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Artesanos Michoacanos Bordan Historias Purépechas En Cubrebocas Para Sobrevivir Al COVID -19 

El cubrebocas ha sido una especie de salvavidas económico para artesanas purépechas que han adpatado su arte a esta sencilla pero -ahora- muy significativa prenda que pasó a ser algo más que un simple accesorio de prevención sanitaria

STAFF/ Elly Castillo / Milena Suástegui / César Hernández / Eliza Flores

En el mercado municipal de Pátzcuaro no se paran ni las moscas, ni los marchantes, ni mucho menos turistas a pesar de ser uno de los días “fuertes”, en viernes ‘de plaza’, y todo por culpa de la pandemia generada por el COVID -19. Los que sí no faltan son los cobradores municipales que pasan sin falta por la cuota de $6 pesos diarios por derecho de piso.

“¡Estamos por los suelos! Las ventas nos bajaron en un 99%”, exclama con tono triste doña Oliva Alba, cuyos ojos y manos se concentran en los bordados que está trabajando para unos cubrebocas bajo pedido que está terminando.

“No estamos ni sacando para vivir al día, hay veces que apenas 30 pesos vengo sacando al día y eso no nos alcanza”, comparte la maestra artesana, con más de 40 años en su oficio,  experta en diseño y confección de todo tipo de atuendos artesanales: Faldones, blusas, camisas, gabanes, vestidos y trajes para bailables típicos y regionales, para bodas o festejos especiales.

 Y este es el panorama que desde hace 5 meses vive doña Oliva y el resto de los locatarios del lugar: “De verdad que estamos solos. Nadie nos apoya, nadie nos escucha, ni una ayuda hemos recibido”, agrega Lorena, joven bordadora, ayudante de doña Oliva.

-¿Ni una despensa les han entregado? ¿el gobierno del estado, el Ayuntamiento?

-”¡NADA! Responde tajante Lorena. Nadie se ha parado por aquí a ver qué necesitamos, nada más están buenos pa’ cobrar”, afirma con cierto enojo en tono resignado.  

Entonces, doña Oliva repone “ahorita nos estamos agarrando de esto para medio vivir”, al tiempo que extiende uno de sus cubrebocas bordados, en punto de cruz. Y orgullosa extiende varias de sus creaciones. Tiene un pedido que se irá a Estados Unidos: Una docena de cubrebocas del equipo de los Cardenales de Arizona de la NFL, pedido que su hermana, quien vive allá “del otro lado”, precisamente en Arizona,  le encargó para sus compañeros de trabajo quienes pagarán 100 pesos más gastos de envio por cada implemento.

NUNCA PENSAMOS QUE HARÍAMOS CUBREBOCAS PARA COMER

Santa Cruz es una pequeña comunidad purépecha, lo que se le denomina comúnmente como una ranchería, muy sencilla, de a lo mucho 300 habitantes, perteneciente al municipio de Tzintzuntzan, que sin embargo, pese a no contar con algún “atractivo” visible a los ojos de los fuereños que pasan por ahí, el interior de sus casas resguarda algunas de las prendas y creaciones en tela más bellas y más cotizadas de la artesanía michoacana. 

Sin embargo, la demanda de sus productos se cayó, y su vida como a muchos mexicanos, como a muchos michoacanos, cambió y ha dado un giro inesperado gracias al COVID -19, y ahora elaboran cubrebocas bordados para subsistir, para de ahí generarse ingresos que les han permitido sobrellevar la contingencia.

“Nunca pensamos que tendríamos que hacer cubrebocas, creíamos que era algo pasajero pero luego vimos que no, que no se pasaba esto de la pandemia y la demás mercancía se nos empezó a quedar, no salía”, comentan integrantes del taller de bordados artesanales “Santa María”, uno de los 2 que existe en esa comunidad purépecha, y que han ganado fama entre los bordados artesanales de todo México, ganando múltiples premios y reconocimientos incluso internacionales, ya que son creados por mujeres que han logrado su empoderamiento, derivado en gran parte de su amor al arte, toda vez que algunas de ellas desde los 8 años les nace la inquietud de bordar.

Una de ellas, Cristina Barriga,  presume con orgullo que sus cubrebocas bordados se los han pedido para enviar a la CDMX, Tijuana y hasta los países vecinos de Estados Unidos y Canadá. Mientras que María del Carmen Espino comparte que ella comenzó desde los 12 años a  trabajar en bordados y asevera: Es un orgullo plasmar las historias de aquí en nuestros productos, la siembra del maíz, como se hacen las tortillas, la comida y todas las tradiciones de nuestro pueblo” indicó.

DE MICHOACÁN PARA EL MUNDO:

 

En un principio, ante las recomendaciones sanitarias de las autoridades, las artesanas de Santa Cruz comenzaron a elaborar sus propios cubrebocas, para ellas mismas y sus familias, pero a su estilo, con su toque: Bordados “de monitos”. Sin embargo, los pocos turistas y paseantes que se llegaban a topar al ofertar sus otros productos en las comunidades aledañas como Pátzcuaro, Quiroga y Tzintzuntzán, comenzaron a preguntarles, a pedirles, a solicitarles cubrebocas como los que ellas portaban. 

Y así fue como las artesanas del taller Santa María comenzaron a elaborar cubrebocas artesanales “de monitos” para su venta, para su subsistencia, y de paso, para dar muestra de adaptación de su arte, a estos nuevos tiempos de cambios de hábitos.

Se les llama “de monitos” a su técnica, bautizada así por ellas mismas, que consiste en bordar figuras de personas (monitos) y su entorno (naturaleza, costumbres, tradiciones), contando alguna historia de su comunidad, de sus ancestros, de su propio acervo, como Día de Muertos, la vida campirana purépecha, las bodas de rancho, las Navidades, los ciclos de la siembra y la cosecha, el lago de Pátzcuaro, las danzas, como la del Pescado y la de los Viejitos, en fin, su entorno y su realidad.   

“Los cubrebocas los hacemos ya cuando acabamos de hacer el aseo de la casa, las tareas de diario, ya cuando nos queda un tiempo libre, en un día venimos haciendo uno, dos cubrebocas”, comparte la artesana Carmen Barriga.

HAY QUIENES PIENSAN QUE ESTÁN CAROS

Las artesanas de Santa Cruz  afirman que sus cubrebocas se elaboran con estándares de calidad establecidos por la Organización Mundial de la Salud (OMS), ya que cuentan con tres filtros de seguridad, y la tela que se utiliza es algodón. Además, son reutilizables ya que se pueden lavar con agua y jabón de pasta para evitar que se maltraten, recomendando dejarlos secar a media sombra y después plancharlos para que queden como nuevos.

Sin embargo la gente luego no valora el esfuerzo y el trabajo que conlleva la elaboración de sus cubrebocas artesanales, que en promedio cuestan $150 pesos.  Roselia Barriga Estrada, presidenta del colectivo del taller Santa María, lamentó que algunos clientes no valoren el trabajo que realizan con tanto esfuerzo y dedicación.

“Hay gente a la que se les hace un poco caro nuestro trabajo pero se tiene que valorar el esfuerzo de los artesanos, aunque los turistas sí lo valoran, pero lamentablemente como no hay mucho turismo no tenemos ventas”, lamentó.

Doña Oliva, la locataria del mercado de Pátzcuaro también padece esa situación de la poca valoración de mucha gente sobre lo que implica el bordado “de monitos” en los cubrebocas, y de los cubrebocas artesanales de otro estilo como los adornados  de punto de cruz, o a máquina de coser:

“El bordado ‘de monitos’ no es para cualquier artesana, hay que tener muy buena visión, y mucha paciencia, además de saber tejer fino”, refiere al tiempo que afirma “es mal pagado, la gente no valora bien todo el esfuerzo que implica” lamenta doña Oliva quien ejemplifica que, los ambulantes ofertan mascarillas sencillas de a $10, de a $20 pesos y los marchantes comparan entre ambos productos que no tienen en sí comparación de producción.

Precisamente, el margen de ganancia por cada cubrebocas oscila entre los 20 a los 40 pesos, dependiendo de la complejidad del tejido, pero no más. Ello tomando en cuenta que un sólo cubrebocas les equivale a las artesanas una jornada de trabajo de  entre 8 a 12 horas, más los materiales empleados, hilos y tela producida en la misma región, más la costurera que les da forma al corte del cubrebocas. Es decir, al menos cuatro personas reciben un ingreso por cada cubrebocas artesanal michoacano.

“Esta es la peor crisis que nos ha tocado vivir, llevamos cinco meses así y no sé cómo le vamos a hacer para salir de esta. No vemos para cuando regresen los turistas a como antes, no veo para cuando volveré a tener mi refrigerador lleno”, infiere doña Oliva preocupada por el porvenir inmediato ante el anuncio de las autoridades de que las festividades por el Día de Muertos, la fecha de más alto ingresos para estas artesanas, está en vilo si no se doma la pandemia para noviembre.

Eso sí, tanto las artesanas de Santa Cruz como la del mercado de Pátzcuaro coinciden: El cubrebocas ha sido una especie de salvavidas económico, que si bien no les generan grandes ganancias, les permite ganar algo de dinero para el sustento de sus familias.

EL CORONAVIRUS NOS HIZO SACAR NUEVAS MODAS

Platicar con doña Bertha Servín Barriga no sólo es dialogar con la decana de las artesanas costureras y bordadoras de la región de Tzintzuntzán, sino escuchar al optimismo purépecha encarnado en el cuerpo de una mujer de 63 años cuyas creaciones han recorrido medio mundo, y han sido compradas por gente como Michelle Obama, esposa del expresidente de EU, Barack Obama.     

“¡Ya -a estas alturas- es una bendición no enfermarnos!” exclama sonriente la maestra Servín, y enseguida sentencia contundente que “el coronavirus nos hizo sacar nuevas modas… solo aquel que no quiera verlo se doblará”, en referencia a las y los artesanos que no han sabido adecuarse a estos tiempos pandémicos.

Doña Bertha pide, a los suyos, a quienes la rodean, a sus alumnas, a sus comadres, a todo aquel que platique con ella, “que no se agüiten”, y explica que si bien el COVID “nos ha perjudicado muchísimo, pero ya es una bendición poder trabajar”, y antepone su fe para sustentar su optimismo “hay que poner todo en manos de Dios, hay que confiar en Él”.

Sandra López, su sobrina y una de sus tantas alumnas de bordado, orgullosa de su tía, no tiene todos los elogios para describir a doña Bertha: “Ella es la que nos dice que no nos pongamos tristes, que le echemos ganas, que no faltarán formas para que salgamos adelante, que hay gente que está en peores condiciones que nosotros, que hay artesanos en situaciones más complicadas, que no nos agüitemos por esto que estamos pasando”.

UNA HISTORIA PURÉPECHA EN CADA CUBREBOCAS BORDADO

La misma Sandra detalla los bordados de los cubrebocas que ofertan: “Michoacán es zonas de mariposas, entonces siempre las encontrarás en nuestros bordados, así como las trojes, este tipo de casitas purépechas, y las mujeres michoacanas, siempre tenemos las casas llenas de flores; hacemos fiesta con cualquier pretexto, esto es lo que verán en nuestras piezas”, concluye.

En el local de la Casa de los 11 Patios de Pátzcuaro, del taller que encabeza doña Bertha con otras 42 artesanas bordadoras y tejedoras, mismo que también se localiza en la comunidad de Santa Cruz, Sandra explica la historia de los bordados en los cubrebocas, sus significados, los detalles que contienen, y de paso, detalla el amor con que son elaborados, pues cada artesana le pone su sello personal, su nombre y su prestigio va en cada prenda, y en este caso, en cada cubrebocas que elaboran:

“Le ponemos amor a lo que hacemos, porque nos gusta lo que hacemos, para eso lo hacemos, con tanto gusto”, dice doña Bertha, quien borda con mismo entusiasmo un cubrebocas que ofertará en $150  pesos, a un impresionante árbol de la vida en un lienzo de 1.5 x 1.5  que llega a cotizarse entre los 8 y los 12 mil pesos.

“Hay que idearle para salir adelante con esto del coronavirus. Sí, hay gente a los que se les hace caros, pero hay otra que no y que con gusto pagan lo que cuestan”, comenta con una sonrisa franca doña Bertha, una maestra artesana purépecha que ejemplifica el carácter de muchas y muchos michoacanos: adaptarse, renovarse y reinventarse para salir adelante, para no dejarse vencer, para no ser derrotados, por nada ni por nadie, aún sea un virus mundial y letal como el Coronavirus.

   

 

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