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Chaquetas, debrayes y demás malviajes.

Por Ann

¡¡Piiiiip!! Suena el despertador, ya son las siete y media de la mañana y se hace tarde para llegar a la escuela. Medio desayunas, te terminas de vestir en el camino, se te fue el camión, entonces tienes que agarrar taxi porque de lo contrario, ya valiste porque tienes que entregar un trabajo que determinará tu calificación semestral. Te avientas del taxi, casi como escena de Misión Imposible, y te das cuenta que la escuela está cerrada… Porque es sábado… ¿Les ha sucedido?
Hoy más que nunca, todos andamos con el estómago hecho nudo y con el corazón que se sale de su sitio porque, nomás tanto estrés por todas las actividades que tenemos que realizar día a día y los pensamientos tóxicos que las contaminan, nos traen pendiendo de un hilo.

Todo comienza con un pensamiento latoso acerca de un problema del tamaño de un frijol, como un méndigo mosquito que interrumpe el sueño a mitad de la noche con su odioso zumbido; ésa es la fase de la chaqueta. Luego, a lo largo del día (o de la noche) comienzan a darle de vueltas al condenado problema pero sin encontrar solución, ya están en la etapa del debraye. Después, como de la nada, el problema ya agarró dimensiones godzillianas que deriva en más problemas; volaron a la fase del malviaje.

¿En qué acaba esto? Puede que en insomnio, o a lo mejor migraña. También puede que la ansiedad y la depresión los convierta en sus presas. Se desgreñan con medio mundo, traen jeta todo el tiempo y todo por ese pinche problema que, sin darse cuenta, tomó proporciones desmesuradas y ni arreglaron nada. Y ya siendo extremista, todo el despapaye este puede acabar en un infarto o una trombosis.

Aguas, querid@s changoonguer@s. La mente sin control es traicionera y el estrés anda a la orden del día causando estragos al organismo y lo peor de todo, muchas veces sin encontrar la solución o la respuesta a ese problema que tanta congoja causa.

Las broncas ahí van a estar, ya depende de cada uno de nosotr@s cómo las llevemos y las resolvamos. Dice un proverbio tibetano: “Si algo tiene solución, ¿para qué te preocupas? Y si algo no tiene solución, ¿para qué te preocupas?”

No se trata de evadirse o aventarle la bronca a alguien más, no, sino concientizarse y ver hasta dónde llegan nuestras posibilidades para resolverlas, pero hay que ser realistas y no azotarse.

Les dejo un videíto que nos muestra la fisiología del estrés para que vean todo lo que pasa en el cuerpecito cuando la mente se alborota:

 

Twitter: @ann_hiellow

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Changoonga.com no necesariamente adopta como suyos los choros, chorizos, morongas y chistorras publicados en ella y deja en sus respectivos padres (autores) la responsabilidad de todas las barrabasadas, debrayes y/o chaquetas mentales que aquí plasman, producto de las ardillas hiperactivas que habitan en sus macetas

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