo que la culpa es de los padres permisivos “no hay que pegarles a los niños por que se trauman, pobres criaturas”. ¿Cuál trauma, señores? No estoy diciendo que les den sendos trancazos que los dejen como el lonje moco, o los sometan a torturas chinas, pero sí es necesario márcales límites, todos los necesitamos…

Como petición de toda la sociedad: ¡eduquen a sus hijos! E hijos, reflexionen y no sean cabro… ejem, insolentes; porque esta “perra vida” es muy canija y no todos somos sus padres tolerantes que les soportan todas sus trastadas.

Twitter:  @IsabelFelicidad

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Changoonga.com no necesariamente adopta como suyos los choros, chorizos, morongas  y chistorras publicados en ella y deja en sus respectivos padres (autores) la responsabilidad de todas las barrabasadas, debrayes y/o chaquetas mentales que aquí plasman, producto de las ardillas hiperactivas que habitan en sus macetas.

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