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Teorías para irredentos que no tienen nada que hacer

Por Toño Aguilera

Patmos es una pequeña islita que se localiza frente a Grecia, en el mar Egeo. Apenas si cuenta con una población de aproximadamente 2 mil 500 personas (sólo la colonia Vasco de Quiroga tiene cerca de 100 mil habitantes) y su superficie apenas cubre 34,6 km². Su población vive del turismo religioso, específicamente el cristiano, que acude a raudales a visitar los monasterios e iglesias construidas en el lugar, en especial la cueva en la que, según la tradición, San Juan tuvo sus visiones.

Patmos es famoso porque un monje fue desterrado a esta mísera isla en los tiempos de la Roma Imperial, debido a que era un agitador que propalaba “la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo”, la eligió para escribir sus profecías. En ese pedacito de tierra, Juan, que se le conoce como el Apokaleta, redactó un librito de apenas unas cuantas páginas, pero cuyo contenido ha tenido los mayores efectos para la humanidad a casi dos mil años de haber sido escrito, me refiero al Apocalipsis.

Ese documento, que en los hechos posee trasfondo histórico que haría referencias múltiples a las persecuciones de Roma a los primeros cristianos, profetiza la caída del imperio de los Césares, pero que en las culturas y civilizaciones ha sido utilizado para advertir del derrumbe de imperios y regímenes autoritarios, y hasta la aparición del Origen de las Especies de Darwin, los religiosos lo han utilizado para profetizar la caída del hombre, y según su entender, conlleva al fin del mundo.

Desde tiempos inmemoriales, las miles de culturas que nos han precedido, tienen cosmogonía particular un relato que refiere sobre el fin de la humanidad, o bien de su propia civilización: para nuestros Aztecas, el Nahui Ollin o quinto sol, ha sido interpretado como su propio Apocalipsis, en donde su relato central narraba que “Nosotros los que vivimos bajo el signo de Nahui Ollin, dijeron los sabios, desapareceremos a causa de un inmenso movimiento telúrico. Los Tzitzimime, monstruos semejantes a esqueletos, aparecerán después para asegurarse de que no quede vida”.

Nostradamus, uno de los Apokaleta más citados de los últimos siglos, ofreció la fecha de 1999 como la del fin de los tiempos: “el año 1999, séptimo mes, vendrá del cielo un gran rey de espanto, resucitar al gran rey de Angolmois, antes, después, Marte reinará por buen dicha”. Julio de 1999, una gran guerra…”, por fortuna esos escenarios que nunca se produjeron.

Para los vikingos, es decir para la mitología nórdica, el Ragnarök es la gran batalla del fin del mundo, en donde pelean a muerte los dioses, los Æsir, liderados por Odín y los jotuns liderados por Loki. El resultado final de esa gran lucha, es que todos mueren ese día.

En la Biblia no se diga. Es el libro de una religión que más advertencias les hacen a sus creyentes sobre el fin de los tiempos, tanto en su Antiguo como en su Nuevo Testamento. Estos además del ya por sí terrorífico Apocalipsis.

Desde hace como tres o cuatro años se ha venido propalando la versión de que en este mes, un presunto calendario Maya, marcaba el fin de nuestros días como especie dominante del planeta, inclusive los escatológicos e irredentos humanitos que se tragaron esta versión, hablaban del fin del mundo mismo (como si nada más la tierra fuera desaparecer vía un cataclismo y nada le sucediera al resto de los planetas).

Nuestra sacrosanta Wikipedia nos dice que la escatología es el tratado de las realidades últimas (muerte, el juicio final, el infierno y la gloria o cielo) y de las teorías apocalípticas religiosas (la escatología cristiana, el milenarismo y los movimientos apocalípticos).

Esta “ciencia” ha sido desvirtuada ad nauseam por los predicadores del fin de nuestros días, que si bien antes lo gritaban desde las calles como merolicos, ahora lo hacen muy trajeados desde un estudio de televisión o través del Internet.

Según la versión, el supuesto fin del mundo en el año 2012 de nuestro calendario (entre el 21 y 25 de diciembre de ese año), que correspondería al final del ciclo de uno de los tres ciclos que transcurrían simultáneamente del calendario maya llamado la cuenta larga o Katun.

«Según el Calendario del Largo Conteo Maya, el 21 de diciembre de 2012 es el fin de esta civilización humana. Los seres humanos entrarán en una nueva civilización, la cual no tiene ninguna relación con la presente. La gente maya no mencionó la causa. Una cosa es clara: el último día no significará el arribo de ninguna calamidad; en vez de esto, implica una completa nueva conciencia cósmica y una transición espiritual hacia la nueva civilización», se repite una y otra vez en todos los medios posibles.

Pero, estas “teorías” no sobreviven a un simple ejercicio de sospecha: ¿Por qué creemos los humanos que seremos la última especie dominante en la tierra? ¿Acaso cuando desaparecieron –evolutivamente y no de chingadazo- los dinosaurios –que eran también millones- desapareció el resto del planeta? ¿Si como dicen se aproxima el fin del mundo, y toda la gente va como loca a hacer compras de pánico, de qué le serviría toda esa ganancia al dueño de la tienda, si ya no habrá en qué gastárselo? ¿Qué no es la evolución el paso natural de una especie hacia su extinción? ¿Qué tipo y de qué dimensión debe ser un cataclismo para borrar del mapa en un solo día a más de cinco billones de seres humanos? ¿Y los animales que culpa tienen de nuestros errores, de nuestros miedos y de nuestras alucinaciones? ¿Si el mundo termina el próximo 21, entonces para qué estamos reclamando nuestro aguinaldo y haciendo planes para navidad?

Este jueves, un grupo de científicos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) de Morelia  desmintieron la presunta profecía del fin del mundo el 21 de diciembre, y enfatizaron que para esa fecha no se prevé un fenómeno cósmico natural y que la Tierra no puede desaparecer, y en cambio afirmó que vendrán tormentas solares que sólo afectarán las telecomunicaciones y las vías aéreas.

El marketing cada vez apendeja más a las personas, de eso que no quepa duda.

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