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Escombros // By @indiehalda

Por Oscar Hernández

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Durante las últimas 2 semanas desde aquella tarde del martes 19 de septiembre, por mi cabeza pasaron infinidad de perspectivas para hablar de EL SISMO, el roce de placas que nos unió a todos, mientras dejaba expuestas nuestras más íntimas fallas.

Me considero afortunado: fuera de un muro parcialmente dañado, vasos rotos y una novia que después de esto difícilmente se va a espantar en esta ciudad, mi ecosistema hogareño no sufrió mayores daños.

Lástima no poder decir lo mismo de Coapa, con un colegio Rebsamen que se ha convertido en símbolo de criminal corrupción y entrañables edificaciones que deberán ser demolidas, mi gentrificado barrio sureño no vive sus mejores días.

Al volver a casa ese día, sintiendo el shock y el polvo en nuestras caras, me quedó claro que lo ocurrido iba a dejar cicatriz. Miles ayudamos, como pudimos, como quisimos. Ejemplo a seguir, potencia dormida, nación solidaria. Los piropos de propios y extraños nos llegaron sin cesar.

Lamentablemente, el sismo también dejó salir a los monstruos cotidianos, que bebieron cuanto pudieron del caos: El político ventajoso, el ladrón de ocasión, el juglar oportunista. Manchas en una época de heroísmo y solidaridad.

15 días después nos preguntamos ¿La tragedia nos recordó nuestro potencial? ¿Reivindicó a una generación de jóvenes antes vistos como apáticos? Mi respuesta a ambas preguntas es un rotundo sí. El reto ahora es ver cuánto tiempo se sostiene dicha afirmación.

Es momento de buscar entre los escombros aquellas cosas que hay que retomar de la catástrofe: la unión, la empatía, la exigencia constante a gobiernos e instituciones. Que sean los cimientos no de los edificios, sino del país.

Y aceptemos, de una vez por todas, que no lo estamos haciendo bien. El ser altruista en momentos de necesidad es bueno ¿por qué no seguir siéndolo cuando la necesidad se acabe? ¿por qué ser bueno solo cuando el miedo nos lo exige? ¿requeriremos de una tragedia cada 20 o 30 años para recordarnos que hay que ser buen vecino y ciudadano?

Hace unos días salimos por la noche a comprar cerveza y cigarros (en casa decidimos no sucumbir al miedo y celebrar tanto como sea posible el estar vivos). Afuera del OXXO de la cuadra un par de chicos tocaban himnos del rock setentero con una pancarta detrás de ellos que comunicaba su búsqueda de dinero para apoyar a los damnificados de Puebla y Morelos.

Tras cantar al unísono “Comfortably Numb”, el bajista/vocalista dedicó unas breves palabras a la reducida y animosa audiencia: “Al principio de año sabía que el 2017 era un año que nos tocaba sobrevivir, pero que a partir del 2018 a todos nos iba a ir muy bien. Aún después de la desgracia sigo creyendo eso.”

Yo también quiero creerlo.

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