COLUMNEROS

Relatos de noche sin luna: Estrella de la Mañana

Escribe: Héctor Medina

Hacía ya varios días que el cielo era negro. La ciudad estaba dividida en dos partes; el lado Norte y el lado Sur. Un cuerpo gigante de varias millas de largo era el responsable. Esquelético, fétido, con algunos pedazos de músculo colgando aún de los huesos, rojizo, tenebroso… el cuerpo del diablo.

De alguna manera entendí que había ya soñado días antes con su caída, con aquella batalla que mantenía aquel cuerpo hundido en el piso. Había sido una horrible pelea llena de sangre y lamentos. Con mucho esfuerzo logramos derrotarlo, pero ahora comunicarse con el resto de la población resultaba tedioso, siempre se tenía que dar un esfuerzo extra para conseguirlo.

Mi necesidad de trabajar, de mantenerme en contacto con los demás hacía que pasar de un lado a otro fuera un menester de todos los días. Iba de mercados a casas llevando diferentes productos, era algo así como un traficante de vida. El trabajo se hacía pesado constantemente, aumentaban los pasos que daba por encima del gigante, por las sucias calles.

No recuerdo en que momento me perdí por observar atento las ruinas de los edificios, caminaba en automático por aquellos mercados donde había pasadizos y todo tipo de casas, era un ambiente armonioso dentro de lo probable; como si fuera una vecindad donde todos se conocen y se llevan bien. Iba y venía siempre con una negrura cubriendo el cielo y unos tonos rojizos que en el horizonte indicaban lo que sería el amanecer y el anochecer. Cada día el esfuerzo que hacía era mayor para cruzar hacia el otro lado. Yo vivía del lado norte y tenía que ir hacia el otro de manera obligada, no podía estar siempre del mismo lado ya que en el sur no había viviendas disponibles para albergar más gente.

Una tarde sentí miedo de cruzar, relámpagos y truenos estremecían el paisaje, el clima era inquietante y el fuerte viento me llevo muy cerca de la cabeza de la bestia; me tocaría pasar por el pecho infernal de aquella criatura, que, aunque inerte, seguía provocando terror en los habitantes. Brinqué lo más suavemente que pude  sobre aquel tórax esperando no despertarlo, tal vez como mercurio lo hubiera hecho en aquellos tiempos de seres místicos y leyendas. Temía ser una ráfaga, un electroshock que fuera a activar su corazón nuevamente y vaya que decir “corazón” es mucho viniendo del diablo. Avancé hacia el otro lado y por fin pude llegar a mi casa, descansé aliviado de sobrepasar aquel terror, para de nuevo al día siguiente rodear aquella figura lo más lejos posible del pecho incluso ni siquiera pasar por la cara. ¡Qué desesperación invadía mi alma cada noche!

Así pasaron los días hasta que una desastrosa lluvia me hizo cruzar por encima de sus hombros; no había otro camino. Llegué a la ciudad e hice las cosas que tenía que hacer. De regreso el agua había cesado mostrando nuevamente los caminos. Había mucha gente alrededor de aquel cadáver, no sé si de pies a cabeza pero lo que alcanzaba a ver era demasiada gente cantando bajo una luz mostaza proveniente de una nube de grandes proporciones. Entonaban El Rosario en una sincronía perfecta, la multitud se hacía presente. Estaban justo en la letanía cuando llegue ante la monstruosidad y en el momento que pronunciaron: Estrella de la Mañana – Salud de los Enfermos. Mi mente sintió pánico pues estrella de la mañana significa Lucifer y la gente entonó al unísono ese par de palabras, mi piel se estremeció y a duras penas pude controlar mi orina. Fue entonces cuando se activó el ojo izquierdo de aquella bestia, aquel cadáver recuperó la carne y la musculatura… se levantó el demonio y el caos se sintió en el aire. ¡Diablos¡ -grite-, mal momento para usar dicha expresión. Sentí ansiedad, pánico, el pecho se oprimió y tembló mi ser hasta la punta del dedo gordo del pie derecho. Pensé que era el final pero de pronto una mano caricaturesca bajó del cielo, tomó al monstruo justo debajo de la nuca como se agarra a los perros pequeños, lo alzó tan alto que casi desaparecen, una voz grave resonó tan fuerte como cuando se está a punto de dar una tremenda reprimenda la cuál esperaba oír, pero mi corazón no pudo más la desesperación me invadió y desperté agitado.

*Héctor Manuel Medina es músico, escritor, cantautor y enamorado empedernido de la luna

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