COLUMNEROS

Ciudadanos Emergentes… Mexicanos Unidos por el Estado de Derecho

Los partidos políticos como fuerzas representativas, existen con base en la justicia ya que la existencia y la necesidad del derecho suponen la vida en sociedad; los partidos aportan como parte de un todo, sus principios y doctrinas, pero deben participar no para formalizar o formar estructuras de poder

By: Lic. Arturo Ismael Ibarra

Los partidos políticos como fuerzas representativas, existen con base en la justicia ya que la existencia y la necesidad del derecho suponen la vida en sociedad; los partidos aportan como parte de un todo, sus principios y doctrinas, pero deben participar no para formalizar o formar estructuras de poder como el Partido Nacional Socialista de los tiempos de Hitler, ya que si una estructura de poder consigue apoderarse de todo un Estado y moldearlo a su arbitrio, caeremos en un Estado totalitario.

Por eso la misión de los partidos no es, en esencia, tomar el poder para que un individuo o grupo de individuos hagan su voluntad aun en contra de la aceptación y resistencia de otros individuos y grupos, sino colaborar con la sociedad para instaurar un gobierno justo y apegado a derecho, con el conocimiento y consentimiento de todos sus integrantes para no caer en la anarquía o el despotismo.

En los partidos no existen las clases sociales y pueden considerarse como una avanzada forma de organización y convivencia ya que no son fraternidades, hermandades o clubes sociales; todos tienen la misma opción a la información y las mismas oportunidades de acceder a la participación política local, estatal y/o nacional. No se divide a sus integrantes o miembros en base al nacimiento, como en la Edad Media y hasta la Revolución Francesa; todos son ciudadanos, militantes o simpatizantes pero ciudadanos al fin, todo esto vertido en un conjunto de proyectos, programas y plataformas partidistas para alcanzar el Estado, que es la realización máxima de una nación organizada políticamente con independencia nacional y poder soberano que se ejerce sobre toda la población.

La jurisdicción del Estado trasciende los límites de la justicia legal y necesariamente tiene que adentrarse en el campo de la justicia moral. México es un país joven, considerando su historia en comparación con otras naciones, así como por la población que lo compone pues la mayoría aún no rebasa los cuarenta años de edad y vive tiempos nuevos. Como nunca, han surgido agrupaciones y organizaciones civiles y no gubernamentales que buscan participar y encauzar acciones en beneficio de las comunidades en general; agrupaciones de ciudadanos que han superado las etapas del manipuleo que se ejercía más por lucimiento personal y social que con un fin humanitario. Estas agrupaciones no se conforman con soluciones superficiales, sino que exigen verdaderas reformas que atiendan las necesidades sociales.

Estas organizaciones conformadas por gente común, que no milita en partidos, han retomado expresiones surgidas de la política que tal vez lleven el riesgo de que se trivialicen, pero su fuerza se finca en la naturalidad y constancia de su trabajo, y se refuerzan cuando hay resultados concretos. Estos seres humanos, mujeres y hombres, integrantes de estos movimientos, agrupaciones y organizaciones existentes en todo el territorio nacional y casi toda América Latina, tal vez sean prototipos de ciudadanos del futuro, seres humanos con una clara conciencia del espíritu colectivo y el mundo que nos rodea, ciudadanos que se esfuerzan en cultivar nuestro propio tipo de Poder, espacio público y ciudadanización, nación y vaya que se necesita, actuar contra la pobreza, a favor de los indígenas, del respeto a los derechos humanos, a favor de tantos necesitados y en contra de tantos males y deficiencias porque, como dijo Octavio Paz: «la democracia moderna no está amenazada por ningún enemigo externo, sino por sus males íntimos».

La democracia es mejor comprendida y ejercida con la participación de la juventud ya que ésta es la que dicta las modas y modismos; también son sus representantes, escritores y actores de los hechos sobresalientes a nivel mundial, recordemos los movimientos del ‘68.

El pueblo que olvida su historia está condenado a cometer los mismos errores, y dicen que la historia, al repetirse, se presenta como una caricatura. México y todos los mexicanos estamos en medio, lo queramos o no, estamos inmersos en un acelerado y endemoniado proceso político en franca evolución, por eso debemos volver la vista atrás para no cometer faltas o errores, para actuar lo más posible con democracia y dentro de ella, dentro de los partidos y fuera de éstos, es preciso hacer valer nuestra condición de ciudadanos, esto tal vez se logre con el grado de reflexión que cada quien podamos aplicar a los hechos cotidianos que se nos presentan.

No podemos ni debemos permanecer en el egoísmo o insensibilidad ante las dificultades de otros, por eso a la reflexión habrá que agregarle la comunicación para lograr un verdadero intercambio de opiniones e ideas y tener un conocimiento o panorama de la situación que nos ocupe, lo más informadamente posible.

El Estado de derecho no nace de la nada, como algo dado una vez para siempre. En él confluyen los contenidos y productos de la invención colectiva y la creatividad histórica, de clases, grupos, instituciones y naciones. Desde el siglo XIX se puede hablar de la democracia como el sistema que presupone y admite, e incluso busca que los miembros de la sociedad participen de pleno derecho en las decisiones que los afectan individual y colectivamente, de la manera más completa y efectiva posible. Este tipo ideal puede encarnarse en diferentes regímenes, asumir diferentes formas de gobierno, tener distintos grados de validez, vigencia y realización efectiva. Contrapuesta a la autocracia, la democracia presupone y requiere que el poder sea ejercido por el cuerpo de ciudadanos que remplace la masa de súbditos, y que formule y aplique un conjunto de principios, valores, fines, reglas y procedimientos.

  1. 1. La soberanía popular implica que la suprema voluntad y poder de mando, en lo interno y en lo externo, incluso el poder constituyente, residen en el pueblo de la nación, que lo ejerce directamente o por representantes elegidos. Sociedad y Estado se fundan en el reconocimiento y garantía del ejercicio de los derechos de todas las personas como libres e iguales, sujetos de la sociedad civil y de la sociedad política. Por ser ciudadanos, y no meros súbditos, los miembros de la comunidad deben ser libres de restricciones no autoimpuestas por el consentimiento mayoritario y con aplicación del principio de igualdad. El poder se justifica por emanación de ciudadanos con derechos, y por los fines comprometidos en su realización.
  1. 2. La soberanía popular se entrelaza con los principios del Estado de derecho y de la supremacía de la ley. La Constitución y las leyes que estructuran y rigen al Estado, instauran y consagran la libertad, la igualdad y otros derechos correspondientes. El Estado es garante de la ley, para la vigencia de los derechos, incluso si es necesario contra el poder estatal, y bajo pena de deslegitimación. La lógica de la democracia se contrapone a la lógica de la dominación y de la autocrática.

La simbología del contrato entre pueblo y gobernante, con reciprocidad de derechos y obligaciones, confiere a la ciudadanía el derecho y la capacidad para actuar directamente o por medio de sus representantes; participar en el Estado y controlarlo; fijar fines de bien común, obligatorios para el gobierno; exigir cuentas de la gestión política y administrativa. El pueblo soberano puede privar de legitimidad y consenso al gobierno y al Estado, incluso rebelarse por causa legítima, y cambiar la forma de gobierno.

El Estado de derecho implica también que el poder no es identificable con quienes lo ejercen ni acaparable por ellos; no se encarna en el cuerpo físico de un soberano; no es un lugar vacío, objeto de competencia, forcejeo y ocupación total y definitiva.

En México, la presencia de un componente ciudadanizante en la arena pública comienza a observarse a mediados de la década de los ochenta del siglo pasado, a manera de síntoma que anunciaba el fin de la época posrevolucionaria que estructuró el sistema político nacional (Hevia de la Jara, 2013). A partir de ese momento, la presencia (y peso político) de la sociedad civil (y otras agrupaciones ciudadanas con distinta fisonomía) es esencial para explicar la dinámica y el funcionamiento de las organizaciones públicas.

De entre los ejemplos existentes, el de la transparencia gubernamental resulta de los más elocuentes. Cuando a principios de siglo comenzó a legislarse en México lo relativo a la transparencia, la fórmula predominante en el diseño de los organismos garantes conjugó, con distintos matices e intensidades, la autonomía organizacional y la ciudadanización de la alta dirección. Tres lustros después, si bien se mantiene la idea de autonomía, la ciudadanización se ha trasladado a un Consejo Consultivo.

En la práctica, “ciudadano” se emplea como una categoría contrapuesta al “servidor público, burócrata o político profesional”. Si bien la diferenciación no se sostiene (pues el servidor público, el burócrata o el político profesional, no pierden su calidad de ciudadanos por la labor que desempeñan), su uso expresa la aspiración de que sean “externos” al status quo de la burocracia quienes participen de las decisiones públicas. Ya no sólo sobre el derecho a la información o el derecho de acceso a la información, cuyos antecedentes pueden rastrearse a los años setenta del siglo xx.

El bien común se hace presente en nuestras vidas  con el  desarrollo de valores de cooperación, solidaridad, no competencia, cuidado del medio ambiente, desarrollo sostenible, no acumulación en detrimento de la colectividad y el valor del ser humano con  sus derechos universales.

El  bien común se  empieza a dibujar como una conciencia  social, reclamo  de nuestra  casa común, la tierra, que demanda su reconocimiento  como un ser vivo  que nos acoge y  brinda  sustento equilibrado,  nos pide no canibalizar más  sus bosques,  océanos, lagos y los demás seres vivos no humanos que la habitan y comparten con nosotros.

Al  interpretar  esta conciencia  social del bien común, pide que hagamos un alto  a las demandas que nos impone el  mercado de consumo, con bienes y servicios que tienen un alto costo social y ambiental, en detrimento de la dignidad humana y daño al planeta;  para decirnos que no fuimos creados para ser atrapados  en las redes del marketing de consumo  que vician y embotan nuestros sentidos, haciéndonos esclavos y cómplices del sistema.

El bien común no es ningún desafío, es la conciencia natural del ahora, que marcha por los senderos de paz, no se impone, se comparte  en el regocijo  de saber  que cada  integrante  de este nuevo orden social es valioso por sí mismo.

Ahora  estamos en  tránsito  como colectivo  a una nueva gran convención  social,  un  pacto entre ciudadanos,  que quieren vislumbrar  un nuevo presente y futuro para generaciones,  lleno  de gozo y alegría en el servicio y ayuda al otro, así como cuidado del planeta.

Unámonos  a escribir  en este  contexto las primeras líneas de las metas compartidas, que deseamos alcanzar, como Ciudadanos debemos oponernos a hacer  ciudadanos de la estadística, no somos números a contentillo del sistema, en nuestro pecho palpita un corazón  que  anuncia el ahora como nuestro tiempo, y el llamado al bien común legítimo de  todas las generaciones presentes y futuras, que quieren vivir y ser protagonista de  nuevos  cambios;  el  bien común  no es una promesa de campaña,  es  un modelo de vida   que  está  en marcha  y  cada día se hará más presente, te invitamos a aceptar este llamado y formes parte de él. Te invitamos a unirte al colectivo: Mexicanos Unidos por el Estado de Derecho.

Arturo Ismael Ibarra Dávalos. Licenciado en Derecho por la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (UMSNH). Catedrático de la misma. Preside la asociación civil Bien Común Michoacán, Abogado de Laborissmo, “Por la Mejora en el Ámbito del Trabajo”. Secretario General del Foro Política y Sociedad.  Maestrante de la Maestría en Ciencias, con Especialidad en Políticas Públicas del Instituto Iberoamericano de Desarrollo Empresarial (INIDEM)

                                                                                                                            

Correo electrónico de contacto arturoismaelibarradavalos@hotmail.com

 

Mira también
Cerrar
Botón volver arriba