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En Loco Tidiano… Se vale aventar la piedra y esconder la mano.

Cualquier persona puede ahora tomar su teléfono para grabar o fotografiar al otro con la finalidad de exhibirlo, sin reparar en que estamos despojando al individuo de su privacidad y derecho a defenderse, para aventarlo sin miramientos a una hoguera masiva

By: Rosío Morelos.

Estamos viviendo tiempos en donde parece que el mar está muy revuelto y nada consigue asentarse. Pareciera de pronto que nuestras herramientas nos sobre pasan. Tenemos al alcance de nuestras manos, aparatos muy poderosos, que nos sirven de: despertador, calculadora, máquina de escribir, mensajería, teléfono, reproductor de música, cámara fotográfica, biblioteca, periódico, chismógrafo, video juego, y hasta nos ofrecen alternativas sobre qué comprar y cómo pensar.

Contamos además con un espacio virtual en donde podemos guardar datos (sean documentos importantes, o basura) y albergamos la posibilidad de «alzar la voz» desde nuestra trinchera virtual para decir lo que pensamos o sentimos.

Esto ha sido una herramienta maravillosa, y han surgido movimientos para solidarizarse en casos de desastre. También se han hecho denuncias ciudadanas sobre robos y malas prácticas que han servido para alertar a la población sobre posibles peligros (desgraciadamente a falta de un sistema de justicia eficaz). Incluso «tendencias» han resultado positivas, tales como los «challenge» que exhortan a la población a unirse para llevar a cabo limpieza de lagos, bosques, etc.

El problema es que a veces cruzamos una delgada línea sin darnos cuenta, y de pronto parece que funcionamos como verdugos del otro, y se nos hace fácil reportar al vecino a la menor provocación para denunciar lo que desde nuestra perspectiva es un mal comportamiento ciudadano (y a veces lo hacemos de manera visceral sin detenernos a observar lo suficiente el entorno para llegar a estas conclusiones).

Cualquier persona puede ahora tomar su teléfono para grabar o fotografiar al otro con la finalidad de exhibirlo, sin reparar en que estamos despojando al individuo de su privacidad y derecho a defenderse, para aventarlo sin miramientos a una hoguera masiva, llena de otros que en ocasiones batallan con el hartazgo y que buscan solo espacios para descargar sus frustraciones.

Aventar piedras a todo el que no piense como nosotros, es ahora una práctica común, al fin y al cabo tenemos la enorme ventaja de que la confrontación solo será virtual (por lo tanto libre de consecuencias ya que si nos contestan algo que no nos gusta bien podemos bloquear a la persona), y se perderá entre el mar de otras voces que lanzan también sus propias piedras. Lo que no nos detenemos a pensar, es que en este ejercicio podemos estar contribuyendo a alimentar «fake news» que a veces alarman innecesariamente, y que funcionan como instrumentos de manipulación y como detonantes, en ocasiones, de acciones poco razonadas.

Algunas mañanas se vuelven terribles, basta despertar y scrolear el teléfono inteligente compulsivamente, para leer superficialmente la nota de otro suicidio más, de otro asesinato más, de otro de los tantos actos de corrupción que siguen impunes.

Más triste aún leer una noche con calma las noticias para constatar que algo aparentemente tan inofensivo como una denuncia en un medio virtual, puede generar la suficiente presión social en una persona (culpable o no) para que se sienta orillada a considerar como única alternativa el suicidio (dejando completamente desacreditada la vía legal).

A lo mejor necesitamos más espacios que fomenten la tolerancia, y en donde la meta no sea despotricar contra el otro, sino darnos cuenta de que las piedras no solo sirven para aventarse, también pueden servir para construir grandes cosas.

 

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