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Cerrar la Boca

Por La Eriz

Pos resulta que mis papás siempre me han dado muy buena educación. Nunca tuvieron queja de mí. Siempre saqué 10 en conducta (es neta) y nunca nunca nunca hice disgustar a nadie. Por ejemplo, jamás dije que odiaba el colegio porque los pinches escuincles nos molestaban a mi hermano y a mí. Aguanté estoicamente 10 años en el mismo lugar.  Ni les conté que en la secundaria el pendejo de matemáticas (un güey llamado Luis Árciga) disfrutaba de humillarnos a dos o tres del salón porque no estábamos en onda. De hecho, se sorprendieron mucho cuando les dije que para la prepa moría por irme a “una federal” y por más que mi mamá se cansó de rogarme, no accedí a regresar a otro colegio donde yo sabía que no tendría cabida una vez más.

Así durante muchos años. Sin embargo ahí escondida andaba esta Eriz que un día, de buenas a primeras, soltó el primer “no quiero” y cuando salió a la luz del sol no pudo parar: “no me gusta”, “no lo creo”, “siento que no está tan chido”, “nel”. Entonces el mundo ya no fue el mismo. Me voy de donde no me guste, me alejo de la gente con la que no somos cómplices y aunque no siempre hago lo que quiero, soy muy mala para obedecer órdenes si me lo piden de mala forma, o las considero absurdas, o no me convienen A MÍ.

Tampoco ando haciendo el oso, viviendo en contra de todos, creyendo que tengo la razón del mundo.  Aún así, me he quedado sin mucha gente porque, quienes me conocen, saben que de a poquito voy sacando lo que pienso. A veces no les gusta. Otros saben que mi carácter y mi sarcasmo rayan en tal acidez que sólo lo pueden degustar paladares finos. Los más cercanos entienden mis gestos, mis miradas.

Entiendo que no por eso, todo lo que me rodea es de mi parecer. Todos los días convivo con gente cuyo pensamiento es totalmente distinto al mío, hasta contrario. A veces el reto del día es no llegar frustrada por aquello que no puedo cambiar. Pero no creo en la resignación, ni me callo.

Por eso hace casi un año encabezamos la Marcha de las Putas (ahí luego les cuento), por eso me enamoré de Javier Sicilia y su “Estamos hasta la Madre”, por eso respeto y admiro a los chavos que salieron a la calle de manera pacífica, saturan las redes sociales, se salen del montón porque también dejaron de creer en líderes de cuarta y ahora exigen sus derechos: como regresar a clases, o hartos de ser parte de una novela política.

Me encanta saber que mi país despierta. Lo necesitamos, nos urge. Ahora tomemos nuestras riendas, no importa cuánta gente se aleje. No necesitamos líderes si cada quien se hace responsable de su revolución. Ya no queremos mesías, porque tenemos nuestra voz.

Twitter: @LaEriz

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