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Cuentan que… de aguacatazos y otras linduras

By: Juriath Cervantes


HAY TEMAS que deben abordarse así, de frente y con valor. No hacerlo, nos convierte en cómplices de aquellos que, abusando de su posición en el servicio público, juegan a ser Dios con lo más sagrado que tiene una persona: su vida, su salud o la de sus seres queridos. A Guadalupe Pichardo Escobedo, secretaria del Sindicato de Trabajadores Descentralizados “Lázaro Cárdenas”, se le puede tolerar su pleito de a gratis con la dependencia que le da de comer a ella y a una veintena de sus familiares, que representan un gasto anual superior a los 3.1 millones de pesos; que se invente que se usan jeringas caducas; que tome oficinas una y otra vez, afectando a cientos de trabajadores y a miles de usuarios, hasta que olvide su estatus de lideresa de un sindicato y que por tanto, es la primera obligada al diálogo. Todo eso se le puede permitir a la señora y hasta más; la única rayita que no debe cruzar, es la de violentar y manipular con mentiras la certidumbre y esperanza de un puño de esposos, padres, madres e hijos, que acuden a una institución de salud y enfrentan un problema colectivo como el que se registró hace unos días en el Hospital Civil de Morelia, “Dr. Miguel Silva”.

NO. Así, en mayúscula. En el nombre de su inexplicable y ya cansada lucha y enojo contra el sistema y contra todos aquellos que acusa, sin elementos de prueba, que exhibieron su corrupto reinado con dos hijos, cinco hermanos, cuatro sobrinos, un cuñado y cinco parientes más en puestos de la Secretaría de Salud, varios de ellos cobrando por el único hecho de ser su consanguíneo, como el caso de su hija Sussane Esbeidy, para quien Guadalupe Pichardo –Lupita, para los amigos-, ha gestionado oficio tras oficio con el fin de que la aviaduría de su hija nunca aterrice en el centro de salud a donde fue adscrita; no se puede jugar a ser Dios con la salud de las personas.

GUADALUPE PICHARDO eligió mentir, manipular y llevar a la crisis a los familiares de las mujeres que resultaron afectadas por un diagnóstico aún no establecido. Abusó de su condición de “lideresa” y trabajadora de la Secretaría de Salud. Violentó protocolos, filtró información sesgada, desinformó, acusó y puso en tela de juicio el trabajo de cientos de mujeres y hombres que a pesar de las condiciones en las que se encuentran laborando, no dudan en cumplir con su juramento y atienden a cada paciente que llega a su regazo.

LA LÍDERESA busca de nueva cuenta ser protagonista de un escándalo para hacerse agua a su molino y eso no es correcto y hasta debiera ser punitivo. LAS AUTORIDADES han sido harto tolerantes con este tipo de actitudes y es tiempo de frenar el carro.
CIERTO ES que hubo un evento delicado en el longevo hospital de Morelia. Una situación que no es privativa de ese nosocomio: De acuerdo con diversos estudios clínicos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), los cuatro incidentes más frecuentes en unidades médicas son:
1.- Fallas durante la infusión de medicamentos, fármaco erróneo y cálculos de dosis: Los errores en la infusión intravenosa son los más comunes y están en la lista de los más costosos para los sistemas de salud. El personal de enfermería es susceptible de cometer errores, cerca de los cuales el 38 por ciento son en la administración de fármacos; además, un tercio de la jornada laboral les exige trabajar con medicamentos y puede resultar complejo el hacer cálculos exactos de las dosis que se deben suministrar.
NO SE TRATA de justificar lo sucedido, sino de explicarlo. No se puede mentir a la gente afirmando que hay un virus o una bacteria provocando daño en el organismo de mujeres y bebés. Si hubiese sido el caso, créalo, todo el hospital estaría comprometido.
CUANDO SE PRESENTAN este tipo de eventos, hay que esperar a que se lleven a cabo los protocolos que obliga la ley. Son procedimientos clínicos, que permitirán no sólo atender con más eficacia a los afectados sino además, prevenir futuras complicaciones clínicas. Eso es ser responsables.
A la investigación que se le sigue a Pichardo en la Contraloría por haber cobrado 891 mil 264 pesos para la organización de fiestas, justificadas como «congresos y convenciones», como se ha difundido en algunos medios, debiera añadirse la IRRESPONSABILIDAD en que incurrió y que como servidora pública está obligada a enfrentar.
El informe previo de la Secretaría de Salud establece que 9 pacientes presentaron síntomas asociados a un evento adverso por anestesia; de las cuales, 8 están estables y en recuperación. Una mujer más, que llegó al nosocomio con un aborto incompleto y a quien se le practicó un legrado, está en terapia intensiva por causas asociadas a su problema de salud. Ningún bebé, dice la dependencia, estuvo en riesgo. Los quirófanos fueron restringidos para análisis. Hay pues, un protocolo sanitario en curso, se hizo lo que se tenía que hacer.

CIERRE DE ORO EN MORELIA
Lamentable el “broche de oro” con el que Alfonso Martínez Alcázar cierra su administración municipal. Durante los tres años de gobierno, dio “saliditas” al tema del comercio no autorizado instalado en inmediaciones del Mercado Independencia. A pesar de los reclamos de los comerciales legalmente instalados, nunca les hizo caso. 15 días antes de que concluya oficialmente su mandato se le ocurre ir “y aplicar la ley”.

La novatez de su director de Mercados, Leonel Alarcón; la ignorancia del Secretario de Servicios Públicos y la indiferencia del alcalde a punto de emigrar, al que, al parecer, ya no le importa nada de lo que sucede en Morelia, se manifestaron, combinaron y explotaron en el lamentable encontronazo de ambulantes, inspectores municipales y policías, a grado tal que tuvo que intervenir el estado a través de la Policía Estatal, luego de que el ayuntamiento clamara auxilio.

Lo sucedido en el Mercado Independiente, donde la tensión permanece luego del connato de violencia registrado, a pesar de la presencia policiaca tanto del municipio como del estado, es un fuerte llamado de atención para el profesor Raúl Morón Orozco, renuente a firmar, igual que Alfonso Martínez, el llamado Mando Unificado.

Por tres años, Poncho Martínez rechazó el Mando Unificado, creció la policía de poco más de 150 elementos a más de 800 y se llenaba la local al decir que estaban todos certificados, que ninguna policía en Michoacán, era como la suya.

Con el pretexto de mantener su independencia y el control en la corporación policiaca, se negó rotundo al Mando Unificado. Curioso que en cuanto le tronó el choque, violento, de la Policía Municipal contra los comerciantes ilegales, y tras los palazos y aguacatazos que se llevaron, decidiera correr al teléfono y pedir el apoyo del estado, ¿No se supone que ellos pueden todo y con todo?

 

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