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En Loco Tidiano… Malas influencias.

 

By: Rosío Morelos.

Todo lo que me pediste ya está en marcha

Si sabes que desde siempre compartí tu causa…

Bersuit Vergarabat.

 

Diría Amado Nervo que uno es “arquitecto de su propio destino”, pero aunque la frase suene muy bonita y se presuma que contamos con libre albedrío, lo cierto es que no siempre somos enteramente dueños de nuestros actos; existen comportamientos que llevamos a cabo que tienen todo el sello maligno y autoría intelectual de otro.

Por alguna razón las malas influencias resultan muy atractivas y abundan en todas partes, y desde la temprana infancia estamos expuestos a ellas: desde el hermano mayor que nos convence de explayarnos artísticamente en el impecable muro de la sala y hasta nos facilita el crayón para realizar tal fechoría (justo antes de acusarnos traidoramente con la mamá), hasta el compañerito del kínder que nos instruye sobre cómo torturar a una pobre “cochinilla” o lombriz.

Conforme vamos creciendo y con tal de ser aceptados, permitimos que de cuando en cuando otras voces nos atraigan con sus maquiavélicas ideas: ya sea “salársela”, pasar las respuestas del examen, probar el primer cigarrillo, etc. Y esto lo hacemos a pesar de la clásica pregunta que todo padre le hace alguna vez a sus hijos en referencia a seguir consejos de otros: si te dicen que te tires a un barranco, ¿te vas a aventar?

A veces incluso son las influencias colectivas las que resultan más contagiosas y  se vuelve difícil escapar de ellas: ya sea besar a alguien de acuerdo al indicador de una botella, participar en un motín contra el maestro nefasto, o formar parte de una estampida que se puede suscitar ante la amenaza (a veces infundada) de un posible peligro.

Lo triste de seguir a otros es que cuando la idea resulta buena no podremos jactarnos de haber tomado una decisión inteligente por cuenta propia, y lo malo es que si la idea nos explota en la cara, tendremos que aceptar las consecuencias de haber seguido ciegamente frases como: “no pasa nada”, “la última y nos vamos”, “qué es lo peor que puede pasar”, etc.

Sería excelente tener desde el nacimiento la capacidad de distinguir aquellas influencias que resultan perjudiciales para nuestra vida, y de este modo evitar algunos tropiezos de la infancia, la adolescencia e incluso la edad adulta. Desafortunadamente no siempre tenemos la habilidad de identificar a esos “pepes grillos malignos”; sobre todo porque a veces, resulta que la peor influencia que podemos tener es ese odioso y desconocido ser del espejo que se oculta tras la personalidad de un tal Mr. Hyde.

Luz Rosío Morelos. Egresada de letras, distraída de oficio.

Contacto: chio.moregu@hotmail.com

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