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Entre el Peje y casorios igualitarios

Por Paul Alcántar

La relación López Obrador y el movimiento lésbico gay siempre ha tenido encontronazos. Su relación con esta histórica lucha ha sido de claroscuros y con una línea delgada de respeto, aunque con los respectivos golpes bajos que el tabasqueño no ha dudado en dar cuando se requiere, el Peje mantiene un amor apache y tenso.

Esta relación se viene desgastando desde que el mismo AMLO fue Jefe de Gobierno del Distrito Federal en el año 2000. Teniendo una mayoría arrasadora que le permitía maniobrar a la Asamblea Local como quería, aprobar las leyes que deseaba y sin una oposición fortalecida,  hizo que el primer intento por reconocer el derecho de las parejas del mismo sexo por tener una seguridad garantizada en el código civil de la ciudad de México se viniera abajo.

El Peje no estaba dispuesto a exponer su imagen política y su creciente popularidad ante una idea atrevida si en ese entonces estaba en juego la candidatura presidencial. Su alianza rara con el Arzobispo de México así como con el empresario Carlos Slim, lo fueron apartando de aquellas ideas liberales que se estaban cocinando a fuego lento –como el arroz con leche- dentro del mismo PRD capitalino en alianza estratégica con el recién naciente Partido de la Rosa y después con México Posible.

Pero cada intento por subir la iniciativa de Sociedades de Convivencia al pleno legislativo, Pejeman la bloqueaba. Así de sencillo, López Obrador mantenía el tema del derecho por las uniones entre personas del mismo sexo fuera de sus reflectores, muy apartado de su agenda y apoyado por su alta popularidad mediática.

Sin embargo, conforme se acercaban las elecciones presidenciales del 2006, muchos activistas e intelectuales vieron en López Obrador una decepción profunda por no afrontar los temas que implicaban el reconocimiento de las libertades individuales, aquellas que tenían que ver con el derecho a decidir de las personas. Y surgió Alternativa Socialdemócrata y Patricia Mercado, mujer de izquierda, la única mujer en aquella elección tan dividida que le quitó un millón trescientos mil votos a López Obrador.

Millón de votos de personas que se dejaron seducir por una agenda integral que no sólo veía el respeto por el derecho de homosexuales y lesbianas sino que buscaba el respeto de género, la eutanasia y la primera que puso sobre la mesa la discusión de la legislación de las drogas. Un millón de votos perfectos para rebasar a Felipillo Calderón y ganar la elección con un amplio margen.

Ese millón de votos seguramente los deseó AMLO después de conocer su derrota y mucho tuvo que ver por ese menosprecio que le hace al movimiento progresista, apoyado indiscutiblemente por la agenda LGBTTTI. Hoy nuevamente Andrés Manuel se enfrenta a la crítica de estos movimientos por su timidez y suavidad al momento de confesarse ante el pleno de obispos católicos del país. Dijo que el matrimonio entre personas del mismo sexo y el derecho a decidir de las mujeres lo pondría, en dado caso de llegar a ser presidente de México, “a la voluntad del pueblo”.

Con lo que pasó el miércoles, ante los obispos, me queda claro que AMLO no representa al Movimiento Progresista.  Traicionó nuevamente a quienes olvidaron su desdén en el 2006. Qué pena que no haya una Patricia Merca­do como candidata.

Chapulines

  1. Lo que más me sorprende es que aún hay colaboradores y simpatizantes gays pejistas que defienden lo indefendible. La crítica interna parece que aún no se les da en la campaña de López Obrador.
  2. Minerva Bautista es la candidata de la izquierda para la alcaldía de Morelia. Es una gran candidata, refresca al PRD, y si se pone trucha hasta le puede sacar un sustito a Marko Cortés y al mismo Willy Lázaro.
  3. Cherán…. ¿Qué pasa con esa garantía al respeto por las decisiones que sus pobladores deben tomar?  Fausto Vallejo pareciera que no toma el tema con la seriedad que merece.

Twitter: @paulalcantar

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