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Autodefensas: la revolución que no fue // By @gaaelico

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Por Antonio Aguilera

Hace tres años, cuando un grupo de compañeros periodistas acudían a Coalcomán, a cubrir el informe del Diputado Osbaldo Esquivel Lucatero (quien fue arteramente asesinado ese mismo año), fueron recibidos por un retén de ciudadanos encapuchados a la altura de la tenencia Felipe Carrillo Puerto.

Entre quienes paraban los vehículos ese día, se encontraban muchas mujeres y jóvenes, y desde la distancia, parapetados bajo una palapa, esperaban Hipólito Mora y José Manuel Mireles la reacción de los Caballeros Templarios.

Por entonces, el Gobierno estatal capoteaba las crisis intermitentes por las constantes ausencias de Fausto Vallejo, orilladas por su estado de salud. Previo a esta irrupción de civiles armados, los Caballeros Templarios habían manifestado algunas señales que dejaban entrever que sus pactos inconfesables con la administración priísta no pasaban por los mejores momentos, a través de la colocación de mantas y a través de volantes, reclamaban al entonces mandatario no cumplir sus acuerdos.

Aquella irrupción del 2013, puso los ojos del planeta sobre Michoacán, a tal grado que descarriló la gira de Enrique Peña en el Foro Mundial de Davos, Suiza. En sus inicios, se trató de una alborada social, con un gran dejo de romanticismo revolucionario, en donde un grupo de ciudadanos tomaban las armas para expulsar de sus comunidades a las huestes de Nazario Moreno González y de Servando Gómez Martínez.

Con el paso de las semanas, y la amplia cobertura mediática que se generó en torno a ellos, con la presencia de medios de comunicación de varios países e inclusive hasta de cineastas, las autodefensas asumieron un aura justiciera, que los llevó a creer que en las fértiles tierras del valle de Apatzingán se estaba gestando la Revolución del Siglo XXI. Por lo menos, así se los hicieron creer los medios de comunicación nacionales e internacionales, y algunos mercaderes políticos que se les acercaron para perpetuar la tradicional alquimia de espejos por oro.

Cada día el avance de los grupos de autodefensa no sólo desmoronaba el edificio institucional del Gobierno de Vallejo, sino que erosionaba el tejido social. Era lógico, ya que el proceso para extirpar el cáncer templario, necesariamente era doloroso.

Los líderes de los grupos de autodefensa tenían su lógica propia, los medios de comunicación los utilizaban con su agenda particular, y los políticos ideaban sus proyecciones con lo que estaba sucediendo en la tierra caliente michoacana.

Editorial-ColumnasDe su expansión inicial, al tiempo en que las fuerzas de autodefensa “avanzaban” sobre Apatzingán y Uruapan y los criminales bloqueaban carreteras, incendiaban camiones y negocios en diferentes municipios michoacanos. Por ello,

el movimiento de los civiles armados rebasó las previsiones gubernamentales y en menos de lo que canta un gallo la coordinación de las fuerzas federales con las Autodefensas se resquebrajó con el arribo de Alfredo Castillo a Michoacán.

Aquí, la expulsión de los Caballeros Templarios pasó de las serranías a las oficinas gubernamentales. Para Peña Nieto era fundamental limpiar la imagen de su propio partido, por ello preparó el patíbulo político para someter a los suyos a la purificación jurídica, que fue aderezada con los videos del conspicuo videasta que ya se había convertido Servando Gómez Martínez.

La “revolución” de las autodefensas tuvo su conversión forzada con la creación de la Fuerza Rural, y con el ingrediente explosivo de la infiltración de ex sicarios de los Caballeros Templarios como solícitos policías de la Fuerza Rural. Esto motivo a que la actual administración de Silvano Aureoles emprendiera un proceso de certificación y la aplicación de exámenes de Control y Confianza, para depurar a esta “institución”.

Al paso de los años, tras haberse diluido el movimiento original y con más de 300 ex autodefensas en las cárceles, el debate actual se centra si estos cuerpos fueron de vieron impelidos a actuar a la manera de las policías comunitarias de Guerrero o de la ronda comunitaria de Cherán y otros pueblos indígenas de la Meseta Purépecha, o si aún se mantiene algún núcleo original que busca realmente acabar con el crimen organizado en las comunidades.

Lo cierto es que los ex grupos de autodefensa se han balcanizado y mantienen luchas intestinas en estos momentos en el estado, confrontados entre sí, emprenden purgas y se lanzan mensajes, pero están lejos aún de alcanzar un entramado organizativo y disciplinario.

Otro factor que se debe señalar para dar cuenta de la razón por la que perdieron la orientación revolucionaria, es que lo grupos de autodefensa surgen fundamentalmente en Michoacán, en municipios urbanizados, o por lo menos no indígenas, o menos indígenas como Coalcomán o Tepalcatepec, lugar este de donde surge la propuesta original inspirada en el ejemplo de la ronda comunitaria del municipio autónomo de Cherán y donde se activa o se ve involucrada la población civil toda, sí, porque toda la población (pequeños comerciantes, campesinos, taxistas, abarroteros, muebleros, restauranteros, artesanos, ganaderos, grandes agricultores, mineros, y empresarios) se vio sometida a los robos, extorsiones, secuestros, violaciones, asesinatos y cobro de piso y de “seguridad”.

A esto hay que agregarle que varios liderazgos simbólicos, como Hipólito Mora, cayeron en el canto de las sirenas electorales, y se dejaron embaucar por mercaderes hambrientos de reflectores y legitimadas, como fue el caso de Movimiento Ciudadano, un partido satélite y marginal que utilizó los nombres y presencia de algunos líderes de las autodefensas para ganarse adeptos y asegurar su registro.

La revolución de las autodefensas podría calificarse de inacabada, y que se perdió en las nebulosas de la infiltración delictiva, de los engaños electorales, de la ausencia de liderazgos, y el olvido mediático.


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