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Cada ciudad puede ser otra // By @Ruy_Carreno

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Soy Rodrigo Carreño, orgulloso “Terra-Calentano”, guerrerense de corazón, egresado de la Licenciatura en Derecho por la FES Acatlán de la UNAM; un tipo sencillo, apasionado por la vida; la curiosidad me hace vivir en una constante búsqueda, aprehensor de palabras y versos, amante de la poesía y de la mujer, como la obra más bella y perfecta de la creación. Mi perversidad es tan grande, que los haré diabéticos con tanta miel. En la patria de las letras, existe una revolución constante, limitar éste espacio sería atentar contra la libertad, aquí hablaremos de muchos temas poesía, arte, música, folclore, de lo cotidiano, política y de temas jurídicos de interés general; la imaginación encuentra sus límites en lo infinito.
Soy Rodrigo Carreño, orgulloso “Terra-Calentano”, guerrerense de corazón, egresado de la Licenciatura en Derecho por la FES Acatlán de la UNAM; un tipo sencillo, apasionado por la vida; la curiosidad me hace vivir en una constante búsqueda, aprehensor de palabras y versos, amante de la poesía y de la mujer, como la obra más bella y perfecta de la creación. Mi perversidad es tan grande, que los haré diabéticos con tanta miel. En la patria de las letras, existe una revolución constante, limitar éste espacio sería atentar contra la libertad, aquí hablaremos de muchos temas poesía, arte, música, folclore, de lo cotidiano, política y de temas jurídicos de interés general; la imaginación encuentra sus límites en lo infinito.

Por Ruy Carreño

“Cada ciudad puede ser otra / cuando el amor la transfigura

cada ciudad puede ser tantas / como amorosos la recorren […]

cada ciudad puede ser otra / cuando el amor pinta los muros […]”

Mario Benedetti (poeta y dramaturgo uruguayo).

Ese poema de Hardy, debería  estar presente en estos días; recitarse en las calles, en las plazuelas o al oído; el mundo contemporáneo vive una ausencia de luz, y la poesía nos ofrece más que eso, os digo como si fuera mi religión; pero eso sí, sea usted diligente al caminar, no vaya a resbalar en un charco de sangre o miel.

Febrero, mes del amor y la amistad; mes de mi madre y otros santos; es sin duda uno de los meses más armónicos del año, el 14 de febrero (quizá igual que la navidad), es una de las pocas fechas en que pareciera que todo ser humano se pone de acuerdo, para barrer los pisos y sacar las cuajadas telarañas de sus apasionados corazones, regar las plantas y abrir la ventana, a fin de que entre un gorrión o una paloma y queden prendado, cautivos en su ser; más para mí, esa fecha es un hecatombe, mi triste vida no conoce el amor más que de oídas (en la poesía).

Sin embargo, el amor trasforma, no sólo las ciudades como lo dice el citado poema, mueve almas, algunas veces a arrojarse al precipicio o a andar a ciegas; por ello, creo fielmente que estamos condenados a amar o enloquecer, a vivir y remorir por -y en el- amor, incluso en una muerte posterior a la primera; el poema de Benedetti, nos invita a reinventarnos, más allá del espacio urbano: las ciudades, de las que José Alfredo dijera que destruyen las costumbre (¿pero qué tiene que ver José Alfredo en todo esto?); ¡volvamos al punto!,  por un lado el poema postula que el entorno urbano puede ser apreciado según el sentimiento o estado anímico de quien lo observa; no es lo mismo pasear de la mano por las calles de Morelia que huir en medio de una balacera. La relación que existe entre los habitantes con la urbe misma, nos da también un sentido de pertenencia, en un entorno sociocultural, afín a nuestras raíces; por ello amamos nuestra ciudad, convirtiéndose así en parte fundamental de nuestro imaginario cultural.

Por otro lado, el poema que da título al presente texto, nos da una visión edénica de la ciudad; lo cual me parece interesantísimo, puesto que en ella se enmarca una contrariedad, ya que el entorno urbano suple de algún modo el espacio natural que el hombre ha destruido, para sentar las bases de la civilización como la conocemos hoy en día; ante tal planteamiento, los seres humanos buscaremos en todo momento habitar una ciudad que nos brinde un estado de bienestar.

Queridos lectores: espero no haberlos hecho bolas con tantas jiladas; hoy que la mayoría de los medios hablan de violencia que se vive en nuestro país, recorrí las calles del Centro Histórico de la Ciudad de México (soy un vago) y recordé: ¡cada ciudad puede ser otra!. Recuperemos los espacios públicos de nuestras ciudades, disfruten de caminar y jueguen a descifrar que piensan los transeúntes.

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