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El Jubiloso Jubileo

Por Mar Proud / desde algún lugar de las Europas

Este mes de junio ha sido el mes del Jubileo de Diamante o de los 60 años de reinado de Elizabeth II de Inglaterra (y sus colonias ahora comprendidas en la Commonwealth).

Los festejos han sido por demás grandiosos. Desde el Epsom Derby que es la carrera de caballos más prestigiosa y fresa del Reino Unido, hasta la aparición real en el mítico balcón del Palacio de Buckingham.

Bueno, con decirles que hasta recorrieron un día feriado para celebrar el Jubileo y aumentaron otro más para que fueran no uno, ni dos, ni tres, sino ¡cuatro días de fiesta nacional! cosa increíblemente inusual en este país en donde no conocen los puentes ni los días de asueto «innecesarios».

Pero para el 85% de los británicos, la realeza y su jefa han sido causa y razón incuestionable para organizar cualquier tipo de celebración. Desde fiestas en las oficinas y escuelas por motivo del Jubileo, fiestas en las calles en donde todos los vecinos apoquinaron para llevar comida, bebidas y música suficientes para toda la tropa, eso sí, borrachera en honor a su Majestad la Reina.

Yo me pregunto, ¿gastarse en 4 días cerca de 20 millones de libras en honor a Lizzie, era realmente necesario?. Digo, sí, claro, es el «Imperio Británico» pero un Imperio en recesión innegable en donde los precios de la canasta básica suben de una manera sorprendente de la noche a la mañana y casi sin previo aviso.  Londres pasa la factura carísima por vivir en, con y de ella.

No niego que haber presenciado la Regata del Támesis en donde hubo una flotilla de mil barcos de todos los países que conforman a la Commonwealth y los países de la Unión Europea fue sumamente divertido aún bajo una tormenta marca diablo y un viento que sólo Londres sabe soplar.

O que el after en London Bridge junto a un distinguido y alcoholizado grupo de octogenarias que lloraban de emoción por haber visto pasar a la reina a tres kilómetros de ellas, no me haya tocado el corazón.  ¡Claro que lo disfruté! Pero ya que la fiesta termina, los turistas se van y todo regresa a la normalidad, nos quedamos los que tenemos que pagar impuestos y por ende la pachanga.

Me quedará en la memoria la cara de las comadres lloronas y las imágenes de los miles de inglesitos ataviados con la bandera británica de pies a cabeza. Y me quedará como llaga en el bolsillo la cuenta del fiestón de Doña Windsor. Ojalá que lo haya disfrutado y que se haya divertido tanto como sus súbditos, que sino, al próximo jubileo, ¡no le tocarán ni las moronas del pastel!

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