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Nostalgia azul// By @indiehalda

By @indiehalda

El mes de mayo comenzó de forma por demás ajetreada (por decirlo suavemente) en el centro del país. Los múltiples bloqueos llevados a cabo en Jalisco y Guanajuato no fueron más que una demostración del músculo de una delincuencia que en estos días se muestra más organizada que nunca, a pesar de las fastuosas detenciones de grandes capos que –seamos honestos- ya a nadie impresionan ni tranquilizan.

Guadalajara no es ajena a estas situaciones. En un breve ejercicio de historia contemporánea, la ciudad ya fue escenario de pugnas entre los cárteles previos al “poder norteño” en las décadas de los 80’s y 90’s. Son los ataques a León (que bien o mal ha sabido capear la sombra del narcotráfico) y a Puerto Vallarta (plaza más bien consumidora que distribuidora y por ende más tranquila) los que deben comenzar a preocuparnos.

Sincerémonos: los bloqueos ocurridos hace un par de semanas en Tamaulipas nos conmocionan pero no nos quitan el sueño a los que habitamos el centro-sur. En nuestra escasa empatía consideramos Reynosa y otras partes del norte como “zonas perdidas” donde el problema está ya tan enquistado que no podemos hacer nada. Y seguimos nuestra vida en nuestras ciudades que no son más tranquilas pero tampoco más violentas. Nos conformamos, vaya.

Que el nefasto fenómeno de los narcobloqueos golpee esta vez a la segunda ciudad más importante del país, al centro logístico del Bajío y a uno de los destinos de playa más importantes, debe ponernos a todos –cuando menos- nerviosos. Inquietos. Y muy enojados.

Con un gobierno federal empeñado en vender la idea de que a mayor cantidad de capos encarcelados mayor seguridad en las calles, aderezado con el discursillo de “bueno, pero la luz está bajando y ya no te cobran las llamadas de larga distancia”, la postura comienza a lucir los mismos rasgos de la anterior administración: una absoluta incapacidad de admitir sus errores y de aceptar las críticas/consejos de aquellos fuera del círculo. Pero Enrique Peña Nieto no es Felipe Calderón. Calderón quizá sólo era cínico, Peña Nieto es terco, una terquedad tonta.

Durante la campaña presidencial hace 3 años, EPN promovió una imagen que se vendió bien: progreso, carisma y un alejamiento del discurso y formas calderonistas,  que para ese entonces tenía a medio país con el agua hasta los aparejos por la violencia. 3 años después, empieza a haber entre los que votaron por el actual régimen una decepción creciente, y hasta vestigios de nostalgia por el último sexenio panista donde, aunque a muchos les cueste admitir, no se hicieron las cosas tan mal como se dice.

Hace 9 años voté por Calderón con una cruda de espanto provocada por mi graduación universitaria ocurrida un día antes, mientras vivía en León, una ciudad que pintaba de azul todas sus boletas electorales aquellos días. Con vaivenes, tengo que admitir casi una década después que soy de los que creen que el oriundo de Morelia no lo hizo tan mal.

Mi desencanto con su gobierno proviene del hecho de que pudo –y debió hacerlo- mucho, muchísimo mejor. Tenía los recursos y la gente necesaria para ello. El señor pudo ser el nuevo López Mateos, y se conformó con tener a la mitad del país creyéndolo un dictador necio, a otra parte creyéndolo intrascendente y a un cúmulo menor creyéndolo el mejor presidente de la historia contemporánea del país. Usted ¿de qué lado está, querido lector?

Me desvié del tema actual. EPN tendrá que dar muchas explicaciones de lo ocurrido. Pero conociéndolo quizá no diga una sola palabra y mande mejor a sus huestes a decir el mantra habitual “Estamos trabajando” “Esto es una señal de los buenos resultados”. Palabras vacías que cada vez menos creen, y que con las inminentes elecciones tenemos como sociedad la oportunidad ideal para mostrar el hartazgo que a diario expresamos. No la desaprovechemos.

No me gusta sentir nostalgia por Calderón. Dios me libre de sentir nostalgia por Peña Nieto dentro de unos años.

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